Con la finca de los Corleone convertida en una verdadera fortaleza, comienza un bloque muy tenso en esta película, que culmina con el asesinato de McCluskey y Sollozo por parte de Michael. Pero antes somos testigos del fascinante mensaje siciliano que les llega a los Corleone para advertirles que Luca Brasi duerme con los peces (su chaleco antibalas, que envuelve un pescado). Michael acoge la noticia con frialdad, y de su rostro (esto es muy importante, pues aunque pasa algo desapercibido, es uno de los poderes del montaje) pasamos a corte al pequeño bloque en que se vengan del guardaespaldas de Vito, que es un traidor. No cortamos desde el rostro de Sonny (actual jefe en funciones), sino desde Michael. Detalles como ese quedan ahí, en el ánimo del espectador, para hacer más creíble el cambio progresivo de la historia hacia Michael.
También es detalle de director muy sensible a sus personajes (qué pocos lo son) la breve y muy creíble forma de adentrarse en la rutina doméstica del terrible Clemenza (estupendo, imponente, Richard Castellano), cuando se despide de su mujer (en rulos), y con los niños jugando en los alrededores. También con los diálogos, pues avisa al futuro cadáver Paulie de que tenga cuidado con los niños al dar marcha atrás. Estas tramas secundarias tendrán mucha menor cabida a medida que avance la trilogía, y son una muestra del interés de Coppola en retratar también una época y un ambiente, en dar credibilidad. El asesinato de Paulie está filmado muy elegantemente, con el sonido de los disparos sobre la imagen de Clemenza pretendiendo (o no…) echar una meada. Veremos el cadáver, pero nada especialmente truculento. Entra suavemente el tema de los Corleone, de Nino Rota. Esto es una liturgia de la muerte.
De forma muy elegante, encadena desde el cadáver de nuevo a Michael, curiosamente el personaje con el que habíamos pasado a este bloque. Está solo, en un banco cerca de la casa. Esta forma de explicitar que se siente fuera de lugar está inspirada, quizás, en ese Ethan errabundo sin hogar. La música continúa de la secuencia anterior, cálida y amenazante al mismo tiempo, como queriendo indicar que la telaraña se cierne sobre Michael sin que este pueda evitarlo. Da la sensación, inequívoca, de que han pasado varios días, y sin ningún truco narrativo que lo demuestre. Clemenza le llama “Mickey”, dando también idea del poco respeto que le tiene, pese a ser hijo de su don. Incluso le enseña a cocinar (por cierto que en cada capítulo de la saga se explica una receta), pues como caporegime sabe cocinar para sus hombres. A continuación Sonny insiste en que le acompañen dos hombres al centro, a pesar de que no cuenta para nada. Todos parecen asumir su condición de hermano menor y débil.
Pero Michael sabe bien lo que hace y es valiente. Después de despedirse por un tiempo de Kay, en una escena realmente triste, acude al hospital a ver a su padre. El plano general exterior del mismo es una sombra, sólo animada por luces navideñas. Y en cuanto se corta a él, suenan las dos notas amenazantes de piano, que son como un presagio siniestro. Ya sabemos que esta secuencia nos va a poner la piel de gallina antes de empezar. Michael descubre que en el hotel hospital no hay nadie. No sólo que los hombres de Santino no están, no hay ni médicos. Prosiguen las notas amenazantes. Si nos fijamos bien en estos planos, veremos que después de que Michael esconda a su padre, pasa un montaje con los pasillos vacíos. Pero son los mismos planos de antes, sin Pacino. Son las colas de los metros de película. Lucas, que echó una mano aquí y allá durante el rodaje, advirtió a Coppola de que iba a necesitar varios metros (de película) de pasillos vacíos. Como no había tiempo de rodar más, Coppola empleó el principio o el final de los planos de Pacino. A esto se le llama ingenio. Y al momento del cambio de la música, cobrando protagonismo la trompeta por encima del piano, cuando echa a correr Pacino por los pasillos, a eso se le llama criterio.
