No era yo de esos que se quedaban habitualmente hasta las tantas de la mañana frente al televisor para ver el nuevo episodio de la serie 'Expediente X' (qué tiempos los que no contábamos con Internet para disponer a nuestro antojo del seguimiento de una serie). Algunos capítulos me maravillaban, pero otros me dejaban indiferente, así que no la consideraba una serie redonda por su irregularidad. De todas formas, 'Lunes', el capítulo 14 de la sexta temporada, una especie de 'Atrapado en el Tiempo' pero mejor explicado y desarrollado, como dice mi compañero Alberto, o 'El Descanso final de Clyde Bruckman', cuarto de la tercera temporada, son de esas historias que aún me inquietan sólo al recordarlas. Sin duda, una serie que ha marcado una generación, con dos personajes inolvidables: Fox Mulder (David Duchovny), un cerebrito pasota (que no apático) que parece reírse del mundo a escondidas mientras busca a su hermana desaparecida, y Dana Scully (Gillian Anderson), una agente muy metida en su trabajo pero llena de escepticismo y determinada por una personalidad inflexible.
En 1998 llegó 'Expediente X', una lánguida adaptación a la pantalla grande que caía en el mismo error que la inmensa mayoría de pasos de la televisión al cine cometen: ofrecer un producto más ambicioso que cualquier capítulo de la serie de origen, pero con un nivel de calidad menor. No hace falta que recuerde el incomprensible bluff que fue 'Fuego camina conmigo', la película de la serie 'Twin Peaks', en mi opinión la obra más redonda de David Lynch. En todo caso, podíamos considerar que un fan podía sentirse plenamente satisfecho con 'Expediente X', la película, ya que el empeño de David Duchovny y Gillian Anderson era el suficiente, y las dosis de misterio eran bastante dignas. Por supuesto, como un capítulo alargado, con más logística y mayores pretensiones, pero al menos se podía calificar de "decente".
En 'Expediente X: Creer es la clave', señoras y señores, todo eso se ha volatilizado. Da igual que el espectador de turno vaya al cine esperando el mejor capítulo (largo) de toda la serie, o esperando una porquería de película. Da igual que el espectador haya visto seis o siete veces todas las temporadas de la serie, o no tenga ni idea de quiénes son Mulder y Scully. Este bodrio habla por sí solo. Todo ello, por culpa sobretodo de un guión que no se sostiene ni a la de tres, que elimina todo el aire enigmático que era un punto a favor de los capítulos, y el factor paranormal que aquí no existe, convirtiéndose en un (mal) capítulo de 'CSI: Las Vegas' pero con Mulder y Scully en lugar de Grissom y el personaje interpretado por Marg Helgenberger, cuyo nombre no recuerdo ahora mismo.
Incluso el más distraído puede anticipar con todo lujo de detalles lo que va a ocurrir en todo momento, porque el argumento no se molesta en guardar sorpresas: muestra cosas que todos hemos visto ya, en thrillers de serie B de los 80, en telefilmes de sobremesa y posterior siesta o en subproductos de terror adolescente gore. Adornado esto, además, con una trama totalmente gratuita que intenta aportar humanidad al personaje de Scully de un modo ridículo.
A propósito, que esa definición de personajes marca de la casa de la que antes hablé, ¿dónde está? Mulder y Scully son los mismos porque están interpretados por los mismos actores, pero poco más. No voy a hablar de que Scully tiene otra voz, porque la he visto en versión original, pero por lo visto es un poco chocante. Por lo demás, Duchovny y Anderson hacen lo que pueden, pero les han dado un guión que no tiene en cuenta los personajes que ellos mismos se han currado durante años y años. Además, al primero se le nota un poco desvirtuado por el personaje que ahora triunfa en la serie 'Californication', y la segunda se agarra como puede a aquello que le ha dado fama, pero no hay nada que hacer. Con tamaña pobreza de recursos, diálogos y escenarios, da igual que sean Mulder y Scully como si son el detective Jack Foster y la agente Tanya Petrova (me acabo de inventar los nombres). El personaje sobre el que recae la acción es un sacerdote pederasta (cómo no), que va dando tumbos en una investigación en la que, no se sabe por qué, Mulder cree ciegamente. Esto es sumamente contradictorio, porque al principio es Scully la que convence a Mulder para que se una a la misión, y luego es Mulder el que tiene que templar la obstinación de Scully con la mencionada trama secundaria. Una obstinación que por cierto no concuerda nada con lo visto en la serie. Pero ya he dicho que la personalidad de los dos protagonistas no sirve de nada en esta película.
Lo que resulta increíble es que Chris Carter, creador de la serie y a la par responsable de esta irrelevante secuela, haya resucitado estos personajes para cambiarlos a su antojo. Donde antes había morbo por una relación sexual permanentemente insinuada pero nunca consumada, aquí son una "pareja" que habla de sus cosas, y que casi vive del recuerdo de haber vivido aventuras increíbles de las que ya no hay ni rastro. SPOILER Lo que más expresa el despropósito de esta película es su desconcertante escena final, con los dos famosos agentes del FBI en un barquito para dejar al espectador con los ojos fuera de sus órbitas, o con resignada indiferencia. Depende de cada cual. FIN SPOILER
Si hay algo más que añadir, es la mítica música de Mark Snow, que no crea nada nuevo, y se dedica a hacer arreglos de su famoso silbidito misterioso. Amanda Peet aparece unos minutos, pero ni nos damos cuenta. Por lo demás, desesperante historia, que no se acaba nunca, e inevitable aburrimiento.
Esto es una película cualquiera, con personajes cualquiera, y con un argumento tan manido que se olvida enseguida, como parece habérsele olvidado a Carter su talento. Eso sí, disfrazado absurdamente de un capítulo extenso de 'Expediente X'. Vean alguno de los episodios que menciono arriba, y disfruten de las peripecias de Mulder y Scully, pero si quieren amar a los personajes y la trama original, huyan de esto. Que 6 euros, viendo cómo está el litro de gasolina, no es ninguna tontería.