She wears denim wherever she goes. Says she’s gonna get some records by the Status Quo”, ‘The Concept’, Teenage Fanclub (1991).
Jason Reitman vuelve a contar con un guion de Diablo Cody para ‘Young Adult’, que nos habla de una mujer divorciada, de treinta y siete años, que vive en Minneapolis, donde escribe libros para adolescentes, como “negra”. Cuando se entera de que un antiguo novio, ahora casado, acaba de tener un bebé, decide volver al pueblo y reconquistar a este amor del que aún no se ha olvidado, ya que piensa que todas sus frustraciones vitales se derivan de no haber seguido con su alma gemela. Durante el viaje necesitará terminar el primer borrador de la última novela de la serie. El título alude al tipo de ficción que ella escribe, pero en realidad nos indica que, si ‘Juno’ era una joven demasiado adulta, en este caso nos topamos con el personaje de Charlize Theron, que es demasiado joven para lo adulta que es.
‘Young Adult’ es un film en el que lo que va sucediendo ocurre de forma soterrada, por lo que la progresión aparenta ser escasa. Esta sensación aumenta con el hecho de que solo haya una trama, tratada de forma muy lineal y centrada, ya que el destino de todos los sucesos está muy claro. Reitman opta por un acercamiento naturalista para permitirnos entrar en los personajes, aunque no deja de indicar con los planos escogidos hacia dónde tenemos que dirigir la mirada para que sintamos así la reacción deseada. El sentimiento que acompaña a la mayoría de las escenas es la vergüenza ajena, que provocan las situaciones y también la interpretación idónea de Theron, quien deja traslucir, desde el inicio, que su personaje, por mucho que aparente ser deplorable, no está siendo ella misma, pues esconde problemas que impulsan ese comportamiento. Me encanta la forma en la que se cuenta la adolescencia de Mavis, una época en la que todo parecía perfecto, sin introducir flashbacks en paralelo, sino de una manera mucho más sutil y velada.
Todos los diálogos son excelentes, ya que no necesitan sonar pedantes o ajenos a los personajes para estar cargados de filosofía. Hay dos momentos muy intensos, en los que la verdad empieza a aparecer, que son la discusión en el jardín con la nueva mujer de Buddy (Elizabeth Reaser), en un plano negativo para ella, y la que tiene más adelante con Sandra (Collette Wolfe), que le devuelve el optimismo. En estas dos conversaciones se dicen muchas verdades y se deja claro el meollo de la película: “me cuesta mucho trabajo ser feliz”. Ese enganche hacia un pasado y hacia una idea de lo que podría haber sido lo que refleja es una insatisfacción constante. Mientras que a otros nada les completa, para algunas personas parece tan fácil hallar la felicidad y no sabemos si es así porque se conforman o porque fingen o si en verdad con lo que tienen no necesitan más. El diálogo con su nuevo amigo tullido, en el que dice que de joven no estaba en su mejor momento, es asimismo muy elocuente.
De esta cinta se puede elogiar la originalidad, a pesar de tratar algo que, de otras maneras, ya se nos ha presentado en numerosas ocasiones. Esta misma semblanza se ha perfilado en películas y series a través de esos rencuentros (“reunions”) que en EE. UU. parece que se hacían desde siempre y que aquí han comenzado a ocurrir gracias al Facebook. Cody ha pasado de esta fórmula, pero el efecto que ha credo es el mismo, ya que, al tratarse de un pequeño pueblo, todo el mundo está allí para salir al rencuentro de Mavis. Otro punto diferenciador lo compone el personaje de Patton Oswalt. Mientras lo esperable sería que ella se diese cuenta de que ya no hace buena pareja con Patrick Wilson y se enamorase de otro más adecuado, aquí el sustituto es un hombre incompleto con quien la protagonista toca fondo. De esa forma, su recuperación no depende de haber encontrado a un amor adecuado, sino tan solo de ella.
Conclusión: por culpa del cartel, en el que visten a Charlize Theron como una “choni”, me había imaginado una película totalmente distinta y, al verla, me ha agradado mucho descubrir este retrato generacional que invita a la reflexión. Tantas veces he insistido en que una historia bien planteada no necesita que el espectador tenga rasgos en común con el protagonista para que se produzca la empatía, ya que esta supondrá que nos pongamos de su parte para ver si alcanza sus metas. En este caso, sin embargo, ha existido una fuerte conexión más allá de que los conflictos están bien planteados. Aunque en muchas cosas he sido lo opuesto a Mavis, sí coincido en un par de puntos, además de en el género y la edad, y gracias a ello, he conectado con ‘Young Adult’.
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