Sin llegar a ser el filme sobresaliente que se promovió, probablemente debido a su exotismo, ‘Bajo la sombra’ (Under the Shadow, 2016) era una más que correcta variación iraní de ‘Dark Water’ (2002) que se atrevía a ofrecer temas de interés —el papel de la mujer madre soltera en una sociedad con misoginia institucional— a su receta de drama de terror sobrenatural. Por ello, merece la pena ver ‘Wounds’ con cierta condescendencia ante lo que presenta Babak Anvari.
Su nuevo film es un drama modesto, pero bien planteado, que sin tener más ambiciones que desentrañar un relato de horror psicológico, tiene algo que aportar a la digresión sobre la toxicidad masculina que ya había abocetado en su anterior film. En esta ocasión toma una perspectiva moderna y limpia de sustrato político o social para centrarse en la propia naturaleza del hombre y puntuar ciertas tendencias deshumanizadoras asociadas a las nuevas tecnologías.
El morbo y los portales del miedo de tercera generación
Armie Hammer, un camarero en crisis con su pareja (Dakota Johnson), recoge un móvil olvidado por un cliente y se adentra en una espiral de morbo al descubrir en él fotos y vídeos perturbadores que le llevan a extrañas asociaciones relacionadas con heridas que llevan a portales desconocidos. Todo lo que ve le va infectando y comienza a ver estampas horribles a modo de alucinaciones, además de una creciente aparición de cucarachas a su alrededor. En esencia, una crónica de la decadencia de un hombre en principio, normal.
Las amistades fuera de la pareja, las diferentes inquietudes y la frustración por diferencia de objetivos vitales son expuestos con naturalidad y van creando heridas con difícil cura. La degradación del entorno del protagonista coincide con un aumento de volumen de incidencias espantosas y la aparición de personas relacionadas con el móvil maldito. Conforme Will va tomando decisiones moralmente cuestionables, escudadas en la ética egoísta de un hombre de mediana edad con autopercepción errónea, la presión sobrenatural se incrementa.
El discurso no está tan presente, pero es innegable que las elecciones de Anvari para emplear muchos de sus noventa y algo minutos en el aspecto interpersonal o dramático, antes que el del horror, muestran un interés por el fondo de los temas que trata. Un interés apropiado y que aleja ‘Wounds’ del clásico producto de usar y tirar de Netflix, algo que también se nota en el cuidado en las interpretaciones de todo el elenco, aunque la producción sea modesta y algo casual en lo estrictamente formal —cámara en mano abundante, entre otros síntomas—.
La espiral hacia el vacío
La fuente de terror de ‘Wounds’ es muy críptica, pero deja entrever ciertos rituales gnósticos con túneles que llevan a algo terrible, desconocido y casi lovecraftiano. El desarrollo del elemento esotérico es muy superficial y nunca llega a explicarse, dejando que el final quede a merced del espectador. Un corte abrupto, un anticlímax que deja la historia a la mitad, aunque para su director lo importante es “el camino que lleva allí a Will, no lo que pasa después”. El problema es que la construcción del momento es dispersa y parece que lleva a algo más.
Sin embargo, no puede afirmarse que todo lo anterior no funcione bastante bien y que se puedan hacer ciertas comparaciones con algunos mensajes en forma de citas literarias que coloca el director. Más que una elección pretenciosa hay pistas importantes, como el hecho de que Carrie esté escribiendo un artículo sobre T.S. Elliot y ‘Los hombres huecos’ o el epígrafe de ‘El corazón de las tinieblas’ sobre un hombre que es "hueco en el centro" que abre la película.
La metáfora es sencilla cuando se compara a Will con un hombre que realmente toma de forma superficial sus relaciones y su vida, aunque el film no trata tanto de culpabilizarle en clave de relato moral sino de asemejar su experiencia de terror a la de una sociedad vacía de afectos y sentido. Sin penetrar realmente en estos temas, ‘Wounds’ mantiene el interés y va creando una opresiva experiencia de ansiedad con alguna imagen gore fuertecita, y, si se acepta su decepcionante final, no es poco para una noche de viernes.
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