De entre todas las dudosas prácticas llevadas a cabo en el Hollywood actual —que son muchas—, pocas provocan más sudores fríos al colectivo cinéfilo que el anuncio de una secuela tardía. Y es que en este tipo de proyectos suponen una oportunidad perfecta para defenestrar ideas originales con reformulaciones excesivas o, por el contrario, aferrándose en exceso a un pasado al que no ha sentado demasiado bien el paso del tiempo.
La secuencia de créditos inicial de 'Zombieland: Mata y remata' —terrible traducción de 'Double Tap'—, heredera de la introducción de la divertidísima 'Bienvenidos a Zombieland' de 2009 y rodada en glorioso slow-motion a ritmo de 'Master of Puppets', nos da una buena pista de los continuistas y en absoluto arriesgados derroteros por los que va a circular este capítulo.
No obstante, a pesar de la sensación de repetición que transmite el largometraje durante sus primeros compases, Ruben Fleischer se las ha apañado para incluir las suficientes novedades a la nueva aventura de Columbus, Tallahassee y compañía, como para evitar el hedor a no-muerto; ofreciendo una refrescante comedia de acción que hará las delicias de quienes busquen un entretenimiento pasajero de la mano de unos personajes realmente encantadores.
Más de lo mismo (en el buen sentido de la expresión)
Escenas de apertura aparte, no son necesarios más que unos cuantos minutos sumergidos en la nueva 'Zombieland' para percatarse de que esta entrega de la ahora franquicia vuelve a explotar las fórmulas y patrones que hicieron funcionar como un reloj al filme original; algo que se extiende por igual a los aspectos referentes a la forma, como a los que se centran en el tono y estilo de la narración.
De este modo, nos encontramos una vez más frente a un hipervitaminado cóctel de acción frenética, con un trabajo de cámara ágil y desmelenado, diálogos incesantes y atropellados, infografías que inundan la pantalla... Un bombardeo de estímulos audiovisuales que, aderezados con un ligero toque de casquería y una moderada espectacularidad, envuelven un sentido del humor que, guste más o menos, se niega a tomar respiros ni prisioneros.
Pero si esta ristra de elementos funciona sin complicaciones, además de por los pequeños añadidos en forma de nuevos rostros y nuevos factores que alteran el statu-quo de la Norteamérica postapocalíptica, es gracias a unos personajes redondos. Un surtido de protagonistas, interpretados por un reparto sobresaliente, que se elevan como las verdaderas estrellas de la función, y a los que, personalmente, he echado bastante de menos durante la última década.
Por supuesto, 'Zombieland: Mata y remata' dista mucho de la perfección; algo que queda reflejado en una narrativa ligeramente sincopada —su segundo acto se antoja más dilatado de lo que debería— y en una blancura algo irritante, que trata de maquillar con lenguaje malsonante y cabezas explotando el discurso sobre el concepto de la familia, ñoño y poco acorde con el tono general, sobre el que gira la película.
Pero si obviamos estos altibajos puntuales —y el hecho de que 'Shaun of the Dead' continúa siendo la reina imbatible de la comedia zombi—, es de rigor alabar cómo lo último de Fleischer logra que muchos ya estemos soñando con un nuevo viaje a 'Zombieland' dentro de otros diez años, en tiempos en los que secuelas y remakes carentes de alma están a la orden del día.
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