Nos ha regalado un icono imperecedero como Travis Bickle con su 'Taxi Driver', nos ha sumergido en el submundo de la mafia como ningún otro en piezas únicas y de la talla de 'Uno de los nuestros', 'Malas calles' o 'Casino', y ha cultivado con igual éxito otros géneros en maravillas como 'Toro salvaje', 'La edad de la inocencia' o 'Alicia ya no vive aquí'.
Martin Charles Scorsese nos ha hecho devotos y adictos del mejor cine que pueda concebirse. Un cine libre, sin límites ni tabúes creado a lo largo de cinco impecables décadas de carrera que le han hecho merecedor del Premio Princesa de Asturias de las Artes; galardón que el director ha recogido personalmente en Oviedo en un acto coronado por un discurso certero, emocionante y, sobre todo, inspirador.
Con sus palabras, y tras ensalzar la rica herencia cultural española, el maestro Scorsese ha hecho un análisis sobre el estado actual del arte y el cine; abordando una vez más en lo que él considera una devaluación del medio e instando a los jóvenes creadores a dar rienda suelta a sus instintos y necesidades, huyendo de modas, consignas y discursos prefabricados por las corrientes actuales. Pero será mejor que lo leáis vosotros mismos.
"Majestades, Distinguidos galardonados, Señoras y señores.
Gracias por este gran honor.
Siento en este instante humildad y sobrecogimiento. Sé que es costumbre expresar tales emociones en estas circunstancias, pero créanme, siento humildad y sobrecogimiento. Especialmente por estar en compañía de los demás galardonados y, por supuesto, en compañía de los premiados anteriores. Y por pisar la tierra que nos dio a Cervantes, Goya, Unamuno, Picasso, Lorca y Luis Buñuel, uno de los más grandes artistas de la historia del cine. ¿Cómo podría no sentirme así?
Este es un honor para el cine. Por tanto, acepto este premio en nombre del cine y con gran agradecimiento y gratitud hacia todos los artistas que me precedieron e hicieron posible el trabajo que yo he hecho. Porque no hay ni una sola película ni un solo cineasta que existan de forma aislada. Todos hemos estado inmerso en esta gran conversación continua, interrogándonos, respondiendo unos a otros y provocándonos mutuamente con nuestro trabajo a lo largo de distancias extraordinarias no solo en el espacio sino también en el tiempo.
Lo notable del cine para mí es que siempre es el presente. Siempre es el ahora. Para mí, las películas de Buñuel están más vivas y son más actuales que el último mensaje de texto que recibes, si sabes cómo utilizar un teléfono móvil. Peter Bogdanovich ha dicho que no existe una película antigua: es simplemente una película que no has visto.
Pero para mí lo más emocionante de estos tiempos es cuando veo una película de un cineasta joven o novel y me entusiasma o me veo transportado por lo que se llamaría un “gesto cinematográfico” de su creación. Podría ser una yuxtaposición de un plano a otro, podría ser una composición, podría ser un movimiento de cámara. Sé que me entusiasma porque me doy cuenta que el cineasta se sintió impulsado a hacerlo de ese modo. Tenían que contar esa historia particular con esas imágenes particulares. Eso es lo más precioso e inspirador para mí, porque así fue en mi caso: yo no podía descansar hasta que hice aquella película, de aquella manera. De lo contrario, simplemente no tiene sentido.
No tenía mucho que ver con el “negocio” del cine. Sí queríamos entrar en el negocio, pero casi únicamente para obtener el dinero para hacer las películas. De hecho, nunca me sentí un profesional, de veras. Sigo sin sentirme como tal.
Pero ahora, a los jóvenes cineastas, ¡qué tiempos les toca! ¡Cuántas oportunidades tienen! Pueden hacer una película con cualquier cosa. Todas las herramientas están ahí y son asequibles. Puedes hacer una película usando una de esas cámaras de teléfonos móviles. Cuando era más joven era bastante diferente. Lo mismo pasa con la historia del cine. La mayor parte de la historia cinematográfica de todo el mundo, de casi todas las décadas, es accesible en estos tiempos increíbles. No fue así en la década de los 50 del siglo pasado.
Pero, a pesar de estas oportunidades, estoy preocupado. Preocupado por el pasado del cine, sí, y muy preocupado por su futuro.
