Con lo mucho que le han costado a TVE los derechos en exclusiva de los Juegos Olímpicos (no he logrado encontrar el dato exacto, pero las televisiones europeas, en su conjunto, pagan al COI 250 millones de euros), es normal que quiera sacarles partido. Pero, como siempre, volvemos al debate habitual: ¿es lícito que la publicidad, por mucho que haya costado una retransmisión deportiva, interfiera en las retransmisiones?
Pensaba esta pregunta mientras veía la ceremonia de inauguración, donde ya TVE nos puso finos de anuncios. Pero me decía a mí mismo que me estaba volviendo un quisquilloso, que, al fin y al cabo, sólo era el primer día y que, bueno, perderse alguno de los planos (reales o grabados) de Zhang Yimou tampoco tenía demasiada importancia. Incluso, cuando empezó el desfile, agradecí esos momentos de publicidad para desengancharme por completo de la retransmisión.
Sin embargo, el comienzo de las competiciones deportivas dejó claro que TVE iba a seguir la táctica de sus retransmisiones de motor: anuncios en cualquier momento, sin importar el deporte que se está emitiendo. El primer susto grande me lo llevé en el directo de la prueba de ruta de ciclismo. Justo antes de llegar al último kilómetro, con un español, Samuel Sánchez, escapado junto a otros ciclistas por muy pocos segundos del pelotón y mientras Cancellara estaba a punto de cazar al primer grupo, a TVE no se le ocurre otra cosa que poner anuncios. Y no uno, ni dos, sino bastantes. Sí, la retransmisión volvió a tiempo para mostrar al ganador, pero nos perdimos momentos claves y fue un aviso de lo que nos queda por ver.
A partir de ahí, hemos visto de todo. En los partidos de la selección española de baloncesto, en cuanto hay el más mínimo parón, te avasalla la publicidad y, para cuando regresas a China, el encuentro ya se ha puesto de nuevo en marcha, ya lleva unos cuantos segundos. Eso por no hablar de pruebas que se dan en diferido simplemente porque había que cumplir con los compromisos publicitarios: en natación, esgrima o alguna otra disciplina ya ha pasado.
¿Pero qué pasa? ¿En serio hemos llegado ya al momento en que la televisión sólo sirve para poner programas entre los anuncios? Uno acepta muchas cosas, pero cada vez llevo peor tenerme que perder momentos claves de las competiciones deportivas por el capricho de nuestras televisiones o, mejor dicho, porque tenga más espacio publicitario vendido del que pueden abarcar.
El siguiente paso, si se sigue obviando al espectador, está muy claro. Se llama al COI y se le dice que las pruebas tienen que durar menos tiempo, o deberán programarse sólo en función de las pausas publicitarias. Si la presión de la NBC ya cambio el horario de las competiciones de natación para que coincidieran con el prime time estadounidense, ¿qué no se podrá hacer en nombre de la sacrosanta publicidad?
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