El británico Ridley Scott, nacido en South Shields hace casi 71 años, ha desarrollado a lo largo de tres décadas una carrera irritante por su conservadurismo, su impersonalidad y la certeza de que podría haber dado mucho más de sí. Porque es un hombre de gran talento, que cuando deja de creerse un genio llega a parecerlo. 'Blade Runner', junto con 'Alien' es la única película de ficción científica dirigida por él. Para muchos, son dos cumbres de la ficción científica y la prueba evidente de lo visionario que es su director.
En opinión de quien esto escribe lo único realmente imperecedero que ha llegado a filmar este cineasta es 'Alien', muy superior a todo lo demás que ha realizado, incluída 'Blade Runner', una película que se acaba enfangando en su trascendentalismo y que es muy inferior a la historia de siete camioneros espaciales que se topan en mitad de su viaje de vuelta con una criatura asombrosa, aterradora e invencible. Para los seguidores de este director, 'Alien', siendo una gran película, está un poquito por debajo de la película protagonizada por Harrison Ford. Pero mientras en ésta Scott logra algunos grandes momentos aislados, que comparten metraje con otros demasiado literarios, en 'Alien' nada sobra y nada falta, en un prodigio irrepetible.
Por eso tiene aún más mérito que Cameron no sólo igualase a su predecesora con su 'Aliens', sino que la superase con una aventura que se apropia sin el menor rubor del universo creado en la primera película, ensanchando sus límites con mucha mayor credibilidad, y creando una mitología, una cosmogonía, para la que el 'Alien' de Scott, parece un 'simple' prólogo. Ver para creer, pues la segunda película de Ridley Scott es cine puro, orquestado con herramientas puramente audiovisuales, y no literarias o especulativas como en la práctica totalidad del cine del director inglés. Una pesadilla barroca, definitiva, influida por el cómic y a su vez influenciadora del cómic de las últimas décadas (y el manga), con una criatura que es ya por siempre el alienígena por excelencia, imitado hasta en películas de prestigio por directores de sensibilidad muy alejada de la de Scott.
Por suerte, el cineasta no estaba solo a la hora de imaginar esta hazaña. Contó con la imaginación de artistas superdotados como el inclasificable H.R. Giger (que diseñó la nave alienígena, la criatura y el huevo), el gran Chris Foss o el genio del cómic Moebius. Ellos ofrecieron un apoyo incuestionable al trabajo de Scott de poner en imágenes el guión de Dan O'Bannon, del que supieron extraer lo mejor. Scott sumó a todos esos talentos, fusionándolos con sabiduría, el suyo propio. ¿Cuál fue la estrategia narrativa de Scott una vez tenía tantas valiosas piezas a su disposición? En primer lugar un detallismo extremo en la atmósfera, que alcanza unas cotas de sordidez y opresión indescriptibles. En segundo lugar la tensión como eje de la puesta en escena, en desconsideración absoluta por el sistema nervioso del espectador.
Con el liderazgo sutil pero creciente del personaje Ripley, interpretado con una fuerza indescriptible por la sinpar Sigourney Weaver, los siete personajes trazados con tiralíneas (y cuyos actores se pliegan a ellos como un guante) por el guión y el director, se enfrentan a una situación límite primero en una nave alienígena de colores verdes y grises y texturas sinuosas, y luego en su propia nave. Hay algo decidídamente onírico y sexual en las formas de aquéllo desconocido a lo que se enfrentan. Como si la visión del planeta les persiguiera en sueños, su regreso a la Nostromo se convierte en una pesadilla, y los pasillos familiares y seguros se tornan tan hostiles y peligrosos como los que vieron en la nave fosilizada. Algo poderoso e inasible comienza a germinar entonces en la mente del espectador: que las imágenes de esta película se le van a quedar grabadas a fuego de por vida.
