Porque lo cierto es que los datos hablan por sí solos. A pesar de tener dos españoles en liza y con posibilidades de ganar la carrera, las audiencias televisivas de este Tour han continuado la evolución descendente que llevan en los últimos años y, por primera vez en décadas, han descendido por debajo del millón de espectadores. Nada que ver con los casi cinco millones que se (nos) congregaban alrededor de las pantallas en aquel 1993 que supuso el tercero de los cinco Tours que ganaría Miguel Indurain. ¿Es solo una cuestión de dopaje? Seguramente no. Aunque los escándalos de dopaje han arrojado un cierto velo de "trampa" al espectáculo deportivo, la verdad es que una buena etapa de ciclismo sigue siendo tan espectacular como antes. El problema es que, durante una época, tuvimos ciclistas que luchaban por el Tour y que lo ganaban. Deportistas que eran capaces por sí solos de generar una audiencia millonaria. Y desde que esos ciclistas desaparecieron sin que nadie tomase su relevo, la llama se ha ido apagando. Mientras tanto, otros deportes se han ido beneficiando de la aparición de jóvenes talentos que provocan el mismo éxtasis televisivo (reforzado por la atención de los medios españoles) que en sus tiempos provocaba Indurain. Alonso en la Fórmula 1, Pedrosa en motociclismo, Nadal en tenis...
Quizás si surge un nuevo talento podamos ver el resurgir del ciclismo en España. Si no, me temo que las audiencias seguirán bajando, el interés decayendo, el soporte social erosionándose... y el ciclismo como espectáculo televisivo en España atravesará una larga travesía en el desierto.