La producción de spaghetti westerns entre la segunda mitad de los sesenta y la primera de los setenta fue un caso único en la historia del cine. Un caso que llenó las arcas del cine patrio y el italiano, ya que en prácticamente su totalidad estamos hablando de co-producciones italo-españolas filmadas la mayoría de ella en nuestra querida Almería, lugar en el que aún se conservan muy bien cuidados parte de los escenarios utilizados para todas estas películas. Como todo el mundo sabe, o eso quiero creer, el género no empieza con Sergio Leone pero es él quien da el verdadero pistoletazo de salida, nunca mejor dicho, con su famosa Trilogía del dólar. Partiendo del clasicismo del western estadounidense las intenciones son la desmitificación del género cinematográfico por excelencia y elevarlo de nuevo desde la misma altura del suelo, del barro.
Los spaghetti westerns —prácticamente un género en sí mismo dentro de un género— son sucios, la figura del héroe prácticamente no existe, o al menos desde esa perspectiva americana que creía en la bondad del protagonista. Leone se encargó él solo de dejarlo bien claro con los bastardos protagonistas de sus films. Pronto le surgieron imitadores por todos lados y hay nombres que merecen estar en lo más alto: Sergio Corbucci, Sergio Sollima y sobre todo Tonino Valerii, que llegó a trabajar con Leone en la popular 'Mi nombres es Ninguno' ('Il mio nome è Nessuno', 1973). 'El día de la ira' ('I giorni dell'ira', 1967) es su segunda película y una de las cotas más altas alcanzadas por su director, quien en pleno apogeo del subgénero logra lo impensable: construir un spaghetti western partiendo de modelos americanos. El resultado es una de las grandes obras del género, no sólo del eurowestern, sino en general.
(From here to the end, Spoilers) 'El día de la ira' —ejemplar título en consonancia con lo que se narra— cuenta la historia de aprendizaje de Scott Mary —un espléndido Giuliano Gemma, fallecido recientemente, y que fue un auténtico galán en la época, siempre manteniéndose en forma, de una gran profesionalidad y envidiable sentido del humor—, un muchacho con padre no conocido —uno de los detalles más crueles de la película— que es despreciado por casi todo el mundo en el pueblo en el que vive, hasta que un día aparece un pistolero llamado Frank Talby —sensacional Lee Van Cleef que llena la pantalla cada vez que aparece— del que Scott desea aprender todo lo relacionado con desenfundar el revólver. El film narra la nada fácil relación paterno filial entre ambos y sus terribles consecuencias.
Uno de los aciertos del film de Valerii es conservar el punto de vista de Scott, que mira a Frank con total admiración, la misma que sentimos cuando tal personaje aparece por primera vez a lomos de un caballo por un pueblo que conocerá su particular forma de hacer las cosas. Según Scott va descubriendo que Frank es simple y llanamente un pistolero cuyos días se están acabando y quiere asentarse en un lugar donde tener un futuro seguro conseguido a punta de revólver, el espectador también lo va descubriendo, y los matices del personaje van desvelándose del mismo modo que Valerii evoca sin complejos el imaginario del western clásico a través de la excelente planificación o detalles argumentales tan inspirados como el revólver que perteneció a Doc Holliday. Un mito del western nombrado en una película que huye y se acerca al mismo tiempo, algo sin duda muy difícil de conseguir, al propio mito en sí que supone el género.
'El día de la ira' se divide en dos partes bien diferenciadas y al mismo tiempo magistralmente ensambladas debido a la psicología tan bien definida en sus personajes. Mientras Scott va cambiando a mejor, Frank descubre su verdadera personalidad revelando esa clase de hombre en el que uno no debe convertirse midiendo con doble rasero la diferencia entre ley y justicia. Scott aprenderá a base de mano dura y varias lecciones enumeradas a lo largo del metraje para enfrentarse a su propio destino en la parte final de la película, una especie de duelo alargado con varios personajes mientras aplica las lecciones aprendidas con la misma mano dura con la que las aprendió. Toda una clase de elegancia visual por parte de Valerii y sin duda uno de los grandes momentos del género, aquel que enfrenta al alumno, ya aventajado, con el maestro. Por supuesto lo más llamativo es el cambio físico y de actitud del personaje de Giuliano Gemma, todo un impacto que precede a su violento tramo final, antológico por representar la esencia pura del western a través de unos dictados morales sin parangón.
La música de 'El día de la ira' no cuenta con una banda sonora del gran Ennio Morricone, que sería lo habitual, sino con un espléndido y curioso trabajo de Riz Ortolani, quien compuso infinidad de bandas sonoras, hoy un tanto olvidadas menos por ese conocedor de lo oculto, para su propio beneficio, llamado Quentin Tarantino que le utilizó en varias de sus películas —el tema central de la presente aparece en su último trabajo—. Tan dinámica como llena de lirismo, la música viste de forma nada gratuita a sus personajes y situaciones, dejando un emocionante recuerdo en nuestra memoria.
Una película pues insólita, emotiva y emocionante, violenta e íntima. Única en su propia forma de desmarcarse de un subgénero que nos regalaría verdaderas joyas durante mucho tiempo menospreciadas.
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