Hay muchas malas películas, pero no todas las malas películas tienen las cualidades para convertirse en clásico de culto. Lo cual plantea inevitablemente la cuestión de si realmente era mala en primer lugar. Con esa premisa se desarrolla 'You Don’t Nomi' (2020), el documental de Jeffrey McHale recién estrenado en filmin, que analiza este fenómeno a través de la lente de una película que ha recibido con más asiduidad la etiqueta de "es tan mala que es buena" en los últimos años, la inefable 'Showgirls' (1995).
No faltan películas que han tratado el resurgir del cine de culto, primero vilipendiado por su falta de valores cinematográficos y después abrazados por fans y una comunidad que ignora lo que tradicionalmente se considera mal o buen cine para dejarse arrastrar por lo que sienten frente a las imágenes en la pantalla. El proceso por el que se llegó a la catastrófica 'The Room'(2003) que James Franco elevó a los altares en 'The Disaster Artist' (2018), analizaba más bien la impenetrable figura de Tommy Wiseau, su creador.
La apreciación de lo camp
El documental más influyente hasta el momento sobre el tema era 'Best Worst Movie' (2009), que explicaba la transformación de la película 'Troll 2' (1990) en una pieza de culto desde el punto de vista de los actores protagonistas y cómo veían recompensada de alguna forma su participación voluntariosa en un filme tan torpe que tan solo puede ser mirado bajo el filtro del feísmo, como apreciación de lo kitsch y el disparate como forma de comedia interactiva.
Pero las películas de las que hablábamos no dejaban de ser obras independientes, muy marginales y con presupuestos que ponen en bandeja el descarrilamiento hacia los confines del humor de serie Z, que a veces se basa más en todo lo que puede pasar en una película y que nadie espera porque, en el fondo, ni siquiera a los inversores les importa demasiado, con tal de tener 90 minutos de algo que se parezca a otro éxito. Pero, ¿qué pasa cuando es una producción de 45 millones de dólares la que se convierte en una gran broma llena de momentos ridículos?
'You Don't Nomi' trata de esclarecer por qué un fracaso comercial como 'Showgirls', que se llevó por delante la carrera de Elizabeth Berkley, y dio un buen golpe a la de Paul Verhoeven, tiene hoy un seguimiento de culto que celebra cada frase fuera de tono, cada exageración de los actores y cada escena erótica imposible como si fuera una obra interactiva: representaciones teatrales, proyecciones con actividades al estilo 'Rocky Horror Picture Show' (2975) y una aceptación importante de la cultura queer como una de sus películas claves.
Explorando la verdadera intención de la película
'Showgirls' entra dentro de la definición de lo camp de Susan Sontag: algo que se toma a sí mismo tan en serio que es en ningún momento consciente de lo ridículo que es. Como pasó con 'The Room', el director Paul Verhoeven, el guionista Joe Eszerhas y su equipo, han tratado de abrazar el ángulo de comedia autoconsciente. Pero solo cuando se han dado cuenta de que su gran película sobre la decadencia en el duro mundo del espectáculo no es la exploración seria e importante que ellos clamaban, como se puede comprobar en los sesudos textos que firmaron en los lanzamientos domésticos, allá por el 95.
'You Don't Nomi' trata de arrojar luz sobre ese terreno abstracto, pero por otro lado, logra ubicar muy bien el poder de 'Showgirls' como artefacto suicida de Verhoeven, analizando de forma brillante su sello de autor y su postura dentro de Hollywood. Algo que también da pistas de por qué su film tiene una parte de caramelo envenenado para la industria y esto le señala como algo más consciente de lo que estaba haciendo, lo que mantiene la intencionalidad camp, de nuevo, en un terreno fangoso, más que nada por cómo llevó al límite de lo histriónico a la pobre Elizabeth Berkley, casi como sacrificio ritual en su gran retablo al delirio.
Lo que llama la atención de 'You Don't Nomi' es su capacidad de análisis cinematográfico preciso y profundo sin dejar de ser tremendamente ácido y divertido. Su acertado uso del material de archivo completa un discurso agudo que, si bien comparte su fascinación al espectador, no glorifica de más el film que disecciona, sino que propone diferentes artefactos de análisis que llevan a la mirada poliédrica al desastre sin respuestas claras, logrando construir un collage de ideas que llevan al enigma indescifrable de la atracción por el despropósito, la monstruosidad vulnerable y adictiva de los grandes monumentos al mal gusto.
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