'Yo, él y Raquel', una pequeña gran película

La forma de contar algo puede ser muchísimo más importante que lo que estás contando, sobre todo si tenemos en cuenta que en la actualidad hay pocas historias –y eso si realmente hay alguna- que no hayamos u oído varias veces con anterioridad. Está claro que no van a ser exactamente iguales, pero la sensación de déjà vu siempre va a estar más o menos presente, y esto sucede tanto en el cine puramente comercial como en títulos más pequeños que dicen mirar más por lo artístico.

No hay que ir muy atrás en el tiempo para encontrar la discreta ‘Bajo la misma estrella’ (The Fault in Out Stars) y la más interesante ‘Las ventajas de ser un marginado’ (The Perks of Being a Wallflower), dos títulos que, sobre el papel –y en especial la primera-, podrían recordarnos a ‘Yo, él y Raquel’ (Me, Earl and the Dying Girl), pero luego la cinta de Alfonso Gomez-Rejon consigue encontrar su identidad propia para convertirse en una obra encantadora, divertida y emocionante. Una pequeña gran película.

’Yo, él y Raquel’, una delicia

Seguro que muchos de vosotros ya estáis cansado de que una película nos cuenten un romance en el que uno de los implicados sufre una enfermedad terminal y también puede que algunos hayan empezado a cansarse de las historias de adolescentes alejados de los grupos populares que buscan encontrar su lugar en la vida. ‘Yo, él y Raquel’ puede parecer sobre el papel una simple mezcla de esas dos posibilidades, pero no tarda en demostrar que es mucho más que eso.

Lo primero que hay que tener claro es que ‘Yo, él y Raquel’ nunca llega a ser una película romántica, ya que lo que realmente le interesa es la improbable amistad que surge entre Greg, el tan perspicaz como inseguro protagonista interpretado con mucha soltura por Thomas Mann –llega a fallar él y se viene abajo todo, pues la cinta está narrada íntegramente desde su punto de vista-, y Rachel, la joven que sufre leucemia y que cuenta con el rostro de una muy inspirada Olivia Cooke. De hecho, la propia película nos recuerda en varias ocasiones que ahora lo lógico sería esperar una cosa cuando en realidad va a suceder otra distinta.

Este recurso juguetón se convierte en algo recurrente a lo largo de –casi- todo su metraje y resulta clave para evitar caer en la rutina y también para ese milagroso equilibrio que se establece para conseguir que ‘Yo, él y Raquel’ sea encantadora, divertida y emocionante al mismo tiempo. Es un poco injusto personalizar, pero no sería descabellado decir que Greg destaca en lo primero, Earl en lo segundo y Rachel en lo tercero, aunque el trío protagonista sea mucho más que eso, gracias tanto al guión de Jesse Andrews, que adapta su propia novela para la ocasión, como al trabajo de los actores.

Además, se da la casualidad de que el cine juega un papel esencial para ello, ya que Greg y, aunque el primero odie usar esta palabra, su amigo Earl llevan años haciendo hilarantes parodias de clásicos del séptimo arte, y ahí encontramos tanto el corazón cómico de la película como lo que da profundidad a un protagonista que prefiere ser invisible el punto clave para que la relación entre Greg y Rachel prospere más allá de unos primeros encuentros que ninguno de los dos desean. De hecho, la mejor escena de ‘Yo, él y Raquel’ –y una de las más estimulantes de los últimos tiempos- gira alrededor del visionado de una de esas creaciones de Greg.

Con sabor a real

Hay que reconocer que, pese a sus notables intentos por diferenciarse, ‘Yo, él y Raquel’ acaba siguiendo un camino bastante habitual y que utiliza recursos argumentales que ya todos conocemos. La clave es que tanto el libreto de Andrews como la puesta en escena de Gomez-Rejon nos ofrecen algo distinto, estimulante y con el suficiente sabor a realidad como para que uno pueda desconectar el chip cínico y dejarse llevar por lo que nos está contando.

Por parte de Andrews me gustaría destacar que consigue dar a los protagonistas unos diálogos frescos y suficientemente naturales como para que la elocuencia de la que hacen gala, algo inhabitual en la gente de esa edad, no resulte extraña y evite que entremos al juego. Obviamente, el trabajo de los actores también resulta esencial, pues es verdad que Mann y, en menor medida, Cooke son los grandes protagonistas, pero RJ Cyler también lo borda en todas sus apariciones –es fácil quedarse con las más cómicas, pero también está genial en su gran momento dramático- y el resto de secundarios saben aportar lo que se requiere de ellos y mantienen esa magia especial que transmite la película.

Por su parte, Gomez-Rejon apuesta por una dirección bastante dinámica para evitar dar la sensación de estatismo en la que podría haber caído de haber apostado por una solución más tradicional. El resultado es que la cámara se mueve más de lo habitual en producciones similares, pero lo hace sin caer en excesos innecesarios o en lo meramente gratuito -vamos, respetando su naturaleza de propuesta pequeñita-, y sabiendo también cuando el momento requiere serenarse para que sean los actores y otros detalles –hay algunos momentos muy poderosos gracias en parte a la banda sonora- los que potencien todo.

En definitiva, ‘Yo, él y Raquel’ es la última joya del cine independiente americano y justifica sobradamente los premios conseguidos durante la última edición del Festival de Sundance. Una pequeña gran película que brilla en prácticamente todo, desde su encantador acercamiento a lo que es ser un adolescente diferente, pasando por el muy efectivo humor desmitificador y hastan cuando su lado más dramático se apodera de la función. Muy recomendable, prácticamente al mismo nivel que el excelente título de la que os hablé ayer y muy por encima del bastante discreto gran estreno de esta semana.

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