Reconozco que la aparición de la enfermera me da un vuelco el corazón cada vez que veo este momento. No solamente aparece en primer término, blanco, sobre el segundo término que es Michael, prácticamente una sombra, sino que su susurro está destinado a destrozarte los nervios. Resulta fascinante observar cómo va funcionando la mente de Michael para salir del tremendo embrollo: están completamente solos y van a venir a matar al don. Llama a Santino, pero no va a recibir ayuda pronto, tiene que actuar. Convence a la enfermera a base de mirada y de presencia de llevarse al don a otra habitación oculta. Es entonces cuando tienen lugar los planos de habitaciones y pasillos vacíos (un hospital muy sombrío, que huele a muerte), que culminan con el plano que vemos arriba del todo de esta entrada, y con la aparición en las escaleras de un hombre en primer término, lo mismo que la enfermera, pero que es una sombra negra. ¿Un asesino a sueldo?
El coraje y la inteligencia de Michael al reconocer a un hombre que no es un asesino, sino el hijo del pastelero de la boda, son asombrosos. Enzo se ofrece a ayudar a Michael (su acento italiano es tan espantoso que repite dos veces un “for your father”), Michael se lo piensa sólo dos segundos, y decide una temeridad para salvar a su padre. Después besa la mano del don, que está emocinado (vemos, aunque con dificultad, una lágrima) de que el hijo que creía más alejado de él, se arriesgue y le salve de esa manera. El amor filial siciliano surge con una fuerza tremebunda. Es más que amor, es una fuerza irresistible. Y la idea de Michael de esperar en la puerta con Enzo, al modo de dos pistoleros que guardan al don, funciona. Sin pegar un solo tiro, quedándose quietos, convencen a los pistoleros que acuden en coche, de que el hospital está custodiado. ¿Duda Michael, tiene miedo? En ningún momento. Enzo sí (y el espectador también), y le tiemblan tanto las manos que no puede encenderse el cigarrillo. Michael ha demostrado ser magistralmente inteligente: sólo con un gesto sabe que puede engañar a cualquiera.
Que el capitán de policía McCluskey (un arrollador y ya casi anciano Sterling Hayden), quien aparece entre las sombras y tras el sonido de un trueno, machaque de un terrible golpe la cara de Michael, confirma la predestinación de Michael. Hay un segundo trueno después del doloroso puñetazo que le asesta. Uno tiene la sensacion de que el capitán es un corrupto desde que le ve. Qué gran presentación de un personaje. Pero Michael ha conseguido lo que se proponía. El capitán no ha podido matar al don. A la mañana siguiente acude con la cara hinchada por el golpe a la fortaleza de los Corleone, donde se entera del asesinato de Bruno Tattaglia. Santino está pletórico. Más que estar decidiendo sobre la vida y la muerte de muchas personas, para él es un juego, y siente placer jugando. Tom está mucho más sombrío y preocupado. En la reunión que tiene lugar (sería muy divertido contar cuántas hay en la trilogía, Coppola se siente muy cómodo en ellas) Hagen acaba enfrentándose a Santino, que es un terco que sólo piensa en tener la cabeza de Sollozo. Incluso llega a ordenarle que no le de más consejos…¡y es el consiglieri (consejero) de la familia!
La reunión comienza con un plano master (muy largo) al que se va a regresar continuamente, falseado, pues por necesidades de espacio, el plano master 1 se convierte, con un montaje apenas perceptible, en otro plano master ligeramente más amplio, que sigue a Santino y Tom hasta que ambos quedan al otro lado de la habitación, discutiendo, y Santino se sienta. La segunda cámara (recordemos el estilo de Coppola a dos cámaras) recoge los primeros planos de Santino y Tom, aunque ya con la discusión finiquitada. Cerrando más y más los planos Coppola da idea de la situación agobiante y desesperada de los Corleone, que no pueden matar al capitán de polícía para matar a Sollozo.
