'Forajidos de leyenda' ('The Long Riders', 1980) supone la primera incursión en el género del western propiamente dicho. Como amante confeso del género, en sus tres films anteriores Hill había introducido elementos cercanos al género, ya sean en el aspecto romántico de alguno de sus personajes —el héroe solitario en 'Driver' ('The Driver', 1978)—, o el carácter grupal de 'The Warrios, los amos de la noche' ('The Warriors', 1979), que pasa por evocar al Carpenter que tanto homenajea a Howard Hawks —maestro del western donde los haya por films como 'Río Rojo' ('Red River', 1949) o 'Rio Bravo' (id, 1959)—. El éxito de su última película, más el obtenido por la producción de 'Alien, el 8º pasajero' ('Alien', Ridley Scott, 1979) le colocaron en ese lugar de privilegio que de vez en cuando se alcanza. En otras palabras, Walter Hill podía hacer lo que quisiese, e hizo un western.
El género estaba de capa caída a principios de los 80, y el film de Hill sería de los pocos que intentarían un resurgimiento del mismo en la mencionada década, al lado de 'La puerta del cielo' ('Heaven´s Gate', Michael Cimino, 1980) —que supuso el mayor descalabro económico de la historia, para mí injusto tratándose en mi opinión de una obra maestra—, o las posteriores 'Silverado' (id, Lawrence Kasdan, 1985) —con bastantes similitudes con el trabajo de Hill por lo que respecta en homenajear al género— y 'El jinete pálido' ('Pale Rider', Clint Eastwood, 1985). Por supuesto no lo consiguieron; independientemente de la calidad de las películas, el público de esa época empezaba a ser otro muy distinto al de años anteriores gracias a George Lucas, su saga galáctica y derivados. En cualquier caso, el cuarto largometraje de Hill se carcteriza de nuevo por su capacidad de síntesis —algo heredado de los clásicos— y la contundencia de sus imágenes.
(Frome here to the end, Spoilers) Cuatro guionistas están acreditados en 'Forajidos de leyenda': Bill Bryden —que incluso tiene un cameo en el film—, Steven Smith —junto con el anterior especializado en librestos televisivos—, Stacy Keach y James Keach —además actores y productores del film—, y el propio Hill no acreditado. La historia recoge los últimos días de la banda del mítico Jesse James —cuya leyenda fue llevada al cine en aciertos de Henry King o Nicholas Ray, y recientemente de una forma algo pesada por Andrew Dominik— en un mundo que estaba a punto de cambiar con avances tecnológicos. Hill condensa en poco más de hora y media sus alegrías, sus sueños, sus golpes, la convivencia con las mujeres de su vida, y siempre al borde del peligro, con la ley pisándole los talones y cazarecompensas hambrientos de fama y dinero.
Precisamente, ese aire coral podría ser lo único atacable de este precioso y violento western, pero no por el hecho en sí, sino porque algunos personajes quedan desdibujados aunque se intenta abarcarlos a todos. Así, la intervención de Dennis Quaid —que se rompió la nariz durante el rodaje— queda en nada comparada con la de su hermano Randy —aunque la ironía que viste los actos de uno y otro al inicio y al final del film, es ejemplar—, y así podríamos seguir con el resto de casos. Por supuesto los hermanos Keach son los mejor parados por motivos más que evidentes, y en cuanto a los Carradine, el siempre excelente Keith y un sorprendente David se llevan la palma en detrimento de un joven, y mucho peor, Robert. Para los hermanos Ford —recordemos que Robert fue el que acabó con la vida de Jesse James, pero ese no es el tema del film— Hill contó con Christopher y Nicholas Guest, que sustituyeron a los inicialmente previstos Jeff y Beau Bridges. La decisión de casting de elegir a actores hermanos para los roles es una de las más acertadas que se han visto nunca.
Aunque Hill demuestra un gran amor hacia el género —casi se podría decir que 'Forajidos de leyenda' es una especie de reunión de clichés del género, en el buen sentido de la expresión— el realizador no retrata a sus personajes rodeándolos de leyenda, los trata como seres humanos con sus aciertos y sus errores. En cualquier caso, y al ser Hill un enorme admiradod confeso de Sam Peckinpah —para quien escribió el guión de 'La huida' ('The getaway', 1972)—, al igual que en algunas de las películas del director de 'Grupo salvaje' ('The Wild Bunch', 1969) los personajes están abocados a un destino fatal que les persigue desde el inicio. La llega de los nuevos tiempos —atención a la caja fuerte con mecanismo de apertura de relojería, acierto de guión— siginificará para ellos un adiós al mundo que conocen y en el que ya no tienen cabida, por mucho que quieran asentarse al lado de resignadas mujeres. Toda la parte final es un puro homenaje a Peckinpah, ya no sólo por el tono crepuscular que desprenden, sino por la violencia, que estalla abruptamente como un disparo a bocajarro.
Un momento que sin duda se encuentra entre lo mejor de su director. Un instante que es pura poesía con un inteligente uso del ralenti y escenas tan memorables como la de los caballos atravesando las cristaleras de una tienda. El espíritu de Peckinpah, y también algo de Sergio Leone navega por sus imágenes retratando un mundo mayormente de hombres en el que la mujer es un elemento casi tangencial y a veces la que paga las consecuencias de los actos, siempre a contracorriente, de los hombres. El cine de Hill es un cine que retrata un mundo masculino, tal y como lo demostrarían sus siguientes films, sobre todo el siguiente, una pesadilla en los pantanos de Lousiana. Y como aquí, con el gran Ry Cooder acompañando.
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