-¿Por qué su hijo iba a robarle su gata?-Porque está celoso de ella. Muy celoso.
‘Win Win’, distribuida en nuestro país como ‘Win Win (Ganamos todos)’, es el tercer título como director en la filmografía del estadounidense Tom McCarthy, rostro reconocible gracias a su trabajo como actor en producciones tan variadas como ‘Los padres de ella’ (‘Meet the Parents’, 2000), ‘Michael Clayton’ (2007), ‘2012’ (2009) o ‘Caza a la espía’ (‘Fair Game’, 2010). Su nueva película, cuatro años después de ‘The Visitor’, viene con la etiqueta de haber sido seleccionada en Sundance y tiene ese aire al cine independiente norteamericano cuyas constantes empiezan a cansar. Me refiero a esas historias con personajes caracterizados por excentricidades que lo pasan mal por las circunstancias de la vida, y luego muy mal pues todo se va complicado por haber tomado decisiones equivocadas, hasta que llega un punto en el que todo se soluciona, porque se dan cuenta que lo diferente es bueno, que tienen otra oportunidad, y que la vida es maravillosa, acabando entre risas y abrazos. En cierta manera, la que nos ocupa es así, pero no del todo. McCarthy se acomoda más de la cuenta, pero logra un relato cargado de vitalidad, humor y amargura, divertido y serio en justa medida.
Fui al cine el pasado viernes, y me alegró ver a tanta gente haciendo cola. ¿No estábamos en el país de la piratería?, preguntaba yo a mi acompañante, que solo tenía ojos para las chucherías. Ingenuo que es uno, me apresuré a comprar las entradas, eligiendo sitio y todo. Tras una pequeña espera, la gente empezó a entrar en las salas. Y de pronto, mi pareja y yo descubrimos que éramos los únicos que íbamos a ver ‘Win Win’. Se proyectó para nosotros. Un lujo, sí, pero, ¿dónde estaban todos los demás? Ah, bueno, se estrenó ‘Transformers 3’, esa cosa. Espero que ninguno de los que fueron a verla se quejaran a la salida con frases tan habituales como “dos horas tiradas a la basura”, “Hollywood se ha quedado sin ideas”, “el 3D es una estafa” o “quiero que me devuelvan el dinero”, porque han podido elegir. Y han elegido alimentar al monstruo, a esa industria que produce películas en cadena, y que se ha vuelto tan vaga que ya ni siquiera filma persecuciones o accidentes, las recicla. Si quieres que hagan mejor cine, empieza por seleccionar mejor lo que ves.
Tom McCarthy y Joe Tiboni firman la historia de ‘Win Win’, adaptada a la gran pantalla por el realizador, que vuelve a situar la acción en su ciudad natal, Nueva Jersey. El personaje central es Mike (excelente Paul Giamatti, como de costumbre), abogado en crisis y entrenador del mediocre equipo de lucha libre del instituto, en sus ratos libres. Es un hombre estresado, agobiado por los gastos y la falta de ingresos, atrapado en una situación sin fácil arreglo y de la que no puede escapar; de hecho, se levanta temprano para correr, como un hámster que piensa que va a alguna parte haciendo girar la rueda de su jaula. En una de las primeras frases del guion, modificada torpemente por el doblaje español, una de sus hijas pregunta si Mike está huyendo de algo o de alguien. El hombre ama a su familia y le gusta lo que hace, aunque no esté dando frutos deseados, no piensa en huir, pero en cierto modo lo está haciendo. En lugar de encarar lo que está mal y de afrontar los conflictos, agacha la cabeza, sigue adelante y dejar pasar el tiempo, como si fueran a corregirse solos. Un comportamiento en el que se cae a menudo, ¿no es verdad?
Por cierto, la primera línea de diálogo de la película es: “Shit“ (“Mierda”). Y queda estupendamente porque la dice la misma niña que pensaba que su padre estaba huyendo, y aunque éste la corrige, instándola a hablar bien, tanto él como su esposa no pueden evitar soltar la misma palabra (delante de la pequeña) al afrontar sus respectivas rutina. Parecen condenados a repetir el mismo día, en una realidad que cada vez va a peor, porque todo envejece, se ensucia, se rompe y se estropea, y todo cuesta dinero. Mike cree haber encontrado una solución temporal a todos sus problemas gracias a unos ingresos que obtiene de manera fraudulenta, fingiendo que se encarga de cuidar a un cliente con síntomas de demencia senil, al que deja en una residencia. Casualmente (vago recurso de los guionistas), el nieto del cliente, Kyle (Alex Shaffer, formidable hallazgo), aparece en escena, y Mike lo acoge en su hogar, mientras resuelven la situación (es decir, mientras espera que se resuelva, y de manera provechosa para él), con la inmensa suerte de que el chico no solo está bien educado y encantado con su nueva familia provisional, sino que es un prodigio de la lucha libre. Los endebles cimientos con los que Mike está construyendo su vida feliz se derrumbarán cuando aparezca la madre del chaval.
La historia no deja de ser sencilla y previsible, con su mensaje sobre la superación personal (bien calzado, inevitable en la situación de crisis en la que nos encontramos) y la solidaridad del ser humano (que parece ser el tema central de este cineasta), no hay incoherencias, trampas, subrayados ni falsedades en el intento de McCarthy por retratar la vida y los problemas de unos personajes que resultan creíbles y auténticos, humanos e imperfectos, interpretados con mucha naturalidad por un elenco intachable (aparte de los mencionados, cabe destacar a Amy Ryan, Bobby Cannavale, Jeffrey Tambor o Burt Young). El buen hacer de los actores, en la piel de roles bien definidos, evita que desentonen los aspectos más cómicos de un relato amable y optimista que, sin embargo, nunca abandona un cierto tono amargo (o realista, la escena con la que se cierra la película es un puñetazo al “happy end”), que nos recuerda que tenemos más responsabilidades de las que queremos asumir, que la vida da pocas oportunidades, y que ante todo están las personas que te rodean, sin las cuales la existencia sería todavía más triste, terrible y aburrida.
Ahora bien, el gran problema que tengo yo con esta película, y por el cual llegué a desconectar (esas veces que te das cuenta de que no estás prestando atención a lo que ocurre en la pantalla, y te cuesta volver), es el cómo. Visualmente, ‘Win Win (Ganamos todos)’ es un producto aburrido, facilón, que abusa de una realización televisiva, con mucho primer plano y plano medio, en lugar de buscar soluciones más arriesgadas o imaginativas (como la primera escena de Giamatti); da la impresión de que no se ha planificado lo suficiente la puesta en escena, quizá por falta de tiempo y/o dinero, bastando con encuadrar a los actores de manera convencional, confiando en la fuerza de la historia. Si quisiera sacar alguna conclusión apresurada diría que McCarthy se ha estancado, que ya lo ha dado todo y solo puede repetirse, y es posible, pero no quiero creerlo. No todavía. Vamos a esperar a ver qué propone con su cuatro trabajo, seguirá siendo más interesante que ver el enésimo blockbuster de 200 millones de dólares destinado a arrasar en taquilla y convertirnos en meros clientes de las marcas más poderosas.