Hagamos por un momento un ejercicio de empatía y pongámonos en la piel del cineasta franco-canadiense Denis Villeneuve. Imaginad la inmensa carga que supone la tarea de dar continuidad a una de las películas clave de la ciencia ficción de la historia como es 'Blade Runner' sobre vuestros hombros. Si aún no os invade una sensación de vértigo, añadid el hecho de sentir el aliento del mismísimo Ridley Scott sobre vuestras nucas mientras trabajáis a la ecuación, y los sudores fríos están asegurados.
Planteado de este modo, es más que comprensible la tensión a la que debía estar sometido el señor Villeneuve durante las sesiones de rodaje de 'Blade Runner 2049'. Una indeseable sensación de la que intentó librarse echando con viento fresco al propio Scott del plató haciendo gala de un buen humor excelente, tal y como ha contado en una entrevista para el medio Deadline.
"[Ridley Scott] estaba mucho allí porque estaba tratando con su guión, estaba tratando con sus ideas, estaba tratando con su universo, con sus personajes, así que pensaba sobre Ridley todo el tiempo. Tenía la responsabilidad de respetar, de honrar el legado de la película original. Me dijo al principio que me daría todo el espacio y toda la libertad, que se apartaría y que todo sería mi responsabilidad, y que si le necesitaba, estaría al otro lado del teléfono. De otro modo, hubiese estado solo. Ese fue el mejor regalo que podía recibir, porque nunca hubiese podido trabajar con Ridley detrás mío."
"Vino un día al set y después de unos minutos parado detrás de mi la situación fue insoportable. Hice un chiste. Le dije: 'Hey, Ridley, ¿quién es tu director favorito?'. Él me contestó: 'Me encantan Ingmar Bergman y Kubrick'. Dije: 'También me encanta Bergman así que, Ridley, ¿cómo te sentirías si estuvieses dirigiendo en el set y tuvieses a Bergman detrás tuyo?'. Rompió a reír y se fue del set, porque yo estaba intentando dirigir a Harrison Ford y estaba pensando: 'No, esto no funciona'.
Como deja bien claro el realizador en sus palabras, tener una figura de la talla de Ridley Scott a tu alrededor durante una producción de estas características es un arma de doble filo. Por un lado, contar con el apoyo y sabiduría de un cineasta de su categoría predispuesto a ayudar es algo impagable; pero tenerle supervisando tu obra, aunque sea sin intención crítica o invasiva, impone un respeto que bien merece invitarle a dar un paseo mientras terminas de rodar los planos de la jornada.
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