En Marzo y Junio se estrenaron respectivamente dos versiones sobre el cuento de Blancanieves, obra y gracia de los hermanos Grimm, y cuya adaptación cinematográfica por excelencia es el primer largometraje de dibujos animados que se realizó, el imprescindible ‘Blancanieves y los siete enanitos’ (‘Snow White and the Seven Dwarfs’, William Cottrell, David Hand, Wilfred Jackson, Larry Morey, Perce Pearce, Ben Sharpsteen, 1937), jamás superada por ninguna otra versión, incluyendo evidentemente las dos más recientes, probablemente dos de los largometrajes más innecesarios jamás realizados, aunque por supuesto uno tiene cosas más salvables que el otro.
En cualquier caso, ambas suponen una violación en toda regla del fantástico cuento, con la excusa de traer a las nuevas audiencias la mítica historia de una muchacha y siete enanos bondadosos.
‘Blancanieves (Mirror Mirror)’
Que el director Tarsem se hiciese cargo de una de las nuevas versiones era algo, que a priori, me resultaba interesante. El firmante de films como la espantosa ‘La celda’ (‘The Cell’, 2000), la más que maja ‘The Fall. El sueño de Alexandria’ (‘The Fall’, 2006) o la entretenida ‘Immortals’ (id, 2011) podría aplicar al cuento de los Grimm su habitual sentido visual, y de hecho, y de hecho es eso lo mejor de una película a la que le faltan grandes dosis de emoción, o si queremos expresarlo así, de ternura. Tarsem no está preparado para escenas íntimas o de corte dramático, por lo que cuando el film se pone serio, hace aguas por todos lados. En cambio, cuando la parte de le comedia recae en manos de un sorprendente Armie Hammer, el film funciona a la perfección como película infantil, lo que sin duda debe ser.
Uno de los grandes errores es haber enfrentado a Lily Collins con Julia Roberts, de forma que es absolutamente imposible creer que la segunda sienta celos de la primera, basta con mirarles las caras, y por muy simpática que resulte Collins, no posee ni la mitad de belleza que la Roberts, quien por otro lado parece habérselo pasado en grande realizando el papel de madrastra. Eclipsa a todos sus compañeros de reparto —con la excepción de Hammer—, sobre todo a un más que soso Nathan Lane, que sin duda vivió tiempos mejores. Para los enanitos decidieron que lo mejor era enanos de verdad, con lo que el presupuesto se reduce a la hora de los efectos visuales. Lo cierto es que están simpáticos y se agradece algún chiste de índole sexual.
En cualquier caso el film está falto de emoción, y sólo se levanta cuando Tarsem da rienda suelta a su imaginación. El mundo tras el espejo de la madrastra merece especial mención, y la forma de los enanos de atracar a los caminantes también revela algo de ingenio. El que le falta al resto del film que ni siquiera se anima cuando en su parte final hace acto de presencia un actor muy conocido y acostumbrado ya a este tipo de films. Ahora el director prepara su versión de Marco Polo, algo que le queda mucho mejor que un cuento infantil.
‘Blancanieves y la leyenda del cazador’
Nunca dejará de hacerme gracia los títulos que le ponen a las películas en nuestro país cuando deciden cambiar en parte, o totalmente en muchos casos, el original. ‘Snow White and the Huntsman’ debió titularse ‘Blancanieves y el cazador’, pero como no debía sonar muy comercial, pues se tira de unos de los comodines, la palabra leyenda. ¿Pero qué leyenda? En tal caso la leyenda de Blancanieves o de la madrastra y su espejito, pero aquí el cazador —un Chris Hemsworth con cara de pero qué coño hago yo metido en esto— no tiene mayor papel que el de ganarse el corazoncillo de Blancanieves, interpretada en esta nueva versión por la muy de moda Kristen Stewart, que en la película da la sensación de que en cualquier momento hará presencia Edward Cullen para salvar a la pobre muchacha de las garras de la malvada reina a la que da vida una espectacular Charlize Theron.
Y he ahí otro de los problemas de esta cinta, aún peor que la anterior, que nadie puede creerse que una belleza como la Theron sienta celos de una sosísima Stewart. Con la cantidad de actrices jóvenes deslumbrantes en belleza que hay por ahí, y cometen el error de elegir a Collins y Stewart, empequeñecidas en todos los aspectos ante sus celosas madrastras. El debutante Rupert Sanders parece haberse aprendido de memoria la famosa trilogía de Peter Jackson, de la que la presente película parece un plagio en forma. Incluso para el papel de los enanos —y que en esta versión empiezan siendo ocho— se eligieron a actores de tamaño normal, como Ian McShane, Bob Hoskins, Ray Winstone, Nick Frost o Toby Jones, resultando lo mejor de un film que se toma demasiado en serio a sí mismo.
La sombra de Jackson es demasiado larga y poderosa, y Sanders no destaca en su puesta en escena por absolutamente nada. Vistosos efectos visuales sí, espectaculares decorados y paisajes —no faltan las sempiternas escenas aéreas de personajes caminando a lo lejos— pero la sensación de déjà vu no nos abandona en ningún momento de la película, que ofrece con respecto a la anterior versión una mirada más adulta sobre el famoso cuento, pero que en ningún momento contiene el más mínimo interés. Y desaprovechan el aspecto más interesante de la historia, aquel en el que se narra el pasado de la madrastra, cuya trama podría haber dado para una película verdaderamente terrorífica. No obstante, la taquilla manda, hay que contentar a todo el mundo. Concesión tras concesión tras concesión. Está claro que John Lee Hancock no aprendió nada de Clint Eastwood. Y un servidor aburriéndose.