'Los europeos' llega hoy a Orange TV tras su buena acogida en Málaga y a la espera de que se normalicen los estrenos en salas de cine. La película de Víctor García León, una hermosa adaptación de la novela homónima de Rafael Azcona, cuenta con un fantástico trío protagonista y una importante carga de melancolía y desencanto de la que hablamos con su director.
El increíble mundo cambiante
Kiko Vega (KV): Han pasado casi 15 años desde 'Vete de mí'. En qué habéis cambiado Juan Diego Botto y tú.
Víctor García León (VGL): Yo soy padre, tengo canas, estoy más gordo y tengo nuevas manías. Botto no, Botto está igual, cachas, con un bigote estupendo. No me compares con él, por favor. Creo que ha cambiado el mundo en términos sociales. Si el comunismo fracasó cuando se destapó el agujero del muro de Berín y encontraron a cuatro canallas enriquecidos y a una sociedad de clase media completamente desprotegida, con la caída del liberalismo ha pasado exactamente lo mismo. La gente no tiene ahorros para dos meses ni capacidad para tener médicos o educación. La sensación es el mundo está cambiando demasiado rápido. Citando a Carlo Padial, que se preguntaba el otro día en qué piensa uno cuando se cae por las escaleras, pues eso mismo. No piensas, solo te caes por las escaleras. Esa es la sensación, que llevamos 15 años con un juguete medio roto y en el último medio año ha terminado de romperse. La sensación es de desconcierto.
KV: Cómo es entrar en territorio Azcona, ¿hay más respeto?
VGC: Sí, aunque supongo que en eso soy menos racional. A mí lo que me interesaba de 'Los europeos' es que había una buena novela y una película que yo veía clara y que me apetecía hacer. Eso lo valoraba más que el nombre de Rafael Azcona. Ahora es cuando me doy cuenta de que fui un imprudente, pero también es verdad que la novela se mantiene exactamente igual y nosotros lo que hacemos es una propuesta. Ahí está la novela para quien quiera adaptarla. Creo que en esa inconsciencia está la libertad a la hora de realizar un trabajo como este. Si intentas hacerlo todo respetando al 100% se te quitan las ganas de hacer películas o de ofrecer tu visión de según qué cosas. La inconsciencia es el último refugio de los cineastas.
Parezco imbécil diciendo estas cosas, pero es así. Si quiero adaptar 'Don Quijote de la Mancha' no puedo ni poner la cámara en ningún sitio sin que suponga una traición total a lo que todo el mundo espera. Con Azcona pasa un poco eso. También pasa con Berlanga, pero creo que Rafael tenía ese lado más taciturno ahí escondido.
KV: La película no cumple ni una sola de las expectativas del espectador, ¿era algo que tenías en mente o sale solo?
VGC: La novela era una comedia romántica subvertida. Te planteaba una historia romántica mil veces vista y te iba traicionando todas y cada una de esas expectativas de una manera casi frustrante. Aún así, habiendo llegado al final, uno espera que el chico corra a por ella y tengan un gran futuro juntos lleno de hijos. Ya hay un punto en la novela que creo que es lo que nos pasa en las historias románticas. Nos enamoramos de la fantasía y al final la realidad inevitablemente nos va defraudando constantemente. Espero que la película también se vea así.
KV: El último plano de la película es abrumador, deja claro todo esto que me estás contando.
VGL: Era la intención. Ojalá nos haya salido, todos estamos en ese zapato. Seguramente ese zapato diga más de lo que yo siento que cualquier discurso ideológico.
KV: ¿Habías tenido acceso a algún borrador o a algún acercamiento de Berlanga con la peli?
VGL: He escuchado a Bernardo Sánchez, el guionista, hablar del tema, pero nunca he tenido esa posibilidad. Entiendo que no se hizo en su día por problemas de censura, pero tampoco querían vincularlo al destape una vez finalizada la censura. Era imposible hacer una película en los 70 sobre dos chicos que se van a follar a una isla sin que cayese irremediablemente en el terreno del destape. Se quedó sin hacerse por una razón al principio y justo por lo opuesto después. Los actores me decían que en texto era muy Landa, y es que es así. Es verdad. Lo que pasa es que intentamos ser honestos con el landismo. Pero eso existió. Un país reprimido, lleno de gente sin educación, probablemente con problemas de alimentación, cuando abren las fronteras y llega gente con ganas de cachondeo, pues seguro que los españoles se volvieron locos. Quería contar la parte más sórdida del asunto. Cómo vas a salir de una pensión de Madrid, fumando colillas y de repente te hace caso una sueca. Te debes volver loco, claro.
KV: Una hostia de realidad que se refleja en la película
VGL: Cuando la gente se pone nostálgica siempre me apetece preguntar de qué año exactamente sienten nostalgia, porque hostia, venimos de un pasado muy terrible.
KV: Ahora que mencionas la nostalgia, he tenido una sensación muy extraña viendo la peli. Esas fiestas, esa ausencia de distancia social… ¿ves la película con ojos distintos ahora? ¿Sientes nostalgia de tu propio rodaje?
VGL: Desde luego, esto del coronavirus le ha dado como un sentido nuevo e inesperado a la película. La nostalgia se ha convertido en otra cosa de lo que era cuando la hicimos. Nosotros intentamos huir de la nostalgia de evocar un pasado idílico y al mismo tiempo ver a gente tomando una cerveza en un bar suena a, si no un mundo mejor, sí a un mundo. Lo que tenemos ahora es un sucedáneo. No sé si la situación le dará una nueva lectura o una distinta al público, pero desde luego se ve con otros ojos.
KV: Entre 'Vete de mí' y 'Selfie' pasaron más de diez años, pero a partir de la peli con Santi Alverú no has parado. ¿No querías volver a “desaparecer”?
VGL: Ojalá poder hacer análisis socioculturales de por qué estuve ese tiempo sin hacer pelis, pero la realidad es que he tenido dos hijos y luego tocaba ponerse las pilas a toda velocidad. Pasé de ser un artista que hablaba de la semiótica cinematográfica en los bares de Lavapiés a un profesional que debe sobrevivir. Antes me angustiaba mucho y hora disfruto más del cine. Pero sí que ha habido una parte muy real de la vida que me ha puesto las pilas.
KV: Con las dos series de Juan Carrasco has hecho comedia de primera categoría, pero de alguna manera ese desencanto de la bajona ya estaba en ‘Selfie’. Ahora has vuelto a mirar hacia el lado más amargo de la vida. ¿Dónde te encuentras más cómodo?
VGL: Todo tiene su encanto. Con el paso de los años me he dado cuenta de que me gustan mucho las comedias, pero muchas veces me decepciona la frivolidad de algunos de sus finales. Terminas perdiendo un poco el interés por los personajes. En cambio creo que los dramas pueden tardar mucho en arrancar, y seguramente en ese lugar intermedio, que seguro se parece más a la vida, me encuentro más cómodo. Me gustaría que te importasen los personajes y no te los tomases en serio al mismo tiempo.
KV: Tu trío protagonista es espectacular, pero la metamorfosis de Botto es impresionante. Es un personaje que parece realmente salido de la obra de Azcona. ¿Cómo preparasteis esa caracterización?
VGL: Pues si te lo digo igual vas a pensar que estamos muy locos, pero fue analizando a los Panero. Viendo cómo se movían, como hablaban… la indolencia agresiva de la esa clase altísima, nos gustaba todo de ese lenguaje corporal. Creo que Botto ha hecho un trabajazo con ello. Me fui pensando en que deberíamos volver a estos personajes.
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