'La voz del sol', Karra Elejalde y Carmen Machi elevan este melodrama histórico basado en las memorias de Alan Jolis que no engaña a nadie

La película dirigida por Carol Polakoff ofrece competencia técnica y previsibilidad formal y narrativa

Cuenta esta pequeña y aplicada película la visita de un adolescente a la España de la posguerra en compañía de dos exiliados que trabajaron en su casa de París como sirvientes. 'La voz del sol' está basada en una novela autobiográfica firmada por el propio Alan Jolis, adaptada para la ocasión por Natxo López, John Millarky y la directora del film, Carol Polakoff.

Si bien el guion no brilla por su profundidad o sutileza, ni en sus situaciones ni en unos diálogos apolillados en exceso, la película cae además parte de los errores de muchas adaptaciones de historias sobre el periodo de la dictadura de Franco: está más interesada en la resolución superficial y técnica de la operación que de la caligrafía y el estilo narrativo, que a veces parece ser simplemente apariencia, es decir, artísticamente nulo. Tiempos grises no tiene por qué equivaler a películas grises. 'La voz del sol', lamentablemente, no se sale de esta norma.

Por ello, técnicamente la película no sólo es aceptable, sino virtuosa, con una excelente fotografía de José Luis Alcaine, el vestuario de Cristina Sopeña, el siempre eficaz montaje de la veterana Teresa Font y una buena partitura de Lucas Vidal, además de una recreación histórica que, pese a seguir a pies juntillas un libro de estilo ya convertido en fórmula, casi en molde, además de las virtudes de un reparto magnífico.

Tras el innegable carisma de Karra Elejalde y Carmen Machi, que tienen tablas de sobra para pasar por allí y simplemente llenar la escena, 'La voz del sol' se nutre de un magnífico y cumplidor grupo de secundarios, entre los que brillan el siempre sobresaliente Antonio Durán Morris ('Canallas', 'La piedad'), Kandido Uranga ('La cima', 'Dos'), Alicia Lobo ('Coda 77') y la joven Sara Sanz, vista en series como 'La Unidad' o 'Un asunto privado'), junto a los adolescentes, y aquí sumamente eficaces, Matteo Artuñedo y Ahikar Azcona.

El cine como figura de Lladró o recuerdo de una revolución frustrada

No dudo que las páginas de la novela de Alan Jolis estén llenas de sinceras reflexiones sobre sus propias vivencias, pero en el guion de 'La voz del sol' esto queda convertido en una condena al régimen represivo y al previsible recorrido de un coming-of-age que aglutina todos los tópicos imaginables con tanta amabilidad como sosería.

No deja de resultar curioso que, tras su claro posicionamiento ideológico, la película rezume esa misma naftalina, el mismo olor a cartón piedra, que caracterizan a gran parte de los títulos de los directores oficiales de la dictadura, como Rafael Gil, Juan de Orduña, José Luis Sáenz de Heredia, José Antonio Nieves Conde o León Klimovsky, en especial cuando su obra se acercó al desarrollo y las consecuencias del conflicto bélico o a glosar las virtudes de la política del dictador. Encontramos en 'La voz del sol' el mismo academicismo átono y, me temo, reduccionista, un poco para salir del paso, que es el perfecto cómplice del discurso ramplón o del lugar común.

La mano de la directora, Carol Polakoff, apenas se deja ver, muy lejos del personal toque que cineastas como Carlos Saura, Fernando Trueba, Vicente Aranda o, incluso, Fernando Colomo, que adaptara la novela de Gerald Brenan en la apreciable 'Al sur de Granada', proporcionaron a historias parecidas.

La cinta, en cambio, se sitúa más cerca de la convención de producciones catalanas recientes, tan correctas como soporíferamente frías, como 'El fred que crema' (Santi Trullenque, 2022) o 'Cenizas en el cielo. Un cel de plom' (Miquel Romans, 2023), tan ilustrativas y útiles a la hora de mostrar interesantes pasajes de nuestra historia reciente como escasas o nulas en valores puramente cinematográficos.

Las contadas ocasiones en las que la película parece levantar ligeramente el vuelo (jamás se hace aburrida, todo sea dicho, pero tampoco lo eran las películas del periodo franquista antes señaladas) se debe a la peculiar química que se forma entre el trío de protagonistas.

Lo malo es que dichos destellos no son suficientes para mantener la empresa a flote o, por lo menos, para que este crítico se encuentre con ganas de defender, con un mínimo de entusiasmo, el resultado global. Pero no serán pocos los espectadores que salgan de la proyección de 'La voz del sol' con una sonrisa y la califiquen como una película agradable y bonita.

Este público estará pasando por alto la absoluta falta de riesgo y estilo de una obra que es como una figura de Lladró, que luce mona en cualquier esquina pero carece de valor, o incluso semeja uno de esos adoquines del muro de Berlín que, según cantaba Joaquín Sabina, adornaban las estanterías de revolucionarios aburguesados tras la caída de los soviéticos en Alemania en 1989.

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