Netflix necesita grandes éxitos para seguir siendo la plataforma número 1 de forma indiscutible, lo cual también obliga a arriesgarse con títulos que luego quizá no están a la altura de lo esperado. Eso es precisamente lo que ha sucedido con 'Vikingos: Valhalla', una serie por la que apostó a lo grande y que ha acabado despidiéndose por la puerta de atrás con el estreno de su tercera temporada.
Concebida para ir mucho más allá de esto, lo cierto es que Jeb Stuart tenia razón cuando dijo que estas tres temporadas estaban concebidas como una unidad, pero también queda muy claro que esto no tiene nada de final de serie. Y es una lástima, porque es cierto que no creo que 'Vikingos: Valhalla' se encuentre entre las mejores producciones originales de la plataforma, pero sí que es una propuesta bastante estimable que merecía mejor suerte.
7 años después
La temporada 3 arranca tras un salto temporal de 7 años y los ocho episodios que la dan forma transcurren principalmente en tres líneas temporales diferentes. Todas ellas están marcadas por una cuestión de liderazgo, sea por Canute intentando asegurar su posición de poder y cómo se continuará su legado, con Freydis como cabecilla de una tribu de vikingos que sigue venerando a los dioses antiguos y con Harald y Leif ayudando al emperador Romanos III a ampliar su imperio.
Todo eso se prestaba tanto a que la temporada 3 pudiera tener un ritmo irregular como a la inevitable aparición de los altibajos de interés. Por suerte, los responsables de la serie logran esquivar ese problema al hacer una efectiva combinación entre épica histórica y algunas tramas de corte dramático que no desentonarían en un culebrón -ahí pienso especialmente en todo lo relacionado con Harald y la mujer del emperador, aunque todo lo que concierne a Freydis y su padre tampoco encajaría mal en otro contexto-.
La solvencia de los guiones ayuda a ello, ya que otra de las virtudes de esta temporada 3 es que los episodios no llegan a hacerse largos, algo que para mí sí llegaba a pasar en su predecesora. Aquí los tiempos están bastante bien medidos y además la serie va saltando de una trama a otra con una agilidad innegable, permitiendo así que existe un sentido de la progresión equivalente.
Vamos, que no da la sensación de que las cosas se estanquen cuando no existe necesidad de ello, y además tampoco olvida su componente más espectacular, ya sea con la traicionera decisión que toma el general Maniakes utilizando el conocimiento que ha adquirido gracias a Leif o en las escenas de combate cuerpo a cuerpo, donde 'Vikingos: Valhalla' lleva brillando desde su primera entrega.
Además, los guionistas saben jugar bastante bien con la necesidad de tener separados a los personajes principales, permitiendo también que Leif se desvincule en parte de Harald llegado cierto momento para que él también haga todo lo posible por encontrar su destino. Y es que al final todo en la serie está marcado por eso: cuál es el destino de sus personajes y cómo llegan al mismo.
Por ejemplo, Canute hace tiempo que logró su objetivo de sr Rey de Inglaterra, pero aquí vuelve a incidirse algo en ello por su conflicto con la iglesia católica antes de que la serie prepare el camino hacia un futuro que ya nunca veremos. Lo mismo puede decirse que pasa tanto con Harald como con Freydis y Leif, ya que sí la serie nos ofrece algo parecido a una catarsis, en especial en el caso del primero, pero sus historias también quedan inconclusas.
Eso lleva a que la temporada 3 de 'Vikingos: Valhalla' acabe dejando un sabor agridulce, pero no por nada que haga mal serie. El problema es que está cancelada y esto ya no es que no sea un final como Dios manda, es que se queda a años luz de serlo. Que luego Netflix no se queje si arrastra esa mala fama de cancelar series sin parar, algo que lleva a que cada vez más espectadores se lo piensen dos veces antes de dar una oportunidad a cualquiera de sus estrenos.
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