‘Guardianes de la Galaxia Vol. 3’ no es la mejor película de James Gunn, pero seguro que es la más James Gunn de todas las que ha dirigido para Marvel. En principio, tiene todos los ingredientes de su versión más comercial: no puede tener más criaturas geniales, diseños inspirados, los mejores efectos vistos en el MCU desde hace unas cuantas películas, muchos momentos oscuros, un gran villano, personajes que brillan y dan lo mejor de sí mismos y una gran banda sonora, como siempre. Es un buen cierre de trilogía.
Tiene grandes aciertos como Cosmo, devuelve la fe en los villanos de la factoría y supera a muchas otras entregas recientes, pero, quizá también hay demasiadas oportunidades perdidas y en general es la peli más caótica e imperfecta de su director. Esto deja sensaciones encontradas porque por una parte, es el guion menos pulido de su carrera, con muchos, demasiados, momentos extendidos más de la cuenta. Todo Warlock sobra. Tiene algunos momentos, pero no aporta nada al conjunto, y resta en la definición de tramas de personajes que se quedan en su punto de partida.
Los personajes gritan en todo momento, es una película que grita todo, constantemente, al espectador, y se concentran algunos de los peores tics del autor, como el exceso de momentos de cámara lenta, vuelta una y otra vez al plano frontal de ellos caminando... Los momentos emocionales se convierten en empalagosos porque se sostienen siempre más segundos de lo necesario, incluso en la catarsis final parece repetir y repetir una escena de baile de la que no se quiere despegar (y que ya vimos en la más sencillo pero superior Especial Navideño). Pero también aparece el Gunn que más nos gusta en cantidades industriales, y no solo por sus planes imposibles muy bien resueltos, su mucha aventura, acción y trucos bajo la manga que funcionan.
Pero lo más importante es que vemos al verdadero autor de ‘Slither’ y el guionista de ‘Amanecer de los muertos’, el mismo que había salido en la magistral ‘El escuadrón suicida’, que había estado bastante oculto en su etapa de Marvel. Y aquí se cuela en el gran blockbuster con detalles como el diseño del Orgocorp, lugar plagado de excrecencias neocárnicas y cultivos de masa orgánica informe que recuerdan a las mutaciones de los cómics de Dave Cooper y Jim Woodring, muy presente ya en su primer film.
Que este capítulo confirme que toda la trilogía circule alrededor de Rocket es una maravilla, pero no solo porque Gunn aplica una lírica de lo freak en los momentos de flashbacks que conectan con todo su imaginario de marginados protagonistas. Estos navegan entre lo emocionante y la manipulación y acaban siendo deprimentes. Lloras sí, pero no acaba de cuajar el tono con otros momentos musicales, que parecen llegar a contrapelo y los diseños salvajes de la morsa, nutria y conejo se debaten entre lo descorazonador y el inapropiado “que diseño tan molón”.
La herencia de Moreau
Pero, a cambio, Gunn toma esa semilla argumental y nos ofrece todo un planeta del Dr. Moreau, el resultado de años de experimentos con animales (en capsulas que parecen las de 'La mosca' de Cronenberg), que han crecido y han formado una sociedad, que en vez de convivir en una isla lo hace en un lugar parecido a la tierra y que, pese a tener una dinámica suburbana como la de cualquier sitio de EE.UU., está controlada por el creador, como en la novela de H. G. Wells.
Gunn acaba llevando su space opera rock al terreno de los mad doctors y rebeliones animales, pero más que la obra de George Orwell, tiene más que ver con la desgarradora ‘Los perros de la plaga’ (1982), una película de animación de culto, como esta, nada infantil, sobre perros escapando de un laboratorio de experimentación con un protagonista que, como Rocket, lleva la cicatriz de la operación craneal.
A partir de esa idea, desata una gran colección de criaturas y experimentos fallidos que van desde las mutaciones al estilo de Las películas de acción real de las tortugas ninja a los híbridos tecnocárnicos de ‘Mortal Zombie’, el steampunk gore de ‘Frankenstein's army’ o los seres marinos con patas mecánicas de ‘Gyo’, de Junji Ito. Pero también se deja notar en pequeños momentos, como esa cabeza de Groot andando con patitas, en una referencia directa a 'La Cosa' de John Carpenter.
El villano de ‘Guardianes de la Galaxia 3’ se compara por Quill con Robocop, con razón, porque el diseño de la cara está directamente inspirado en el que llevaba Peter Weller bajo el casco, aunque muchas de sus creaciones contranatura parecen de la aún más truculenta segunda parte. Su máscara esconde otra realidad, como el Mad doctor gótico de ‘La cura del bienestar’ y su ejército podría formar parte de los híbridos de carne y robot de la reivindicable ‘Virus’.
Aunque sea la obra menos equilibrada de su carrera, la cantidad de seres, engendros y experimentos que circulan por la pantalla hacen que sea improbable que volvamos a ver algo así en Marvel o un gran blockbuster en mucho tiempo, con un gran catálogo de criaturas, nueva carne y gore codificado en evento para toda la familia. Gunn se siente como un infiltrado, logrando llevar su imaginario y toda una herencia underground a los multicines, y como propuesta de autor, es el tipo de bomba de creatividad que parece existir solo por poder haber ganado un pulso a Disney.
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