Ya dije el pasado jueves por estas líneas que, sin haberme chiflado por completo, sí me parecía que 'Zoolander' (id, Ben Stiller, 2001) era una comedia con muy mala baba, y que bajo esa superficie absurda, descacharrante y alocada que ofrecía el filme, había mucho más que rascar. Desafortunadamente, no se puede afirmar lo mismo de 'Zoolander Nº2' (id, Ben Stiller, 2016), la inesperada secuela que llegaba a nuestras pantallas el viernes.
Y si no se puede, es por una sencilla razón: allí donde la primera entrega era un producto original y por momentos refrescante que (de)molía a palos a las muchas sinrazones que rodean al mundo de la moda, esta muy tardía —y trasnochada— secuela fracasa de forma atronadora por querer colarnos la misma jugada actualizada a las idiosincrasias del mundillo tres lustros después. Huelga decir que no sólo es que no lo consiga, es que en el intento termina por acabar con la paciencia del espectador.
'Zoolander Nº2', supina y soporífera memez
Allí donde había frescura, ingenio, sarcasmo y risas, ahora encontramos desgaste, reiteraciones, humor a cañonazos y tímidas muecas que nunca llegan a prorrumpir ni en una tímida risita. El tiempo no parece haber sido el mejor aliado de Stiller, y lo que en 2001 era todo un derroche de originalidad por parte del ecléctico actor y director, ahora parece más un intento desesperado —muy desesperado— de rascar dólares a la taquilla.
Lo que resulta surrealista hasta límites insospechados es que alguien en su sano juicio haya creído en algún momento —y alguien ha debido hacerlo, digo yo— que tamaño esperpento carente de gracia podría llegar a ganarse las simpatías del mismo público que, a través del boca a boca, terminó por convertir a lo largo de quince años a un filme de moderado éxito en uno de culto.
Nada hay aquí, NADA, que indique que ese público vaya a poder abrazar de la misma manera la sarta de estúpideces que se suceden sin solución de continuidad en un filme del que sólo se salvan algunos hitos puntuales que, por supuesto, no justifican de ninguna forma el pago de una entrada; no cuando a las puertas de la entrega de los Oscar hay tantas opciones en la taquilla que realmente sí valen la pena.
De entre ellos, de entre esos hitos puntuales que citaba en el anterior párrafo, cabría señalar que algunos, los más eficaces, ya se encontraban en los diversos avances que Paramount ha ido liberando en los últimos meses —la hilarante aparición de Benedict Cumberbatch—; y de los que no habían sido revelados sólo destacaría la tronchante aparición de cierto mediático científico, a la postre, lo mejor de tan cuestionable filme.
Un filme en el que resulta complicado valorar el trabajo de los actores cuando todos sin excepción están pasados de rosca. Vale, es de forma consciente, lo mismo que la dirección o la excesiva banda sonora y en similares maneras a como lo era a principios de siglo, pero eso no quita para que, por mucho que todo sea una gran broma, termine estallándole en la cara a Stiller; que una cosa es querer reirse de todo y de todos, y otra muy diferente saber cómo diantres hacerlo.
Y si a la vista de su predecesora, parecía que el cómico sabía bien cómo lograrlo, esa apariencia queda ceñida a un momento concreto y no encuentra continuidad, al menos no en la manera que hubiera sido deseable, en este desproporcionado y patético circo que es 'Zoolander Nº2'. Eso sí, me vais a permitir que termine con una acotación completamente superficial: ¡¡¡que guapísima está Penélope Cruz!!!
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