Walter Hill siguió con su colaboración con la Carolco, de nuevo al frente con Andrew G. Vajna y Mario Kassar, con una película al servicio completo de su estrella principal. Si 'Danko: Calor rojo' ('Red Heat', 1988) lo era de Arnold Schwarzenegger, 'Johnny el guapo' ('Johnny Handsome', 1989) lo es de Mickey Rourke, a quien le faltaba poco para caer en picado hasta cierto olvido mayúsculo, siendo rescatado hace unos años por Darren Aronofsky. Pero antes de que los excesos privados del actor hiciesen mella —recuerdo una visita a cierto programa de éxito presentado por Isabel Gemio, que fue realmente patético— en una carrera ejemplar, este parecía haber alcanzado un gran status, de esos que se suben a la cabeza, con films considerados de culto, tal es el caso de 'La ley de la calle' ('Rumble Fish', Francis Ford Coppola, 1983) o 'Manhattan Sur' (id, Michael Cimino, 1985). El actor estaba en un inmejorable momento, y trabajar con Hill parecía tener cierto sentido.
No obstante, el guión escrito por Ken Friedman, cuyo currículum es mejor no mirar, partiendo de la novela de John Godey, fue presentado antes a actores como Willem Dafoe o Al Pacino. El segundo a punto estuvo de interpretar al personaje central, pero lo rechazó al final debido a que no fueron capaces de quitar a la historia el aspecto de serie B que tenía. Puede que a Pacino no le faltase razón, o puede que se le escapase toda la riqueza que existe en numerosas cintas B a lo largo y ancho de la historia del cine. El caso es que nos encontramos ante uno de los films más extrañso de su autor, con un héroe muy en la línea del universo de Hill, y también con una cinta que respira cine negro —o Film Noir como dicen los franceses y nosotros— por los cuatro costados, y en la que Hill se adentra en la venganza desde una nueva perspectiva, la que ofrece la posiblidad de cambiar por completo de rostro.
(From here to the end, Spoilers) Rourke da vida a Johnny, apodado el guapo por su cara deforme. Se dedica a los robos y ha planeado uno que no puede salir mal y reportar una gran cantidad de dinero. Para ello se alía con un amigo, Mickey (Scott Wilson), y una pareja, Sunny y Rafe (Ellen Barkin y Lance Henriksen), quienes traicionan a los primeros, matando a uno y dando a Johnny por muerto, que es enviado a prisión. Allí, misterios de la ciencia, un doctor le propondrá someterse a una serie de operaciones con el fin de recomponerle el rostro. Johnny acepta a regañadientes, y la rehabilitación es un éxito, tanto que los resultados son envidiables. Con una nueva vida por delante Johnny no puede dejar de pensar en vengarse, e ideará un plan para engañar a los que una vez le tomaron por tonto. Premisa con los elementos necesarios en todo thriller que se precie: violencia, traición, mucho dinero y la oportunidad de redimnirse.
'Johnny el guapo' juega en todo momento con la posibilidad de una segunda oportunidad que dicen todo el mundo merece. En este caso una segunda oportunidad que viene de poseer una nueva identidad, y que personajes como el de Donna (Elizabeth McGovern) ven como algo positivo, claramente influenciada por el aspecto de tío guapo que posee ahora Johnny. Personaje, quizá, metido a calzador y que supone la parte menos interesante de la historia, tópica cuando va por esos derroteros. Todo lo contrario que ese policía al que da vida un divertido Morgan Freeman, que no cree en la reinserción de Johnny, al que siempre verá como un delincuente y un ladrón. En ningún momento sucede algo que podríamos esperar en otros muchos films, que el policía suponga una especie de ayuda en su nueva vida, como lo puede suponer una mujer. Un atisbo de amistad que nunca llegará a producirse, porque esto es una película de Walter Hill, y en su cine no hay lugar para las alegrías.
Conviene resaltar una vez más la capacida de síntesis narrativa que posee Hill, y cómo no, esa violencia en las secuencias de los atracos, ejemplares en planificación y ritmo. Con todo, Hill opta esta vez por hacer cosas extrañas con la cámara, como el uso del gran angular sin que parezca tener demasiado sentido hacerlo. Eso sí, la violencia es descarnada y directa, sin contemplaciones, muy lejos de lo que suele hacerse hoy día salvo contadas excepciones. Resulta curioso como el sentido de la violencia en el cine de Hill es capaz de avergonzar a muchas de las muestras de hoy día, más preocupados por las filigranas o atiborrar la historia con efectos visuales con los que intentar paliar nuestras ansias de sangre como dios manda. Si hay algo de lo que pueden presumir las cintas de Hill en ese aspecto, es de honestidad, y de una gran contundencia. 'Johnny el guapo' alcanza sus mejores instantes cuando la violencia sale a flote, una violencia que libera, o destruye, a sus personajes.
Mickey Rourke hace lo que mejor sabe hacer, o sabía, poner cara de bueno y lucir cara en la segunda mitad del film. Apenas existe química con Elizaberth McGovern, quizá algo realizado a propósito. Llama más la relación que Johnny tiene con la pareja que le traicionó, con los rostros de Ellen Barkin —auténtica fiera interpretativa que en aquellos años iba para sex symbol, y así lo fue al menos en los recónditos e inconfesables sueños de algunos de nosotros— y Lance Henriksen —eterno y entrañable secundario, que aquí eleva su rol de villano hasta los límites del histrionismo—, un singular tándem que parece resucitar en cierto modo la pareja clásica del cine negro. Me atrevería a decir que los espíritus de Robert Siodmak y Jacques Tourneur flotan un poco por esta película, tan desconcertante como atractiva, y que no supondría un éxito en la carrera de su director. Tal vez por eso al año siguiente volvió sobre dos personajes que le habían hecho saborear las mieles del éxito.
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