Esta noche TNT España estrena una de las mejores series que podemos ver este año, 'Maricón perdido', un viaje de comedia dramática en seis episodios en donde Bob Pop cuenta una fábula a través de su vida y sus experiencias juveniles.
«Me parecía un disparate escribir una serie sobre mí, sobre mi vida», confiesa Bob Pop, el creador de la serie nada más comenzar la rueda de prensa a la que hemos asistido. Para el escritor y guionista, tenía ante él un reto que le divertía para «acabar haciendo una especie de Lladró con una gran palada de mierda y los Lladrós siempre quedan bien en cualquier sitio».
La serie, a pesar de su componente semiautobiográfico navega mucho con la fantasía y con el cuento oscuro. Algo que tiene claro Candela Peña ('Hierro'), que interpreta a la madre de Roberto:
«Fue un viaje muy oscuro porque ahora veo que la madre hace como gracia. Como madre es terrorífica. Es una madre que boicotea a su hijo, que anula su verdad, que lo esclerotiza. Yo quería hacer la perversión; eso de que hay buenas y malas madres y cómo las heridas que nos hacen a veces nuestros progenitores marcan el resto de nuestro proceder o nuestra vida. Y yo pensaba hacer esa madre escollo, terrorífica y terrible, pero como soy madre, me daba pavor meterme.»
«Yo he tenido muchísima más suerte (...) No he tenido esa madre castradora», comenta Gabriel Sánchez, quien interpreta al Bob adolescente. El actor, de dieciséis años, encontró el trabajo gracias a estar navegando por Instagram: «Estaba en mi casa y de repente veo un casting que dice "buscamos chico no atlético", y dije "pues yo soy no atlético"»
Su contrapartida veinteañero, Carlos González, habla del proceso de encarnar a un personaje que es tan real como Bob: «Era muy importante para mí poder preguntar a Bob preguntas muy concretas». El actor trabajó mucho el poder empatizar con su personaje y conocerle más a fondo.
«Una de las cosas que más se parecía a mi tenía que ver con eso de las primeras veces. Llegar a Madrid, yo también vine a estudiar teatro, era nuevo en la ciudad. Entonces esa cosa del misterio, del llegar, de descubrir, conocer a gente... yo estaba en el pueblo, no sabía lo que era Chueca. También me llevé una decepción, la verdad, porque pensé que era un mundo lleno de fantasía pero luego te das cuenta de que tal»
Más veterana es Alba Flores, que hace de Lola, la mejor amiga de Bob en la ficción: «me decía que era una especie de continuación de la luz que aportaba en la infancia el abuelo (...) Esa figura de amigos y amigas que te van aportando luz y te ayudan y animan a salir de muchos armarios».
Plasmando la vida de Bob
Alejandro Marín es un director novel que llegó al proyecto mientras trabaja en su primer largometraje. Para él, el mayor reto de 'Maricón perdido' era trasladar toda esa imaginería y sensibilidad a imágenes:
«[Bob] me dejó muy claro que para él era superimportante que la serie respirase mucha verdad incluso en las escenas más crudas. Pero a la vez que abrazara y que fuera muy acogedora. El reto estaba ahí: conseguir que la voz de Bob, que hemos conocido en Late Motiv, en su novela, que es muy ecléctica porque va de la crítica al humor, a verdades incómodas, etc. un universo muy completo, muchas referencias literarias... Como esa voz tan característica que conocíamos en otras facetas se trasladara al tono de la serie. Y eso en imágenes, al conseguir con la fotografía, qué secuencias rodar a cámara en mano y más cerca de los personajes para que tuviese una visión más naturalista y que luego de repente la fantasía lo diéramos todo y que sacáramos toda la artillería. Y al final encontrar ese equilibrio entre la verdad, la ficción y que se fuera entrelazando y desde el arte también. Hablamos mucho con Bob para que la serie, dentro de que fuera de época, no tuviese un tufillo vintage ni nada, sino que realmente fuera rigurosa pero que a la vez pudiéramos explotar los colores.»
'Maricón Perdido' va de escritura. De escribir con la cabeza, de escribir con el cuerpo: «la escritura nos parece automática y normal, pero cuando el cuerpo se rebela, se esclerotiza, etc. te des cuenta de que también es un esfuerzo físico», declara Bob, quien considera la Esclerosis Múltiple con la que vive como un primer encontronazo con la incertidumbre a lo bestia como persona adulta.
Eso sí, Bob aclara que esta no es una gestión "terapéutica" del dolor: «Yo no hago terapia escribiendo, la terapia solo se puede hacer cuando uno paga». El autor, además, tiene muy claro que no está muy de acuerdo con lo de que hay que sufrir en la vida:
«El dolor no te hace mejor y utilizarlo como medalla es terrible y no hay nada más peligroso para mí que los supervivientes. Aquellos que se autoerigen como supervivientes y creen que la vida les debe algo y que han cruzado un umbral que les hace intocable en muchos sentidos. Todo lo contrario. Todos seríamos muchísimo mejor sin dolor porque nos habría dado tiempo a hacer cosas mucho más interesantes en vez de ir curando heridas y disimulando cicatrices.»
Color en el dolor
Una de las cosas que sorprende de la serie (o no tanto conociendo a su creador) es cómo aun siendo dura, la serie no es revanchista e incluso hay siempre mucha luz en los pasajes más oscuros:
«Hay un componente marxista en eso, que tiene que ver con los componentes materiales. Cuando te sientes un privilegiado (...) y tienes la posibilidad de expresar tu voz después de estar mucho tiempo callado por miedo a que se notara la pluma y te pegaran una hostia en el patio, cuando las condiciones materiales y emocionales funcionan, sería muy mezquino por mi parte que eso no se trasladara a la serie (...). La serie es un agradecimiento a haber llegado a contar esto; un agradecimiento a que muchas cosas que viví, si no hubiera tenido en mente el poder contarlas, hubieran sido insoportables. Con lo que todo lo que podía hacer era aportar luz, pese a que haya mucho chunguerío ahí. Para mí era muy, muy, muy básico que la bondad y la luz y la consciencia de tener ese privilegio estuvieran ahí.»
Preguntado sobre si notaba menos libertad ahora que antes, Bob Pop asegura que, en lo personal, «ahora es cuando soy más libre, pero tengo la sensación de que todos tenemos más miedo de hablar». El por qué tiene que ver más con el clima político actual:
«Estamos en un momento raro para hablar porque se mezcla esta cosa de la ultraderecha que ha conseguido tener un espacio en el cual ya son, o aparentan tener, masa crítica para que la gente le preocupe lo que digan de ellos y cómo pueden azuzar; y por otro lado cierta izquierda que está trabajando ahora con una vuelta a un conservadurismo como aldeano y neofalangista que me da bastante yuyu y con la que esta serie, que no es nada nostálgica y casualmente lucha a su manera.»
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