Pese a que la esperada secuela de ‘Tren a Busan’ (Train to Busan, 2016) no ha recibido las mejores críticas, la escala de su producción y secuencias de acción certifican un fenómeno de muertos vivientes en Corea del Sur que ahora se confirma con ‘#Vivo’ (#Saraitda, 2020) de Netflix, un nuevo ejemplo del subgénero que podríamos denominar perfectamente como “k-zombie”. Una producción que se basa en el guion original ‘#Alone’ del guionista de Hollywood Matt Naylor.
Lo curioso es que la película de Naynor aún no se ha estrenado –el tráiler promete la misma película con alguna escena de acción adicional– y el guionista ha colaborado en la adaptación de su idea con director Cho Il-hyung para el mercado coreano, en donde ha sido un éxito de taquilla, puede que también en parte a que Yoo Ah-in y Park Shin-hye son dos estrellas en el país, algo que queda también en evidencia por cómo les trata la cámara en el film.
La eclosión imparable del 'K-Zombie'
El género zombie, tan quemado ya en occidente, parece que vive una eclosión en Corea, que desde ‘Train to Busan’ no deja de estrenar películas como ‘Rampant’ (Chang-gwol, 2018) o series como 'Kingdom' (2018-) que, al igual que ‘#Vivo’, se ha hecho muy popular en todo el mundo gracias a Netflix. La limitación de las premisas, sin embargo, parece haber llegado de forma temprana y la película nos presenta una idea demasiado machacada en el género de supervivencia.
Desde ‘Soy Leyenda’ (I am Legend, 1954), la idea de un hombre confinado mientras hordas de infectados reclaman su sangre en el exterior se ha convertido en un tropo que George A. Romero supo alejar suficientemente de la fuente y expandir, pero que acaba volviendo en películas como ‘#Vivo’, que plantea la odisea de Oh-Joon Woo, un youtuber que al levantarse descubre que ha estallado un brote zombi en su ciudad, quedando aislado, sin comida ni señal de internet, pero con todo el aparato tecnológico doméstico contemporáneo disponible.
Quizá el mayor punto de interés de ‘#Vivo’ es el planteamiento del aislamiento del hombre rodeado de juegos, aparatos y conexiones que le permiten o le llevan a una vida en soledad y sin contactos físicos reales. La pequeña reflexión que ofrece el film muestra a un gamer que pronto se da cuenta de que su actividad del día a día no tiene mucho sentido sin una simple conexión, evidenciando la dependencia a un fantasma intangible que es la red, tan frágil e inútil en una situación de colapso como el número de seguidores en las redes.
Otro apocalipsis zombie desde la ventana
Lejos de una perorata tecnofóbica, ‘#Vivo’ tan solo utiliza ese planteamiento para penetrar en la psicología de un protagonista desorientado que se da cuenta él mismo, como si presenciáramos un experimento con cobaya humana, de que lo único que nos realiza en una situación con reglas cambiadas es el contacto humano, lo que lleva al segundo acto del film, cuando contacta con una superviviente en el bloque de enfrente. El mayor aporte de este “apocalipsis desde la ventana”, sin embargo, es que consigue imprimir buen ritmo a una idea que tiende a la monotonía.
Esto no significa, sin embargo, que ‘#Vivo’ no tenga sus momentos de tedio. La premisa está tan machacada en los últimos años que es imposible no tener un constante déjà vu a films que, desde las cuatro adaptaciones de ‘Soy Leyenda’, han planteado un escenario similar. La alemana ‘Rammbock’ (2010) ya abría a la idea de un hombre parapetado en un piso de Berlín. ‘In un giorno la fine’ (2017) tenía a un hombre encerrado en el ascensor de su edificio de oficinas, mientras que ‘Zoo’ (2018) a una pareja en plena crisis que debe salvar su matrimonio para sobrevivir a la epidemia zombie encerrada en su piso.
Pero la más parecida, y definitivamente superior, ‘La noche devora el mundo’ (Le Nuit A Dévoré Le Monde, 2017) de Dominique Rocher, planteaba el relato de un náufrago en un edificio de París tomado por los zombies, transmitiendo mejor la melancolía de la soledad que muchas adaptaciones oficiales de la obra de Matheson. Llegado cierto punto, parece como si todas fueran el remake adaptado a distintas sensibilidades geográficas de una misma historia, como las típicas comedias europeas que van pasando con distintos títulos por cada país.
Corrección reiterativa
Ese es el mayor problema de ‘#Vivo’, que si bien logra mantenerse como una película entretenida, no deja de ser un refrito de otras películas ya vistas. Incluso la relación a distancia entre los dos supervivientes es una extensión de la entrañable amistad con carteles y prismáticos de ‘Amanecer de los muertos’ (Dawn of the Dead, 2004) y justo cuando parece que va a avanzar en una exploración de los pasillos del edificio, llega a un tercer acto cliché que la hunde definitivamente en lo trivial.
Frente a la prometedora puesta en escena de algunos momentos, hay un abuso de música electrónica de saldo, o con ribetes pop de K-drama ordinario, que a veces ni acompañan al montaje rebajan la entidad de un producto al que se le ven las costuras en momentos en los que usa recursos televisivos y anacrónicos de cámara lenta, dejando una sensación de pieza a medio cocer que la deja malherida frente a su propia falta de originalidad.
Podría decirse que el don de la oportunidad de ‘#Vivo’, estrenada en un año que hemos experimentado la cuarentena en nuestras propias casas, podría revelarla como una película que define 2020 de forma significativa, pero el efecto es el de un recuerdo incómodo que funciona como el aceite y el agua. No faltarán voces que la sitúen por encima del escapismo frenético y atolondrado de ‘Península’, pero mantengan el escepticismo ante un film mucho más vulgar y rutinario de lo que promete su correcta reinterpretación tecnológica del purgatorio de Robert Neville, que, por cierto, ha visto su mejor versión en la recientemente encontrada adaptación española de la historia.
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