Llega el turno en el ciclo del western de hablar de una director tan importante, y al mismo tiempo tan olvidado, como William A. Wellman, quien tocó a lo largo de poco más de 80 películas casi todos los géneros y con fortuna. En el estudio dedicado a Clint Eastwood —debido a que Wellman, con quien Eastwood trabajó y guardó una gran amistad, es la influencia menos comentada del director de 'Sin perdón' ('Unforgiven, 1992)— ya hablamos del que es muy probablemente su mejor muestra del género, la impresionante 'Incidente en Ox-Bow' ('The Ox-Bow Incident', 1943), película atípica donde las haya, al igual que la que hoy nos ocupa, la no menos excelente 'Cielo amarillo' ('Yellow Sky', 1948), la cual anticipaba varios elementos más tarde vistos en infinidad de películas y que es un precedente muy claro de la moda de westerns psicológicos que abundarían en el género a raíz de 'El pistolero' ('The Gunfighter', Henry King, 1950) curiosamente también protagonizada por Gregory Peck.
La película se hizo a raíz del enorme éxito que tuvo en Europa 'Incidente en Ox-Bow', siendo ésta reestrenada en los USA en 1946 y cosechando también un estruendoso éxito —realmente un caso curioso, si tenemos en cuenta que hablamos de un reestreno—. Basada en una historia de W.R. Burnett, cuyo currículo deja con la boca abierta, y escrita por Lamar Trotti, otro tanto de lo mismo con la salvedad de que éste murió demasiado joven dejando al cine sin un excelente escritor de western, entre otras cosas, en una época de máximo esplendor del género. Con un reparto sensacional en el que cada personaje tiene su cometido, el resultado es una de las obras maestras del género en la que además brilla con luz propia, nunca mejor dicho, el más que sobresaliente trabajo en la fotografía del gran Joseph McDonald, auténtico genio de la iluminación.
(From here to the end, Spoilers) Supongo que por hermanar 'Cielo amarillo' con 'Incidente en Ox-Bow', el inicio de ambas es exactamente el mismo. Un grupo de hombres llega a un pueblo, se meten en el saloon —exactamente el mismo que en el film de 1943, con el mismo camarero y todo—, toman una bebida y admiran sorprendidos un cuadro —misma situación—. Hecha la conexión la acción cambia radicalmente, los hombres se dirigen al banco, cometen un atraco y huyen a galope del lugar siendo perseguidos por el ejército hasta los límites de un desierto de sal a partir del cual comenzará la pesadilla para el grupo protagonista. El prólogo mencionado tiene su extensión en esa travesía a través del desierto que pondrá a prueba la paciencia de todo el grupo, y de claros tintes fantasmagóricos, una de las claves del relato, que recuerda a esa obra maestra de la época silente titulada 'Avaricia' ('Greed', Erich Von Stroheim, 1924).
Tras ese bloque, en el que la fotografía de MacDonald alcanza luminosidades cegadoras, que además afectan a la psicología de unos personajes cuyo modo de vida es la supervivencia más que el atracar bancos, llega la parte central del film, no menos insólita y cuanto menos, muy imaginativa. Aquella que se desarrolla en una ciudad abandonada, también de carácter fantasmal, y en el que, al igual que el pasaje anterior el escenario es clave. Allí viven una mujer (Anne Baxter) y su abuelo, que poseen una cantidad de oro importante, enterrada en un mina que antaño fue el principal elemento de prosperidad de un pueblo ahora olvidado en el mundo de los vivos. Los bandidos, que han salido de lo que parecía una muerte segura, se debatirán entre quedarse con el oro y también cortejar a la única mujer en millas a la redonda, detalle éste bastante sórdido al contar con el inteligente detalle de ser Anne Baxter la que interprete a una mujer fuerte, precedente claro de los roles de Joan Crawford y Barbara Stanwyck en míticos westerns que no necesito citar. Su presencia resulta tan perturbadora para los fugitivos como para el espectador.
'Cielo amarillo' es un western desolador, que combina los grandes paisajes con el claustrofóbico pasaje en el pueblo fantasma. Su cercanía al Film Noir gracias a los claro-oscuros de MacDonald se hace evidente, y la verdadera naturaleza de los personajes sale a relucir. Harry Morgan, que ya aparecía en 'Incidente en Ox-Bow', realiza el personaje aparentemente más normal de todos, que no duda en cambiar de bando dependiendo de la ventaja o los intereses personales. John Russel —otra coincidencia del cine de Wellaman con el de Eastwood pues este le rescataría años más tarde para dar vida a Stockburn en 'El jinete pálido' ('Pale Rider, 1985)— sólo piensa en poseer a la mujer que les ronda, detalle tan aterrador como coherente y lógico. El gran Richard Widmark da vida a otro de sus antológicos villanos, Dude, el único que no atiende a las órdenes de Dawson (Peck), el jefe, y que resulta ser el más egoísta de todos. Gregory Peck se luce mostrando cierta ambivalencia al ser tan rudo como honesto, tan criminal como cumplidor de la palabra que da.
El clímax de 'Cielo amarillo' enfrenta a diversos personajes por la posesión del oro que a todos ciega y que para cada cual posee distintos destinos. El esperado enfrentamientos entre los tres fugitivos de carácter más fuerte se resuelve de forma magistral en el oscuro saloon del pueblo fantasma y fuera de campo. Con la cámara situada fuera del lugar sólo vislumbramos alguna sombra y oímos unos pocos disparos hasta que el personaje de Baxter entra en el lugar para descubrir el resultado del tiroteo. Acierto de puesta en escena, ayudado una vez más por un McDonald inspirado hasta la médula, y que juega con coherencia con el tono del film: en un pueblo fantasma los duelos también lo son.
Queda para el recuerdo ese momento casi intrascendente de lo sencillamente mostrado que está y parece pasar inadvertido, aquel en el que el personaje encarnado por Robert Arthur, el más joven del grupo, rememora su niñez al mirar la única casa en pie del pueblo en la que viven la mujer y su abuelo, y que le recuerda a la suya cuando era niño. Sam Peckinpah nos hablaría del deseo de todos de volver a ser niños años más tarde en otro western glorioso.
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