Necesitábamos una película como 'Wall-E'. Sobretodo este año. Necesitábamos una auténtica de obra de arte que nos recordara qué es el cine con mayúsculas, el que hace que ser un espectador tenga un sentido emocional. 'Wall-E' es la mejor opción de lo que llevamos de verano, pero también de lo que llevamos de 2008, a la espera del estreno de 'El Caballero Oscuro', que presumiblemente es el único título que puede hacerle sombra.
En 1921, Charles Chaplin protagonizó 'El Chico', una asombrosa y tierna película de cine mudo, que sin diálogos, pero con una emotiva historia ha conseguido conquistar el corazón de la gran mayoría de los que han visto la película. Y me refiero a aún hoy. Andrew Stanton, el realizador de esa obra maestra que es 'Buscando a Nemo', y uno de los empleados con más talento de la firma Pixar, ha homenajeado a Chaplin con una dirección y guión propios de un genio. 'Wall-E' es una épica que trasciende su condición de película de animación, o de forma correspondiente, de film dirigido al público infantil. Estamos en el año 2815, y la Tierra está asolada por la contaminación. Las cantidades de basura son tan grandes, que ya no habita ningún ser vivo sobre el planeta. En este contexto, el robot Wall-E es un artefacto inteligente que tritura basura y la almacena en cubos. Su soledad es absoluta, y a lo largo de todos estos años, ha conseguido desarrollar una personalidad. Cuando termina su trabajo, se divierte coleccionando cacharros y grabando canciones del musical 'Hello, Dolly!'. Un buen día, una nave aterriza y un robot mucho más moderno y equipado sale de ella, al parecer para inspeccionar el terreno.
Desvelar más se me antoja insoportable, ya que la historia es capaz de sorprender una y otra vez. De hecho, este punto de inflexión separa a la película en dos actos claramente diferenciados. El primer acto es el de la ambientación apocalíptica, con una iluminación que revela la falta absoluta de vegetación y Wall-E que sobrelleva como puede su rutinaria cotidianeidad. Lo increíble es que, sin diálogo alguno, con sólo un personaje y sin que pase nada realmente extraordinario, es toda una experiencia, una maravilla rebosante de lirismo que toca lo más profundo de nuestro interior. A partir de ahí, se han dicho muchas cosas: que la trama decae, que es mucho menos original, y que bebe demasiado de 'Monstruos SA' y 'Buscando a Nemo'. A mi juicio, era un giro necesario, más que nada porque 'Wall-E' también es una película para los niños, y la única forma de no abrumarles demasiado era aportar una nueva trama que, aunque no alcanzase las cotas poéticas de los primeros treinta minutos, funcionase igualmente.
Como la película carece de diálogos al menos al principio, es obvio que la banda sonora tiene un especial protagonismo. Y de esto se encarga el talentoso Thomas Newman, un compositor que ciertamente se repite en ocasiones, pero es de admirar su espíritu experimental. Newman ha parido en 'Wall-E' sus mejores melodías, sus mejores partituras. Suyo es parte del mérito de la fascinante ambientación de la que hace gala la película. Presenta al robot con un tema muy alegre, pero describe la distopía con melancolía y oscuridad. Sabe qué estado de ánimo corresponde a cada momento, y muestra inspiración en prácticamente todos los temas (aunque destaco '2815 AD' y 'Define Dancing'). Mención aparte merece el tema de los créditos finales 'Down to Earth', compuesto junto a Peter Gabriel (ex-componente de los míticos Genesis), que pide a gritos un Oscar en la categoría de mejor canción. En cuanto a la estética, Pixar alcanza la cima. Una factura visual insuperable, con unos escenarios envolventes (qué manera tan simpática de mostrar el espacio, Dios mío), algunos guiños a Apple (fíjense como Eve sería el prototipo ideal de un hipotético robot de la compañía) y un claro homenaje a '2001: Odisea en el Espacio'.
'Wall-E' es, en fin, volver a ser un niño. Tener la lágrima a punto de salir del ojo sin que uno se dé apenas cuenta. Disfrutar de un personaje adorable, mezcla de 'Cortocircuito' y 'ET: el extraterrestre', y que logra todo nuestro cariño a pesar de no ser humano, por su actitud de dar sin recibir, su carácter inocentón, suave y tenaz. Es morderse las uñas, entrelazar las manos, imitando a los protagonistas. Es estremecerse ante la ingente cantidad de escenas que no olvidaremos en muchísimo tiempo. Es salir del cine harto de contento a la vez que anonadado, revisitando mentalmente cada detalle, cada alegría que proporciona la película. SPOILER Los adultos habríamos celebrado más un final "no-tan-feliz", pero evidentemente desposeer a nuestro querido protagonista de su memoria, por ejemplo, como casi sucede, habría sido infinitamente más poético, pero más triste y nada apto para los críos FIN SPOILER. Esconde un mensaje humanista, ecologista, que reflexiona sobre los avances tecnológicos, el respeto a la naturaleza, la evolución de la sociedad y su culto al bienestar, los sentimientos, el amor no correspondido y perseverante y todo lo que uno quiera contemplar. También hay un cortometraje previo, marca de la casa, titulado 'Presto', divertidísimo, del que mi compañero Antonio habla mucho mejor de lo que un servidor podría hacerlo.
Salí del cine tan embriagado que he dejado madurar mi artículo hasta hoy, en pos de conseguir una postura más moderada. Pero aún hoy afirmo que es, con diferencia, la mejor película de Pixar hasta la fecha, y una de las mejores de la historia del cine. Puede obtener tantas nominaciones a los Oscars que perdería la cuenta. Es un espectáculo para el alma, un auténtico hito, un regalo emocionante hecho a medida de todo aquel que lo presencie, tan rica visual y argumentalmente que me es difícil imaginar como alguien podría no enamorarse de esta película. ¿Y siguen aquí, leyendo? Salgan a la calle, aunque tengan que desafiar el calor, y vayan volando a verla.