El cine de superhéroes, empujado por el innegable y arrollador éxito comercial que está experimentando, se ha convertido en los últimos años en una suerte de cadena de montaje digna del Fordismo cuyo único objetivo, como es lógico, no es otro que el de generar dinero.
Durante este proceso, se ha ido dejado de lado progresivamente la esencia y sensibilidades propias del medio que se está adaptando para focalizar el esfuerzo de los equipos creativos en sobresaturar las películas con cameos, personajes que se entrelacen en futuras historias, y mil y un recursos que aseguren la continuidad de las franquicias y, con ellas, de los ingresos multimillonarios.
Recuperando el alma perdida
Lo que se ha perdido por el camino ha sido nada más y nada menos que el alma inherente a un mundo como el del cómic que, durante generaciones, nos ha hecho soñar desde niños con hombres y mujeres extraordinarios, y con la existencia de superpoderes que podrían ayudarnos a hacer de este un lugar mejor; algo que pudo atisbarse hasta cierto punto en cintas como la cautivadora y naíf ‘Capitán América: El primer vengador’ o ‘El hombre de acero’. Un alma que, gracias a su pureza y espíritu clasicista, se convierte en el mejor y más preciado elemento de la maravillosa ‘Wonder Woman’.
Patty Jenkins tenía una labor harto complicada para lograr salir airosa de su primer acercamiento al mundo del superhéroe. En gran medida, la presión acarreada a hombros de la realizadora viene de la mano de unos precedentes poco alentadores en el Universo Cinematográfico DC, cuyos estrenos hasta la fecha han sido objetivo de duras, excesivas y, si me lo permiten, injustificadas críticas.
Por otro lado, la iconicidad y veneración hacia el mítico personaje adaptado, y el mero hecho de que ‘Wonder Woman’ se trate de una historia de orígenes, con las dificultades que conllevan ese tipo de producciones, terminaron alzándose como los mayores escollos a superar por una Jenkins que ha superado las altas expectativas puestas sobre su trabajo.
El impecable primer acto de ‘Wonder Woman’ sienta las bases de lo que experimentaremos durante el resto del filme, enmascarando tras un espectacular diseño de producción y una narrativa dinámica y eficiente el statu-quo de Themyscira y sus amazonas y, lo que es más importante, comenzando a enfatizar los temas subyacentes a la aventura de acción sobre la que se erige la cinta.
De este modo, la directora se las arregla para maquillar los inicios de su protagonista, manteniendo el interés incluso de los conocedores del material original, entre voces en off y secuencias de montaje que culminan en una espectacular secuencia de acción —ni por asomo la mejor del nutrido metraje— que derrocha poderío audiovisual fotograma a fotograma, y nos hace desear que el espectáculo continúe y, a ser posible, que no termine nunca.
'Wonder Woman': las ventajas de olvidar los universos compartidos
Pero no nos confundamos. Lo que hace grande a esta ‘Wonder Woman’ no es su despliegue de medios, su mimada ambientación durante la Primera Guerra Mundial, o la atronadora banda sonora de Rupert Gregson-Williams, que termina de aportar la epicidad necesaria para honrar a la creación de William Moulton Marston como se merece. El mayor acierto del largometraje es olvidarse completamente de universos compartidos y centrar la atención en lo verdaderamente importante: sus personajes.
Desde los villanos, que suponen claramente el elemento menos inspirado —que no deficiente— del conjunto, hasta la encantadora cuadrilla de secundarios que refuerza los esenciales y muy bien medidos momentos cómicos, ‘Wonder Woman’ hace gala de un conjunto envidiable de protagónicos ensombrecidos por la química que desprende su pareja principal. Cada momento de interacción entre Diana Prince y Steve Trevor, cada sonrisa, cada mirada, cada línea de diálogo… absolutamente todo desprende un cuidado magnetismo llevado al extremo que nos invita a sufrir y a enamorarnos con un solvente Chris Pine y, sobre todo, junto a Gal Gadot.
Gadot, por si alguien quedó con dudas tras su aparición en ‘Batman v Superman: El amanecer de la justicia’, es Wonder Woman. Ella es la verdadera estrella de una función que se enriquece con cada una de sus hipnóticas intervenciones, sostenidas por su innegable fotogenia y su manera de transmitir la mezcla de inocencia, dulzura y fuerza arrolladora de la Mujer Maravilla. Características que ayudan a edificar unos interesantes subtextos centrados en el antibelicismo y la naturaleza del ser humano y, especialmente, en un feminismo que huye de clichés y derrocha inteligencia.
‘Wonder Woman’ no sólo marca un antes y un después dentro del Universo DC, en el que es el mejor largometraje filmado hasta la fecha, sino también dentro del nutrido género de superhéroes. Su cerebro, su sentido del espectáculo, su excelente apuesta visual y su modo de aproximarse a un icono de la cultura popular tan querido como la princesa Diana de Themyscira, la sitúan como una de las mejores películas de superhéroes desde ‘El caballero oscuro’ de Christopher Nolan.
Un relato clasicista con una imprescindible firma de mujer que, independientemente de nuestra edad, nos hará creer que las superheroínas existen durante algo más de dos deliciosas horas.
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