El director estudia su infancia a través del cine, la religión y las dinámicas familiares complejas
Reconectar con aquel momento que lleva a los cineastas a hacer cine es algo que se da un punto u otro de sus carreras, especialmente si trabajan en una industria que cada poco vive una o dos crisis existenciales exacerbadas. La pandemia ha llevado a que esta reconexión con los orígenes sea más explícito, con directores entrando de lleno en su psique infantil desde la perspectiva que da el paso del tiempo y el comprender las cosas que pasaban a su alrededor.
Es un buen ejercicio de terapia, aprovechando las posibilidades del arte, aunque queda a veces la duda de hasta qué punto estamos nosotros invitados a la exploración dramática. A veces se da por supuesto que hay que estar involucrado en lo que sucede, al fin y al cabo es uno de los directores más importantes el que está estudiándose a sí mismo. Ese fue el punto de venta que debería haber convertido a 'Los Fabelman' en un éxito.
Una familia no tan modélica
En su lugar, se convirtió en una de esas películas de Steven Spielberg que pasan relativamente desapercibidas. 7 nominaciones a los Oscars celebrados este año y ganadora del premio del público en el Festival de Toronto, pero decepcionante a nivel comercial en salas, el terreno que el director precisamente domina. Quizá porque su exploración no cae en el sentimiento fácil o la sencillez, haciendo un turbulento retrato que se puede ver en streaming en Movistar+ además de en emisión en el canal de Estrenos a partir de la noche de hoy.
Firmando el guión junto al dramaturgo Tony Kushner, Spielberg convierte a su familia en Los Fabelman, un grupo que bordea el modelo idílico americano pero cuya realidad es más compleja. Un padre ingeniero (Paul Dano) y una madre de sensibilidad artística (Michelle Williams) encuentran abismos de todo tipo entre ellos, y esperan que la estabilidad económica que proporciona un trabajo en California solucione todo. Entre tanto, el joven y excéntrico Sammy desarrolla un intenso amor por el arte cinematográfico, que practica de manera amateur con sus hermanas y compañeros de colegio, al mismo tiempo que tiene dificultades por su herencia judía.
Es difícil resumir a grandes rasgos lo que Spielberg trata de contar, principalmente porque intenta unir todas las facetas posibles en un relato episódico. Los conflictos religiosos, las fracturas emocionales en el seno de la familia y el cine como intento de procesar lo que está sucediendo externamente e internamente. O como mecanismo para descubrir aquello que está siendo oculto.
'Los Fabelman': Spielberg ante el espejo
La caracterización de algunos personajes resulta a ratos poco convincente, y sus apariciones bastante a conveniencia. Quedan claras las diferencias existentes entre sus padres, el hombre práctico y obsesionado con el proceso en contraste con la madre más sensible que no se amolda a lo convencional. Ambos representan las facetas que definen a Spielberg, un artista de emociones muy efusivas además de con una visión privilegiada para plasmarlo desde lo técnico.
Es un don que, a ratos, en 'Los Fabelman' se ve como una maldición, especialmente cuando el joven análogo de Spielberg se ve a sí mismo pensando en cómo rodar momentos trágicos de su familia. Es una de las secuencias más arrebatadoras que se ha visto en el cine reciente, donde sí se consigue que forma y fondo alcancen una terrible exquisitez.
No toda la película está tan lograda como en esa escena, pero desde luego hay muchas cosas interesantes que rascar, además de rodada con la habitual excelencia técnica de Spielberg y sus colaboradores frecuentes. Además, nos da un exquisito momento en su recreación de su encuentro con John Ford, así que su mirada en el espejo, aunque imperfecta, sigue cargada de ideas que vale la pena desentrañar.
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