El alienígena sin ojos, con doble boca retráctil y ácido en lugar de sangre, seguramente es el bicho interestelar más feroz y despiadado de la entera historia del cine, y un icono popular del siglo XX. Pero en cuanto a la Sci-Fi, Scott se marcó algunos puntos muy notables, en su creación de un mundo cerrado en sí mismo. Para empezar el mundo de 'Alien', al que suponemos varias décadas o puede que siglos posterior al nuestro, adolece de los mismos problemas laborales que el nuestro, e incluso peores, pues por contrato se ven obligados a investigar (a pesar de no ser científicos ni soldados) toda vida alienígena que se tope en su camino. Pero entre el grupo existen las clases sociales (al menos, eso piensan los mecánicos) y las disensiones.
Viven en un mundo tan despiadado que la compañía que les paga, una gran corporación (Scott asegura orgulloso que fue la primera película que introdujo la paranoia corporativa...), no duda en sacrificarles con tal de poder conseguir a una criatura sin parangón en toda la galaxia, que pueda servirles para mejorar su arsenal. Una idea maquiavélica y descarnada, que sitúa la vida a un precio de saldo, pues poco vale frente a unas ganancias comerciales. Cameron repetiría esta idea, como no podía ser menos, pero yendo mucho más allá, corporeizando a los de la compañía en la figura del abyecto personaje interpretado por Paul Reiser.
Pero en cuanto a lo que es el mundo del Alien, poco averiguamos con esta película, de forma muy inteligente, pues lo que no sabemos de dónde proviene nos provoca mucho más terror. Tampoco en la película de Cameron avanzamos mucho a ese respecto. Tan sólo conocemos la forma de reproducción de las criaturas y pocos detalles más. El alienígena, con su cuerpo casi antropomorfo, con su cola como un quinto miembro, tiene en su arma más poderosa una astucia diabólica, alejada de la moralidad o los remordimientos, que pone muy en duda la supremacía del hombre en la naturaleza, pero que sólo nos iguala en maldad. Toda una parábola dentro de esta aventura. Pues la película de Scott, además de suspense, tiene muchísima acción, muchísimo dinamismo.
Todo esto estará presente siete años después en la secuela que Cameron escribió en solitario, encantado con la posibilidad de dirigir una aventura espacial, pues como hemos dicho 'Star Wars' es una de las razones de que se hiciera cineasta. También quería averiguar cómo Kubrick había sido capaz de filmar '2001'. Pero en el rodaje pocos de su equipo habían visto 'The Terminator', y creían que el joven canadiense era un arribista incapaz de estar a la altura de una secuela de tan importante título. Este detalle, las complejidades del proyecto, y las abusivas normas del gremio británico, terminaron convirtiendo el rodaje en una guerra larga y agotadora. Pero la energía de ese rodaje beneficia sin duda a la energía de las imágenes. Algo así como electrificar la pantalla.
Los 54 años que Ripley (ya definitivamente convertida en icono, por derecho propio, del género) ha pasado vagando por el espacio, justifican en gran medida los cambios en el diseño de producción, para adaptarlos más al estilo sobrio y prosaico de Cameron. Pero regresaremos a lugares familiares, como la nave plagada de huevos en la que todo empezó. Esto responde sobre todo a las normas de toda secuela, pero también a la querencia de Cameron de reescribir el original y de implantar en la saga una personalidad más sutil, pero también más humana. Pues en su retrato de los marines ofrece, con mucho menos esfuerzo que Scott, una rotundidad y una verdad mucho mayores.
Porque lo que Scott conquistó, Cameron lo ennoblece acercándolo mucho más a la mirada del hombre corriente, de forma muy diferente a la mirada gélida y distanciada del gran Scott de 'Alien'. En la primera película la peripecia nos pone la carne de gallina, en un relato redondo e inolvidable, pero los personajes no nos afectan especialmente. En la segunda nos llevamos una gran sorpresa: todo eso también está, pero los personajes nos importan. Y mucho. De pronto Newt, Vásquez, Hudson, Hicks, Gorman, Ripley...se nos antojan tan reales, tan cercanos, tan vivos como nosotros mismos. Por eso su epopeya apocalíptica nos afecta mucho más.
Era inevitable comenzar con la obra maestra de Scott para hablar de 'Aliens'. De otra forma el análisis que culminaremos este viernes no hubiera sido justo.