Cuatro vio ayer el regreso de su gran atracción del otoño. Después del magnífico resultado que le dio el año pasado 'Pekín Express', la cadena tiene puesta en esta segunda edición todas las esperanzas posibles para dominar la complicada noche de los domingos. Para evitar sustos, en Cuatro no se han querido complicar y han vuelto a incidir en todas las virtudes que hicieron del concurso viajero un éxito. Ni un añadido nuevo ni ningún experimento: 'Pekín Expres: La ruta del Himalaya' cambia su recorrido y poco más.
Otros cambios obligados ni se notan. Por ejemplo, Raquel Sánchez Silva es casi un clon de Paula Vázquez o, al menos, lo fue en el primer programa: el mismo tono, casi los mismos gestos y, desde luego, la misma manera de narrar.
En lo visual, 'Pekín Express' tenía muy poco que cambiar, así que la estrategia conservadora no puede ser más acertada. Quienes lo editan siguen teniendo claro que el ritmo es fundamental en el concurso y que son ellos los encargado s de darlo. Pese a que la primera etapa no es precisamente la más dada a emociones y que aquello parecía más una ruta turística que un concurso de "viajes extremos", se hizo un muy buen uso de la mesa de edición y, por supuesto, de todo el aspecto sonoro del programa.
Quizás donde más se acertó el año pasado, además de en el aspecto técnico, fue en el casting. Los protagonistas del primer 'Pekín Express' dieron el suficiente juego como para que el programa no perdiese contenido a las primeras de cambio. También en esto han querido jugar este año a ser lo más fieles posibles a las raíces: los perfiles de los viajeros elegidos recuerdan poderosamente a muchos de los que participaron en la primera edición.
Si acaso, parece que el programa haya querido acercarse a esa peligrosa frontera de los realities: el gusto por lo raro, por esa tendencia a llamar más a "personajes" que a "concursantes". Habrá que ver cómo evolucionan dentro del programa, puesto que no parece 'Pekín Express' el mejor lugar para representar un papel, pero el cóctel entre policías de Coslada, maduros aventureros, ex-novios de pueblo andaluz, madre-hija/padre-hijo y demás puede desembocar en el aspecto más "freak-reality" de 'Pekín Express'.
La mayor pega quizás sea que tanto conservadurismo ha impedido mejorar ciertos puntos flacos del programa. El desarrollo del concurso sigue dependiendo demasiado de la suerte de los participantes a la hora de hacer autostop (¿qué tal unas etapas en las que tuvieran que viajar sin coches?), el sobre sigue siendo un elemento totalmente aleatorio (pese a que se han evitado la sugerencia del tongo obligando a que lo lleven los participantes) y siguen faltando pruebas por el camino, no sólo la de inmunidad.
A priori, la mayoría de la gente a la que le gustó la primera edición (salvo que el casting resulte ser un desastre) debería ver también esta segunda. A priori también, el recorrido va a dar bastante más juego y más oportunidad de ver a los concursantes enfrentados a sus límites. Pero todo eso no quita para pensar que Cuatro ha perdido la oportunidad de mejorar un buen concurso por exceso de miedo.
En ¡Vaya Tele! | Cinco sugerencias para mejorar Pekín Express