Me doy cuenta de que, en los aspectos prácticos de la sociedad, el arte es siempre tan frágil. Se critica, se margina y a menudo se trata como si no fuera esencial para la vida. Claro, esto se podría decir de todas las artes. Siempre hay alguien tratando de poner el arte y al artista en su sitio. “Es un lujo. Es una diversión”. Pero el arte resiste. Y cuando todo vuelve a su cauce, el arte sigue allí, todavía en pie, todavía presente, al margen de las influencias y las modas populares. El arte con mayúsculas funciona al margen de contexto. La obra se mantiene por sí misma, sigue siendo el presente, y en última instancia, también la necesidad de crear obra nueva en respuesta a eso.
Sin embargo, me preocupa el ambiente, el clima que rodea al cine hoy en día. Por un lado, tenemos ahora lo que siempre hemos tenido: el constante menosprecio y marginación del cine. O bien es solo escapismo, o, si merece la pena, es solo porque expone un problema, un mensaje.
Por otro lado, dondequiera que mires hoy en día, las veinticuatro horas del día, las imágenes en movimiento inundan nuestras vidas. Sé que el cine en sí está compuesto de imágenes en movimiento, pero ahora el cine se ha convertido en sólo una corriente dentro de un enorme torrente de imágenes en movimiento: los anuncios, los episodios de una serie de TV, un video de gatos o perros, videos didácticos, los reality shows, Lawrence de Arabia, reportajes y así sucesivamente. Todo se ha convertido en lo que llaman ahora “contenido”, una palabra que realmente no me gusta. Y el debate serio sobre el cine, el juicio crítico – particularmente en mi país– se ha cortado de raíz.
Ahora que el cine se está devaluando continuamente, y al mismo tiempo la tecnología permite que cualquiera “haga una película”, ¿qué supone eso para los jóvenes? Es posible que necesiten expresarse en una película, pero ¿qué tipo de inspiración reciben? ¿Cuál será el resultado? ¿Se están erosionando los valores de nuestro mundo de tal forma que no podemos estar seguros de si están inspirados por el arte y por la verdad? ¿O simplemente por lo comercial? ¿A dónde van para conseguir esa valiosa inspiración?
¿Quién apoya el arte y a los artistas y, lo que es más importante, el impulso de crear arte que se vale por sí solo? ¿Cómo cambiamos este clima venenoso que nos rodea por uno en el que un joven artista pueda seguir la luz que lleva dentro, esa chispa, esa alma… su duende?
Es de vital importancia mantener el arte en un lugar de honor y estima en nuestra cultura. Es aún más importante respetar la libertad de elección, pensamiento y acción que conduce a la creación del arte. Y darles a los jóvenes la confianza y la capacidad de trazar su propio camino en la vida para que sean capaces de no dejarse llevar por todas las consignas y los ganchos comerciales; para que puedan ver el camino que conduce a su propia luz interior. Y puede que eso lleve a la creación de arte con mayúsculas.
Ahí es donde comienza la verdadera lucha; la lucha por el espíritu. Como en el Don Quijote de Cervantes. Por supuesto, él luchó contra los molinos de viento. Se ha dicho que los molinos de viento pueden haber representado la tecnología de su época. Así que, para preservar el espíritu, luchó contra esa tecnología. Y con esa imagen en mente, una de las grandes y duraderas imágenes de nuestra civilización, podemos encontrar la manera de conquistar nuestra propia tecnología para que los artistas puedan usar esa tecnología en lugar de al contrario, donde la tecnología utiliza al artista.
Así que acepto este premio en nombre de la libertad y la revelación: la libertad de encontrar la tranquilidad y el enfoque para no dejarse llevar por todas esas categorías absurdas actuales, o por los juicios triviales, los sistemas de calificación y los pronunciamientos de moda, para poder llegar a ver todo el camino que conduce a la revelación de lo que no se puede nombrar, sino solo sentir y –para aquellos de nosotros que encontramos la gracia– expresar a través del arte.
Gracias".
He de reconocer que me han emocionado todas y cada una de las frases enunciadas en un discurso que destila pasión, amor y, a su vez, preocupación por un medio que, como bien remarca Scorsese, se está viendo pervertido por agentes externos de muy diversos tipos; dando pie a una paradoja en la que las facilidades que la tecnología está brindando a los nuevos creadores coexisten junto a unas restricciones morales y comerciales que hacen imposible desarrollar su arte.
Por suerte, toda esta visión negativa sobre la industria del cine y su deriva se disipará mientras sigan entre nosotros genios de la talla de Martin Scorsese. Y una vez nos dejen, su legado permanecerá intacto para que podamos disfrutarlo y seguir aprendiendo de él; porque como bien dice el bueno de Marty, "el arte resiste".
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