Seguro que todos recordamos momentos que nos sorprendieron por su poder de insumisión. Más que eso, por su carácter insumiso y liberador, algo así como una patada en el estómago. Y es que no sólo de imágenes o sonidos vive el cine, también de ideas. A mí las que más me emocionan, y supongo que habrá algún lector al que le suceda lo mismo, son aquellas en las que el cine es un instrumento de combate contra la modorra social. Repasemos algunas secuencias, y seguro que el lector puede añadir algunas de su propia cosecha.
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Dante (Eusebio Poncela) en ‘Martin (Hache)’, de Adolfo Aristaráin (1997)
Yo es que es ver esta secuencia y que se me pongan los pelos como escarpias. Cuántas veces habré deseado que pase esto mismo en alguna representación teatral, donde veo a los actores deseando desembarazarse del corsé de las paredes del teatro y lanzarse a hablar y a interactuar con el público. Momentos como este enardecen mi espíritu. Y claro está, tenemos la interpretación magnífica de un Eusebio Poncela en vena. Inolvidable.
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Joker (Heath Ledger) en ‘The Dark Knight’, de Christopher Nolan (2008)
La magnífica película de Nolan tiene en su haber buenas escenas de acción, excelentes interpretaciones, un diseño de producción realmente único, y algunas ideas brutales. La más sorprendente de todas, la decisión del Joker de quemar todo el dinero (creo que trescientos millones de dólares) que le ha pagado la mafia con tal de librarse de Batman. Un momento que es la definición de la anarquía.
¿Cómo vencer a un hombre al que le da lo mismo el dinero? Si no se le puede comprar, no se le puede combatir. Es casi indestructible. De todos los actos de la destrucción de las normas sociales, este es a mi entender el más importante que hace en toda la película.
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Rose (Kate Winslet) en ‘Titanic’, de James Cameron (1997)
Donde otros ven una ñoña historia de amor, yo veo una trágica y lírica relación. Pero veo más cosas, veo un relato feminista como muy pocos nos ha regalado el cine. Es increíble todo lo que tiene que sufrir Rose, y ya convencida de que no quiere la vida que le han (pre)fabricado, se vuelve hacia su ex-prometido, y le espeta: “prefiero ser su puta que tu esposa”. Y con esa mirada de desprecio que le suelta, y para librarse de él le escupe en un ojo.
¿Quién con una (seria) conciencia social no puede sentirse enardecido viendo como una muchacha escupe a su ricachón prometido, asegurándole que prefiere ser la puta de otro a su esposa? Yo, personalmente, no puedo dejar de ver ese momento una y otra vez.
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Alexander (Erland Josephson) en ‘Sacrificio’, de Andrei Tarkovski (1986)
En la excepcional obra maestra de Andrei Tarkovski (el séptimo y último de sus largometrajes) Alexander tiene que purgar su interior, purificarlo de alguna manera, y la única manera de lograrlo, para él, es librarse de sus fantasmas y de todo aquello que le ata a una vida terrenal, por mucho que sufra su familia. ¿Egoísta o mártir? Vean la película. El plano es conmocionador. Y además viene a asentar la idea de Tarkovski de que si nos libramos de lo material nuestro espíritu se verá más libre. ¿Hay algo más anárquico que eso?
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Todos los esclavos en ‘Espartaco’, de Stanley Kubrick (1960)
Algunos dicen que es el momento más rojo del cine norteamericano (teniendo en cuenta, además, quién la escribió), pero lo cierto es que es un momento realmente lleno de espíritu anarquico. Todos somos Espartaco en la lucha contra el poder, ninguno más importante que otro, viene a decir esta hermosa secuencia. Ah, ese Kirk Douglas llorando, pues sabe que todos morirán por defenderle. Inconmensurable.
Me parece el momento más importante de todo el cine del endiosado y sobrevalorado Kubrick. El más emocionante y el más auténtico.
Seguro que los lectores tienen escenas que les rebelan contra el mundo que les ha tocado vivir. No os cortéis, si tenéis alguna.
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