A la película le falta definir exactamente qué es lo que quiere ser, y apostarlo todo a un giro final obvio no ayuda
Todo el mundo se ha quedado alguna vez enganchado a una película de tarde en un domingo tonto. Un subproducto titulado 'Secuestro mortal' o 'Embarazada y acosada' te puede salvar una tarde de verano cualquiera siendo perfectamente consciente de que en cualquier momento puedes echarte la siesta sin remordimientos de ningún tipo. Son ponzoña cinematográfica, sí, pero al mismo tiempo forman parte ineludible de las míticas sesiones televisivas vespertinas. Ahora, 'Vidas perfectas' trata de llevar un guion de cine de tarde al prestigio. El resultado es exactamente el que uno podría esperar.
Cine imperfecto
Es un misterio cómo Jessica Chastain y Anne Hathaway han accedido a aparecer en una película tan plana como esta, que juega constantemente con la paranoia de una madre pero nunca se atreve a meterse totalmente en la piscina del delirio. Quiere ser tan juguetona que, si se hubiera estrenado en los 90, su póster advertiría "¡No reveles el final!", pero el problema es que no juega sus cartas correctamente: el truco se desvela demasiado pronto y el resto del metraje es simple relleno hasta llegar hasta uno de los dos únicos finales posibles.
No ayuda, desde luego, un guion anquilosado propio de otra época que no es capaz de dar matices y muestra a las mujeres como sacos de histeria constante, con diálogos que bordean peligrosamente la vergüenza ajena y un final sorpresa anti-moralizante que casi pretende emular a aquellos de los cómics EC de los años 50. 'Vidas perfectas' quiere ser modélica e impactante pero, en última instancia, es sencilla y añeja bordeando lo rancio.
Por supuesto, este cine de tarde con pretensiones logra levantarse con la presencia de sus dos actrices principales, que podrían vender cualquier cosa. Ambas actrices han estrenado sendas películas hace poco (Chastain estrenará en cines 'Memory' y Hathaway tiene ya en Prime Video 'La idea de tenerte'), donde también demuestran su calidad interpretativa. Solo que allí ayudan a guiones más sólidos que el de esta 'Vidas perfectas', que confía demasiado en el carisma de sus intérpretes para ofrecer un festival de giros edulcorados y griterío constante.
Drama vespertino con poco tino
El problema es que 'Vidas perfectas' quiere ser un gran melodrama con tintes de thriller, pero le fallan las hechuras y los acabados. No tiene un tono bien escogido, y es sorprendente dado que su director debutante, Benoît Delhomme, tiene una amplia carrera como director de fotografía en cintas como 'La teoría del todo'. De alguna manera, aquí todo se siente plano y frío incluso en los momentos donde pretende añadir calidez a la escena, consiguiendo como resultado que nunca se deje de sentir como el ensayo de una obra de teatro. Y eso nunca puede ser bueno.
Es injusto valorar una obra por lo que no es, pero 'Vidas perfectas' se habría beneficiado enormemente si se hubiera decidido por un género y lo hubiera apostado todo al noir, el melodrama o el thriller. No es ya que no sepa que película es: es que no sabe qué película quiere ser. ¿Es el drama sobre el duelo de una madre? ¿La paranoia provocada por la cercanía de la muerte? ¿Acaso un retrato de la locura que deja tras de sí una pérdida irreparable? La cinta no lo sabe, y el espectador queda, irremediablemente, encerrado en su previsible mediocridad.
Cierto es que en ningún momento es aburrida, pero no consigue llevar la tensión al punto de ebullición ni es capaz de provocar el interés necesario como para que sus giros aparentemente sorpresivos nos susciten algo más que un leve suspiro desganado. Al final, y aunque la propia película parezca odiar su propia identidad, cumple la misma función que cualquier película de Antena 3 los domingos: se deja ver en la modorra vespertina siendo perfectamente consciente de que si cierras los ojos no te vas a sentir culpable ni vas a necesitar volver hacia atrás para llenar los huecos.
Y no pasa nada. Es bueno que haya dramas tan exagerados que se vuelven irreales repletos de giros y trucos poco sorprendentes, porque no siempre nos apetece ver obras magnas del séptimo arte. A veces simplemente queremos encender la televisión, ver una película llamada 'Vidas perfectas', olernos la tostada desde el principio y poderle prestar atención a medias sabiendo que mañana no recordaremos su existencia.
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