Aunque parezca que no tiene nada que ver, el mundo del cine, la cultura y el poder del dinero se conjugaron para crear el fenómeno musical que conocemos hoy
La industria del cine y la realidad tienen una forma de confluir tan hermosa y extraña a la vez, que no nos asombra que la vida real inspire a las historias de la gran pantalla y que el éxito de la industria tenga impacto en la cultura, y como muestra el caso de éxito de una cinta de Steven Spielberg que, en su momento tuvo tanto éxito, que el gobierno de Corea del Sur no se quedó atrás y decidió seguir sus pasos buscando impulsar su industria cultural.
Cuando 'Parque Jurásico' llegó a los cines en junio de 1993, no solo marcó un antes y un después en los efectos especiales con su innovador uso del CGI, sino que también se convirtió en un fenómeno económico. La película recaudó más de 900 millones de dólares a nivel mundial, convirtiéndose en una de las películas más taquillera de la época y cuyo éxito económico inspiró al país asiático a invertir en la proyección de su cultura a nivel internacional.
Como se retoma en un trabajo escolar de dos estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts donde estudiaron el caso del crecimiento de la industria cultural y el papel de gobierno de Corea del Sur, fue a principios de los años 90 cuando el gobierno coreano reconoció por primera vez el alto valor económico que tienen las industrias culturales.
Durante la administración de Kim Young-sam, un informe presentado por el consejo asesor presidencial sobre ciencia y tecnología sorprendió a muchos funcionarios gubernamentales y coreanos al afirmar que los ingresos totales de la película de 'Parque Jurásico' son casi el equivalente a las ganancias por exportar 1,5 millones de automóviles Hyundai.
Como respuesta, el gobierno estableció la Oficina de la Industria Cultural (CIB, por sus siglas en inglés) dentro del Ministerio de Cultura y Deportes (el equivalente del Ministerio de Cultura y Turismo en la actualidad) en 1994, y lanzó la Ley de Promoción Cinematográfica en 1995 para atraer inversiones a la industria cinematográfica. Desde entonces, el término "industria cultural" comenzó a generalizarse.
La oportunidad ante la crisis
En la década de 1990, Corea del Sur atravesaba una transformación económica y cultural. Tras la crisis financiera asiática de 1997, conocida como la Crisis del FMI, el gobierno surcoreano apostó por desarrollar las industrias creativas como una forma de diversificar su economía. La ola Hallyu (ola coreana), que incluía la música, el cine y las series de televisión, comenzó a tomar forma como una estrategia para exportar cultura y generar ingresos.
A finales de los años 90, grupos como H.O.T. y Seo Taiji and Boys comenzaron a incorporar influencias internacionales en sus canciones, desde el hip hop hasta el pop occidental, emulando los modelos de éxito global. Sin embargo, fue la ambición de crear una industria musical al estilo de Hollywood lo que llevó al K-Pop a lo que conocemos hoy: una maquinaria perfectamente engrasada que combina música, coreografías elaboradas y un marketing global impecable.
Aunque Steven Spielberg probablemente no tenía idea de que su película contribuiría indirectamente al auge del K-Pop, una de sus películas más entrañables demostró el potencial transformador de la cultura popular global. Su éxito fue una inspiración para Corea del Sur, un país que entendió que el entretenimiento podía ser no solo una fuente de orgullo nacional, sino también una herramienta económica poderosa.
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