Regresamos al plano master, de forma muy ingeniosa, con un movimiento hacia su mesa de Tom, pasando cerca de Michael. Entonces sucede. Michael empieza a hablar. El plano master se detiene y con un lentísimo travelling comienza a acercarse a Michael en su decisión de eliminar al capitán. No hay planos cortos de otros pesonajes hasta el final de su diálogo. Michael está sentado como un don, su presencia es impresionante. Es, de lejos, el más frío e inteligente de una habitación de criminales de élite, por así decirlo.
Al acabar de hablar todo queda en silencio. Nadie había imaginado que Mike fuera tan frío. La segunda cámara va recogiendo primeros planos de Clemenza (que es el primero en reir), y del resto de los presentes. El primer plano de Santino luego tiene un retome un metro más atrás (es decir, corta sobre el mismo eje) para poder recoger también a Michael de espaldas cuando aquel le besa. Por supuesto, intenta ridiculizarle, pero Michael no se amilana. Tiene una idea, que seguro que acaba de ocurrírsele, pero así funciona la mente de Michael: echar por tierra la reputación del capitán antes de eliminarle. Algo aliviará la situación de los Corleone. De pronto es Michael el que mejor piensa, y el que va a apretar el gatillo. En una sola secuencia observamos el modo en que Michael decide, aún sacrificándose, el mejor plan de todos, y empieza a perfilarse como el más fiable e inteligente jefe conque puede contar la familia. Además una secuencia magníficamente planificada, que termina, como debía ser, con un primer plano de Michael, que corta a un plano detalle de la siguiente secuencia: la mano de Clemenza sujetando el revólver con el que matará a Sollozo.
El plano detalle dura bastantes segundos, con toda la explicación de Clemenza, e incluso cuando Michael lo coge. El revólver es el protagonista. Hasta que Michael dispara, no sin esfuerzo. Ahí corta al siguiente plano. Una breve secuencia de aprendizaje para Michael, filmada con pocos planos. La siguiente es la despedida, en la que en pocos minutos tanto Tessio (un lacónico y muy estimulante Abe Vigoda) como Clemenza dan los últimos apuntes a Mike sobre qué hacer en la cena. Son dos profesionales que instruyen a un novato. La fotografía del restaurante es opresiva, a falta de otra palabra mejor, con una luz superior dura, levemente rojiza. Además, todos los planos dedicados a un personaje tienen un ligero teleobjetivo que aplasta el fondo sobre ellos. El momento, muy largo, que el camarero dedica a descorchar la botella de vino, es el primer duelo de miradas entre el Turco y Mike.
Pero los planos más cortos son para Pacino. Hay otro muy corto para Solozzo, que sospecha cuando Mike va al baño. El momento del asesinato es como sigue: falso plano general en el que entra Pacino de escorzo volviendo del baño, desenfocado (como la enfermera y Enzo en el hospital, ahora él es la muerte, pero auténtica), y en lugar de dispararles tal como le habían dicho que hiciera, se sienta (con lo que la tensión del público aumenta muchísimo). El plano en que se sienta se va acercando en lento travelling a su rostro, mientras se decide. Suena un tren que pasa, mientras Sollozo sigue hablando.
Se levanta rápidamente, pasando por delante del prier plano de Sollozo. Le dispara a bocajarro en la frente. Una nube de sangre se instala sobre la mesa (un efecto muy difícil de lograr), primer plano de McCluskey helado, con el tenedor a punto de entregar carne a la boca, sin comprender qué ocurre. Michael le dispara a la garganta. Pero no parece bastar, McCluskey no cae. Le dispara un segundo tiro en la frente. Por fin se derrumba y rompe la mesa con su terrible peso. Por fin lo ha conseguido. Regreso al plano general inicial, con Michael arrojando la pistola. La trompeta de los asesinatos de la saga entra con fuerza atronadora. Michael huye en el coche que conduce Sollozo, en plano general exterior del bar. La secuencia se cierra con los cadáveres de Sollozo y el capitán, en una imagen típica de la guerra de bandas italianas de los años 40. 1h, 25min, 45seg de metraje.
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