No voy a cometer el error de dar por finiquitados los reality shows clásicos, eso ya lo han hecho muchos al más mínimo signo de debilidad y ahí siguen ‘Gran Hermano’, ‘Operación Triunfo’ y ‘Supervivientes’ liderando las audiencias. Pero aunque por alguna razón inexplicable (que muy probablemente tenga más que ver con personajes como Risto Mejide, Mercedes Milá, etc.) estos programas sigan congregando a un buen número de seguidores edición tras edición, lo que no se puede negar es que ya no es lo mismo que antes: ni el número de seguidores, ni el tirón mediático. Yo, que en diferentes momentos he sido habitual de cada uno de ellos, los he ido abandonando todos. Incluso ‘Fama’.
Muchos anticiparon el final del género cuando estos realities comenzaron a fallar, cuando cada “vuelta al mundo en directo” que estrenaba Telecinco o Antena 3 se estrellaba nada más salir. Pero incluso si fuese cierto que el reinado de ‘Gran Hermano’ y compañía llega a su fin (lo que está por ver), eso sólo supondría el final del formato clásico de los reality shows, que probablemente se vería sustituido por un nuevo tipo en auge.
Porque hay una cadena que últimamente convierte en éxito casi cualquier reality show que estrena. Cuatro se está convirtiendo en la cadena de los realities, pero de unos realities más “modernos” en muchos sentidos, por decirlo de alguna manera. Programas de coach como ‘Supernanny’, realities de viajes como ‘Pekín Express’, dating shows como ‘Granjero busca esposa’ o inclasificables como ‘Perdidos en la tribu’ son algunos ejemplos de esta evolución tan exitosa.
Estos realities se acercan más al subgénero del docushow y sí, muestran también la vida (o una parte de ella) de personas que se prestan a ello, pero en un contexto “real” y no en un plató-casa-escuela.
Estos programas no tienen galas de cinco horas, familiares como colaboradores o conexiones en directo. Ni falta que les hace, porque todas esas cosas son las que están convirtiendo los reality shows en espectáculos largos e infumables. El directo está sobrevalorado. No me aporta nada que un reality show sea en directo si lo que sacrifico a cambio es el ritmo y la correcta realización. Prefiero que una buena edición me muestre los momentos más interesantes. Al fin y al cabo, esto no es más que un espectáculo televisivo.
Pero hay que dejar una cosa clara, el objetivo de estos programas no es mostrar cómo es el trabajo en una granja, las costumbres de una tribu africana, los efectos del cannabis durante 21 días o la vida en Siberia. Para eso ya están los documentales de toda la vida. Aquí se trata de ver cómo ciertas personas se desenvuelven en ciertas situaciones preparadas o no, ya sea con la educación de sus hijos o en un ambiente diferente al suyo en el que nadie hable su idioma. Y de ahí que una de las partes más importantes de estos programas sea el casting. Y ese es precisamente el mayor acierto de los nuevos realities de Cuatro: una selección perfecta de los protagonistas.
Si uno consigue acercarse a estos programas sin prejuicios y sin esperar nada más que un mero entretenimiento televisivo intrascendente (a pesar de que alguno, como ‘Supernanny’, acabe trascendiendo) se puede pasar muy buenos momentos. Algunos de los reality shows de Cuatro se han convertido en los programas más divertidos de la televisión.
Imágenes | Cuatro
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