Nunca pensé que lamentaría esta noticia pero el caso es que Ajuste de cuentas, el último coaching de Cuatro sobre economía familiar, me ha conquistado. El programa de ayer fue el último de la temporada y se despidió por todo lo alto, torturando a una señora manirrota capaz de gastar setecientos euros en tres horas. Fascinante.
La dinámica del programa en principio me pareció demasiado sencilla: restringir gastos semanales, dar opciones de mejora económica y, en consecuencia, mejorar la dinámica familiar. Los asesores financieros me parecían muy frikis, siempre con sus datos y con sus matemáticas. Pero lo cierto es que este planteamiento sencillo lo que ha hecho ha sido potenciar el aspecto de reality del programa.
Con un horario discreto, las nueve y media de la noche de un viernes, el programa se ha despedido con una cuota del 10'4% y más de millón y medio de espectadores, unas cifras respetables que ha conseguido a la chita callando y cuyo principal alarde ha sido, desde mi punto de vista, el evitar la figura del psicólogo y de la autoayuda que ha hecho célebres a Supernanny o a SOS Adolescentes. Sin duda, la figura del psicólogo es clave en programas con niños o adolescentes pero en los adultos no ha funcionado tan bien (recordad aquel experimento nefasto que se llamó Desnudas).
Con la boca abierta me he quedado cada viernes por la noche al ver cómo la gente hacía alarde de sus limitaciones a la hora de ver la realidad y de enfrentarse a su propia miseria personal. Poco importa que las conclusiones hayan sido siempre las mismas: trabaja más y gasta menos. Este principio se puede ver elevado a máxima en el apartado de consultas de la web. Lo realmente alucinante es que haya gente que necesita de un poli malo para salir del agujero económico en el que se han metido.
Lo dicho, Ajuste de cuentas es un un reality puro y duro que incluye juegos de cámaras ocultas, dinámicas de tortura como pasar la noche en un coche o revelación de secretos inconfensables como el descubrimiento de las mentiras de la contabilidad en un negocio familiar, todo revestido de la buena voluntad del que está ahí para ayudar y que acude porque le han llamado. Un formato acertado, efectivo, sencillo e impactante que siempre acaba bien, dando buenos resultados. Quizá esta haya sido su mejor baza: transmitir la idea de que las cosas pueden mejorar a pesar de que no haya seguimiento de las familias.
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