Western: 'Más allá del Missouri' de William A. Wellman

‘Más allá del Missouri’ (‘Across the WideMissouri’, William A. Wellman, 1951) supone la cuarta colaboración entre Clark Gable y el gran, y peligrosamente olvidado, William A. Wellman, apodado por muchos, y debido a su fiereza en los rodajes, como “Wild Bill”. Juntos habían dejado una poderosa impronta en el cine de aventuras con la magistral ‘La llamada de la selva’ (‘The Call of the Wild, 1935), y el director reconoció muchas veces admirar a Gable por su apasionada manera de vivir la vida.

El actor quedó impresionado con el alegato antibelicista de Wellman ‘Fuego en la nieve’ (‘Batttleground’, 1949), hermoso y terrible film, y enseguida pensó en él para que le dirigiera en el presente film, que tuvo no pocos problemas en la postproducción. A la productora, la Metro-Goldwyn Mayer, no le gustó el resultado final y obligó, entre otras cosas, a insertar una voz en off explicativa, cambiando con ello el siempre importante punto de vista en las películas.

‘Más allá del Missouri’ narra, con un gran poder de síntesis, algo que Wellman conservaba desde sus tiempos en el silente, la historia del trampero Flint Mitchell (Clark Gable) que junto a una comunidad de montañeros y tramperos deciden expandirse hacia territorios vírgenes teniendo que lidiar con tribus indias y algún que otro hijo de jefe indio mosqueado con el hombre blanco. Un western en pura esencia que propone una extraña mezcla de comedia y relato de aventuras.

Alegría y colorido

Los dos primeros tercios del film están invadidos de una melancólica, y al mismo tiempo vitalista, alegría, que coquetea con la comedia más clásica. Así el film, que además posee un colorido muy luminoso en el que Wellman, del mismo modo que hacía Anthony Mann con el western en aquellos años, relacionaba directamente al hombre con la naturaleza que le rodea, proponiendo una muy atractiva comunión entre personajes y escenarios, presenta muchos personajes en cierto modo cómicos.

El escocés y compatriota que bailan al son de una gaita, secuencia antológica que culmina con el jefe indio embutido en una armadura medieval, marca el tono del film en sus primeros y avanzados compases. Sólo me chirría, y de forma muy marcada, el dibujo del personaje femenino indio, a cargo de la actriz mexicana María Elena Marqués, cuyo personaje semeja más una mujer blanca que una india, alrededor del cual navegan no pocos detalles machistas y conservadores.

Justo cuando Wellman tiene a su público acomodado a la majestuosidad y alegría de sus imágenes, va y cambia el tono del film, mostrándose la tragedia y la falta de concesiones al espectador —detalle heredado por uno de sus herederos formales, Clint Eastwood—. El momento del bebé en el caballo desbocado, además de poseer una fuerza insólita por el planteamiento, supone un punto de inflexión en el relato, que desde entonces se vuelve amargo y violento.

Dureza en su tramo final

Una amargura que conecta con el encariñamiento hacia ciertos personajes —a partir del citado instante, en la película puede pasar cualquier cosa, aún con el dato de que es narrada en off por el hijo del protagonista—, y una violencia que alcanza su cenit en el enfrentamiento entre Flint y Ironshirt —Ricardo Montalbán, por aquella época muy prolífico—, que tiene lugar en el bosque, y en el que Wellman no desestima ciertas gotas de suspense, muy acertadas por suponer la consecuencia a una situación inesperada.

Clark Gable compone un personaje en la línea que le hizo famoso, socarrón y divertido, con un punto de chulería, Montalbán muy entregado, y una galería de secundarios por la que se pasean nombres como John Hodiak, Adolphe Menjou, Alan Napier y Richard Anderson. La a veces molesta voz en off fue grabada por Howard Keel, y su utilización sólo me convence en ese tramo final en el que cobra un mayor protagonismo el personaje mayormente “invisible” de la función.

Con todo, un western estimable, que en poco menos de hora y veinte, engloba no pocas situaciones, con no pocas elipsis, y con una vitalidad extraordinaria. Puede que no esté a la altura de otras obras magnas de Wellman, caso de ‘Incidente en Ox-Bow’ (‘Incident at Ox-Bow, 1943) o ‘Cielo amarillo’ (‘Yellow Sky’, 1948), pero se disfruta en alta medida. Volveremos sobre “Wild Bill” en este ciclo.

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