La historia de Hombres G en el panorama del pop español está escrito con letras de oro, concretamente con discos de oro y platino, y eso jode a mucha gente, pero lo cierto es que con varias décadas de actividad, el grupo y sus canciones siguen siendo, pese a quien le pese, un icono de la historia de la España post-transición, y para acabar de certificar este hecho suceden cosas como esta ‘Voy a pasármelo bien’, un musical a ritmo de sus canciones que perpetúa su popularidad transmedia.
La actitud que transmiten las canciones del grupo puede ser tomada de muchas formas diferentes, pero en el fondo todo se resume en una actitud canallita blanca, canallita de barecillo, mucho más inofensivo y tontaina de lo que se creen sus propios detractores, y con esta película queda claro que su verdadero público no eran las adolescentes con carpetas forradas de fotos de la Super Pop, sino sus hermanos y hermanas pequeñas, un público ideal para sus rimas gamberras pero que no molestan demasiado a sus padres.
Cine de iniciaci´´on en capital de provincias
Cualquiera que haya visto ‘Sufre mamón’ y ‘Suéltate el pelo’, las dos películas protagonizadas por la improbable boy band cañí, sabe que el grupo es más una especie de broma interna que se salió de madre y ‘Voy a pasármelo bien’ refleja buena parte de esa impronta de películas musicales cuyo guion se va amontonando alrededor de las canciones con conexiones más espirituales que realmente encajadas de forma minuciosa, lo que lleva a algún desajuste de tono y pequeños momentos forzados.
La historia transcurre en Valladolid, en una narración doble que cuenta la historia de David y Layla en 1989 y 2022, contada con paralelismos entre el recuerdo y el presente que básicamente sigue la estructura de ‘IT’ de Stephen King, solo que en vez de payasos asesinos tenemos a… Hombres G. El resto no es tan distinto. La pandilla de David es poco menos que una repetición de los estereotipos, el líder más guapo, el freakie gafotas, con más de una similitud al la película de Musccietti, el bocazas graciosillo, el gordito, los bullys…
Los chavales son igual de pringados que el club de los perdedores y se hacen llamar los Pitus, una de las muchas interacciones que nos llevan a la época con el habitual catálogo de recuerdos, especialmente en expresiones que consiguen el efecto nostálgico de la etapa ‘Yo fui a E.G.B’ de forma precisa y siempre con gracia, principalmente gracias a su estupendo casting infantil, que canta y baila de forma contagiosa y es capaz de cargar la película sobre sus hombros sin problema, con mención especial a Izan Fernández, su risueño protagonista, y el saladísimo Rodrigo Gibaja.
Dejad que los niños se acerquen al cine
Hay detalles de guion sobresalientes, como esa magnífica deconstrucción de las penosas técnicas de ligar de los "maestros de la seducción" actuales, pero es en la trama adulta en donde se ve más al director David Serrano, con un compendio de claves de la comedia romántica española de treinteañeros de toda la vida que saca bastante punta del estilo de Daniel Sánchez Arévalo y la eterna influencia de David Trueba y la estela de su novela ‘Cuatro amigos’. Raúl Arévalo y Karla Souza hacen un buen trabajo de emociones contenidas y transmiten el paso del tiempo de un amor infantil con brasas intermitentes como si estuvieran en ‘Antes del atardecer’, dando cierre a una historia en la que incluso nos olvidamos de Hombres G.
Pese a que hay una tendencia a la repetición que olvida muchas de las buenas canciones del grupo, siempre funcionan, dando margen a coreografías improvisadas con transeúntes que parecen una reinterpretación costumbrista de ‘La La Land’, pero dejan esa sensación de “musical de andar por casa” que tiene la esencia normie de la banda, y dado el trabajo de los chavales, ofrece una regresión a la inocencia del cine de Parchís que se echaba de menos.
‘Voy a pasármelo bien’ no es una película tan pequeña como ‘La llamada’, pero es igual de encantadora, muy pensada para chicos de la edad de los protagonistas o incluso menores, que encontrarán un reflejo de sus propias pandillas pese a no estar en los 80, porque tampoco nada cambia tanto en los colegios con el tiempo. En cualquier caso es una alternativa al cine familiar mucho más cercana e inspirada que la enésima película de los Minions, y sobre todo, capaz de plantar cara al entretenimiento intercambiable, apoyándose con orgullo en lo que tenemos más a mano.
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