Ayer se estrenó en Cuatro la tercera edición del popular reality '¿Quién quiere casarse con mi hijo?' y lo hizo con gran éxito de audiencia, pues le otorgó a Cuatro un 11,4% que le deja como segunda opción preferida en la noche del miércoles, tras su compañero de Mediaset 'Hay una cosa que te quiero decir' y por delante de los otros estrenos de la noche: 'Ciudadanos', con un 9,6% y 'Código emprende' con un 5,5%.
Lo siguiente que podemos decir es que no nos sorprende nada en absoluto que el programa presentado por Luján Argüelles consiguiera tan buenas cifras, más bien, nos habría llamado la atención que sucediera lo contrario y es que '¿Quién quiere casarse con mi hijo?' se ha convertido ya en un clásico de la televisión con unas virtudes mediáticas que están muy por encima de ciertas críticas simplistas y superficiales que si bien se pueden hacer, no aportan nada en absoluto a entender lo impresionante de este fenómeno.
Teníamos ganas de ver a los nuevos solteros y a sus pretendientas y la gala inicial no defraudó. El primer programa cuenta con la ventaja de que, en sí mismo, tiene una estructura muy explicativa e introductoria que favorece su consumo pues los chicos conocen (al mismo tiempo que nosotros, los espectadores) a sus candidatas. Esto confiere mucho ritmo y agilidad al programa. Primero tenemos a los cinco solteros, a los que conocemos en sus facetas más bizarras y escandalosas (es la vertiente que más interesa al programa), con ellos, conocemos a las madres / padre (en ocasiones, más interesantes que los propios hijos) y, por último, un desfile de candidatos para recrear nuestra lúdica mente.
Un programa que ofrece más que una brillante superficie
Como siempre, una de las principales "gracias" radica en ver el contraste entre las diferentes candidatas. El programa trata de ofrecer un abanico muy amplio de posibilidades para contentar a todos los públicos. Aunque, hemos de admitirlo, hay cierta tendencia facilona a "fichar" a personajes que van con el sexo por bandera y ya no nos sorprende que las chicas se presenten como modelos eróticas o batalladoras sexuales de gran apetito.
En realidad, lo más divertido de este reality es ver cómo los propios participantes se muestran y desenmascaran simplemente dejándoles hablar y expresarse. Se sacan así todos los defectos del individuo y se ridiculizan ciertas imposturas: el que piensa que gastar mucho dinero es sinónimo de tener clase, por ejemplo. Hombres y mujeres que tratan de parecer seductores y, simplemente, quedan expuestos y desnudos frente a la cámara. Brillante. Y, por supuesto, ¿cómo no volver a hablar de la magia de ese montaje? El fabuloso ingrediente de este programa en el que con un par de planos, una musiquita y un careto se construye perfectamente una situación con conflicto, giro y desenlace.
Pues ya están aquí de nuevo los tróspidos y, de verdad, que consiguieron dejarnos momentos desternillantes y frases para el recuerdo: "Me miran con mal augurio", "En España abundan los perros más que los gatos porque los gatos arañan" o "lo he pasado mal en la vida porque tengo un herpes". En fin, que seguiremos atentos a las aventuras de los solteros y también a las pequeñas perlas que el programa esconde, porque, a ver, ¿vosotros no oísteis ayer el himno de un partido político mientras los progenitores trajinaban con sobres? Ojiplática me quedé.
En ¡Vaya Tele! | 'Ciudadanos' y '¿Quién quiere casarse con mi hijo?' se verán las caras a partir del miércoles
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