Dice Coppola en los comentarios del director (sensacionales) del DVD de esta película, que ‘El Padrino, part II’ “no es una película que quisiera hacer especialmente”, y es comprensible que esto fuera así, después del duro rodaje y de las tensiones soportadas con los directivos del estudio y con los productores. Les dijo a los directivos que no tenía ganas de dirigirla, pero que probablemente sí la produciría, y que encontraría un director apropiado para ellos. Coppola había pensado en Martin Scorsese.
Finalmente la dirigiría él mismo, pero puso una serie de condiciones irrenunciables: que ni el estudio ni Bob Evans tuvieran nada que decir a ninguna decisión suya, un sueldo muy elevado para un director en aquella época, y que la película se llamara ‘El padrino, parte II’. De hecho, lo de emplear los números romanos es una costumbre que se inició con esta película. Tras el rodaje de ‘La conversación’, se iniciaba la compleja producción de la segunda parte de un hito cinematográfico, que doblaba en presupuesto a su antecesora, con el mismo reparto (los que sobrevivieron a la matanza del final de la anterior…), y que para muchos es la mejor de la trilogía.
Se inicia además con ella el empleo de Coppola de materiales literarios preexistentes que parecían completamente agotados de antemano, por el hecho de estar ya muy manidos, o, como en este caso, por haber adaptado gran parte del material del libro con la primera película. Lo haría Coppola en más ocasiones, pero en esta, contando además con el autor del libro, Mario Puzo, como cómplice a la hora de tramar esta historia, se saca oro de lo que no se vio en la primera parte, armando un argumento bastante más extenso, con más personajes, y, si cabe, incluso más ambicioso que la primera parte.
Lo cierto es que todo fue como la seda, tanto la redacción del enorme guión, como la producción y la dirección de la película. Con localizaciones en Cuba, Nueva York, Sicilia, Las Vegas, Los Angeles, no sufrió ninguno de los contratiempos con los que generalmente Coppola tiene que lidiar, si bien esto raramente afecta a la realización de sus largos (aunque sí afecta, y de qué manera, a su carácter y su vida personal…). En pleno rodaje le otorgan a Coppola la Palma de oro del Festival de Cannes (probablemente, el premio cinematográfico más importante que existe) por su maravillosa ‘La conversación’.
Por supuesto, repetirían también sus más cercanos colaboradores, los responsables del aspecto y de la luz de la anterior película: el diseñador de producción Dean Tavoularis (que ha trabajado para el director en trece ocasiones), y el operador jefe Gordon Willis, quien tras los riesgos que corrió con la confección de la luz en la primera parte, se veía ahora en la tesitura de ahondar aún más en esa estrategia de representación, mientras, al mismo tiempo, debía otorgar un nuevo carácter lumínico a la historia que transcurre medio siglo antes, sin perder la necesaria unidad.
La historia sufriría algunos pequeños cambios de última hora. Estaba previsto que apareciera Clemenza en esta película, sin embargo observamos que Pentangeli (inolvidable Michael V. Gazzo) lleva un brazalete negro y habla de su repentina muerte. Lo cierto es que no se llegó a un acuerdo con el actor que interpretaba a Clemenza, el gran Richard Castellano, y no fue por una cuestión monetaria, sino porque el actor insistió en que un buen amigo suyo escribiera sus diálogos en la película, algo a lo que, como es lógico, Coppola se negó en redondo, sin pensar nunca que Castellano se negara a aparecer por eso en la siguiente película.
Pero lo cierto es que las negociaciones fracasaron, y el personaje de Frankie Pentangeli viene a sustituir lo que hubiera sido del personaje de Clemenza, en una improvisación de escritura de última hora. Pero a veces los actores son así, pueden empecinarse indebidamente en algo que resulta inconveniente para el buen desarrollo de la película. En ese sentido, Coppola se llevó un buen susto con Pacino justo ante de empezar el rodaje, pues le hizo llegar un mensaje a través de su abogado en el que le hacía saber que no estaba contento con el guión y que no pensaba hacer la película. Y esto cuando ya estaban construidos los decorados y la producción estaba en marcha.
F.F.C. pidió reunirse, un viernes, con Pacino el lunes siguiente, para intentar convencerle. Se pasó el fin de semana reescribiendo el guión con tal de contentar a Pacino. Finalmente se lo dio el martes, hecho polvo, después de trabajar sin parar. Pacino aceptó, como todos imaginamos, el nuevo guión. Años más tarde le confiaría al director que pensaba hacerlo de todas maneras, pero que quería ver que estaba tan entregado como en la primera parte.
Del mismo modo que con la primera parte, analizaremos desde el principio hasta el final, esta segunda parte, que supera sin lugar a dudas a la primera (ahora sólo me viene a la cabeza una segunda parte tan rotundamente superior, y es ‘Aliens’, ambas formarían de hecho el díptico perfecto de segundas partes, tanto para tragedia como para thriller…), consagración de De Niro como excepcional actor, que en aquel momento era una estrella emergente, y que ya había hecho la prueba para Sonny en la primera parte.
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