Era de esperar y los de Pekín Express lo sabían. He llegado a escuchar cuñas en radio anunciando el drama de lo sobrehumano que se iba a vivir este domingo en Pekín Express. No dejaron lugar a la imaginación y era de suponer, pero así y todo el abandono de las gemelas por la enfermedad de una de ellas ha elevado Pekín Express a los altares de la audiencia, superando incluso a la incombustible Aída.
El asunto, desde mi punto de vista, pone en cuestión el proceso de selección de los concursantes, las pruebas médicas y todo lo demás pero no importa, la superación personal y el drama de una de las enfermedades más temidas, un cáncer, puede con cualquier cuestionamiento ético o moral. Ya se han ocupado de dejar muy claro que lo importante es que la chica esté bien, poniendo freno a cualquier otra disquisición.
Tema aparte es el hecho de que, teniendo tal material y estando como estaban dispuestos a explotarlo (así lo hicieron), montaran el programa con tan poca habilidad en torno al asunto. Estando todo grabado y pudiendo montar un guión en condiciones se limitaron a las imágenes a las que nos tienen acostumbrados, con zoom dramáticos y demás, pero demostrando poca habilidad en la narración. Hubo lágrimas y hasta Paula Vázquez soltó las suyas, pero esa estética de videoclip le restó dramatismo y posibilidades a un hecho que de haber sido tratado con más sencillez habría dado un resultado televisivo más efectivo.
Si esto lo hubiera pillado Telecinco habría hecho un verdadero acontecimiento y un drama nacional. Los de Pekín Express se han encontrado con el obstáculo de su propio formato: está grabado y resuelto, pero hasta el final no pueden salir el resto de concursantes comentando la jugada, así que han tenido que limitarse al material que tenían. No obstante les ha ido bastante bien, aunque el concurso ha perdido gran parte de su interés con la marcha de estas dos chicas.
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