Ya he visto el primer gran bombazo de terror del año. Una escalofriante oda al repelús no apta para los que tienen aracnofobia

Ya he visto el primer gran bombazo de terror del año. Una escalofriante oda al repelús no apta para los que tienen aracnofobia

'Vermin: La plaga' es el debut de Sebastien Vanicek y ganó el premio del jurado en el pasado Sitges

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Hay mucho cine en el que las arañas son un elemento de escalofrío circunstancial. Desde las películas de Indiana Jones a la primera de James Bond, siempre han sido un buen botón para apretar aprovechando nuestro instinto natural de repelús hacia los bichos. Algunas personas lo tienen más acentuado que otras, pero lo que es seguro es que la gente con aracnofobia no debería ir a verVermin: la plaga’, a menos que quiera pasar el peor rato de su vida.

Y no es por dar la alarma para crear un titular, es que hay gente aficionada al cine de terror que evita las películas con arañas y pueden encontrar aquí algo más que pesadillas sino un pánico que puede derivar en un verdadero mal rato en una sala oscura. Los pases de Sitges fueron especialmente reveladores, con gritos y la sensación colectiva de sugestión: parecía que había arañas en la sala. Ese es el poder de una película de terror que consigue lo que se propone con éxito.

Una tradición que necesitaba sangre fresca

El resto de espectadores con cierta tolerancia a ver patitas y pelitos tiene la oportunidad de pasarlo como nunca con la sensación, porque estamos ante la mejor película de invasiones de arañas desde ‘Aracnofobia’ y ‘Arac Attack’ ya de hace 22 años, que, de algún modo, son la base sobre la que se construye esta nueva iteración del subgénero. Las situaciones en común no están precisamente ocultas. Por ejemplo, el punto de partida de la película de Frank Marshall es muy parecido, un viaje a una tierra extranjera trae consigo una araña exótica y muy peligrosa.

También tiene a un aficionado a los terrarios en el comienzo de todo, como la de Ellory Elkayem, en la que además de multiplicarse, los ejemplares crecían y crecían sin control sin necesidad de mucho alimento, el punto más fantástico e irreal de esta nueva película, que escala su amenaza sin ningún tipo de reparos en plantear una situación imposible por encima de la verosimilitud. Pero da igual, Sebastien Vanicek sabe que hemos venido a jugar y nos ofrece un parque de atracciones completo.

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Por supuesto, utiliza todos los trucos del código del cine de infestaciones, desde ‘Tarántula’ (1977) a ‘Carga mortal’ (1997), incluso reproduciendo uno de los gags que más pesadillas ha dado a los espectadores desde hace tres décadas, el momento de la zapatilla de ‘Aracnofobia’. En los últimos años han proliferado las películas de araña gigante, y se han apoyado en grandes monstruos que apenas dan cosquilleo. El caso de la modesta ‘Itsy Bitsy’ (2019) es reseñable, pues utilizaba un animatrónico que era tétrico en sí mismo, pero le faltaba un punto de creatividad en la puesta en escena.

Conciencia de clase y lanzallamas

‘Vermin’ no solo alcanza una gran combinación de dirección de arte, uso de arañas reales y un CGI impresionante, sino que aporta un elemento social ausente en todas las versiones previas. En su punto de partida, con un edificio en cuarentena, con la policía impidiendo la salida de los vecinos, recuerda mucho a ‘Rec’ (2007), pero hay un elemento étnico que lleva el problema a uno de los barrios pobres de París, hasta el punto de que parece una posible extensión fantástica de películas recientes como ‘Los miserables’ o ‘Athena’, con el mismo tipo de personajes, música hip hop, la misma presunción de las fuerzas del orden como enemigo a mayores.

Hay que destacar la facilidad de autores franceses de género como Vanicek o Bustillo/Maury para retratar ambientes de barrio como si los conocieran, mientras que en películas españolas como ‘Asedio’ cuesta creerse el microcosmos que representan. Sin embargo, la propuesta no utiliza el emplazamiento para lanzar grandes sermones, es más bien, como en ‘Attack the Block’, un ingrediente que da colorido, actitud y más empatía hacia los protagonistas, siguiendo una estela muy Carpenter o Romero en la que de alguna manera es la clase obrera la que recibe la peor parte en cualquier catástrofe, incluso si es una invasión alienígena, zombie o de artrópodos asesinos.

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El guion nunca pierde de vista el aspecto lúdico, durante su mayor parte una película de huida contrarreloj, las escenas de terror perfectamente orquestadas, como la de la ducha o el más difícil todavía del pasillo, dejando un postre de acción con excelentes efectos especiales. Es difícil ponerle pegas a una obra tan entregada a dar grima, asustar y por ello ‘Vermin: la plaga’ es la primera de las grandes películas de terror del año, la respuesta europea a los habituales estrenos telegrafiados de Blumhouse en donde cada vez es más difícil encontrar sorpresas.

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