El cine de Ryûsuke Hamaguchi tiene unas mágicas cualidades que consiguen atraparte a pesar de que la inmensa mayoría del tiempo se componen de conversaciones muy pausadas y hasta estiradas. Pero no estiradas en un sentido peyorativo, donde sobrepasa los límites de la paciencia. Sus películas logran hechizarte incluso aunque estén sucediendo las cosas más mundanas en sus escenas y su puesta en escena parezca muy estándar.
Tres choques, tres verdades
La clave de todo es que nada es lo que parece. Primero, la sobriedad de su escenografía, aparentemente muy teatral, está para que los actores desarrollen las emociones de los diálogos y encuentren la imperfecta belleza de sus personajes. Al dejar respirar esas interacciones, Hamaguchi puede cortar para señalar de manera sutil al espectador lo que está pasando en lo que se está contando (y en lo que no). Es la gran cualidad de 'Drive My Car', una de las mejores películas del año. Aunque no la única gran obra del director japonés.
En un periodo muy próximo a su (anti)épica cinta de tres horas sacó también 'La ruleta de la fortuna y la fantasía', una prodigiosa colección de historias que se puede ver a través de Movistar+. Tres movimientos con tres situaciones diferentes y distintos protagonistas poblando las mismas. Una antología donde el japonés ya revela su gran habilidad para desentrañar la naturaleza humana y contarla de manera espléndida desde la quietud.
Un complejo triángulo amoroso, un intento de hacer un golpe perfecto a través de una trampa seductora y una reunión frustrada a causa de un malentendido. Tres episodios sin aparente conexión, pero en los que Hamaguchi mantiene una consistencia tonal, una manera de narrarlas, y en los que va realizando diferentes exploraciones de la falta de entendimiento y, al final, del arrepentimiento que podemos sufrir.
No es un arrepentimiento melodramático, siempre lo afronta desde el sosiego. Al final, al ahondar en esos sentimientos, encuentra una compleja sensación de paz que da un aura especial a todas las historias, al igual que lo hacía con 'Drive My Car'. Su manera de enfocar las interacciones va despertando orgánicamente todas las aristas de los personajes, volviéndolos muy vivos en lugar de meros artefactos empleados a conveniencia.
Lo más sorprendente de 'La ruleta de la fortuna y la fantasía' es que consigue que no haya una diferencia palpable en la calidad de las historias. Todas funcionan por sí mismas a un nivel muy alto, y todas acaban nutriéndose entre ellas de una manera inefable y mágica. Hamaguchi muestra un enorme cariño en todos los aspectos, desde los planos prolongados hasta aquello que se está diciendo entre líneas. Y por ello es una película tan digna de nuestra atención como su más reciente obra maestra.
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