Aunque ya nos daba muy buena espina durante su rodaje, no sería hasta febrero de este año, tras su paso por la Berlinale 2017, cuando saltaron las alarmas -para bien- ante 'Verano 1993' ('Estiu 1993') y su estatus de película revelación a nivel internacional del año. Y es que, el debut en el largometraje de Carla Simón, se alzaba con el Premio a la Mejor Ópera Prima vista en el prestigioso certamen alemán y ex-aequo Premio Especial del Jurado de su sección, Generation KPlus.
Unos galardones que, llegaban después de excelentes críticas que definían la cinta como "un pequeño milagro cinematográfico". Desde entonces, la película de Simón no ha dejado de acumular premios y el beneplácito unánime de la crítica allá donde va. Lleva 6 semanas en cartel y más de 70.000 espectadores, siendo la cinta que menos espectadores pierde cada semana. Todo un logro para una cinta como esta.
Ya la llaman el 'sleeper' del año y muchos -incluída una servidora- la ven encumbrándose como Mejor Película del Año en los próximos Goya. Y es que, puede que sí, que 'Verano 1993' sea un pequeño milagro, una pequeña joya de esas con las que uno se topa muy de vez en cuando donde la sencillez y el talento se unen para regalarnos un trocito de vida, nostálgico, sensible y bello.
La pérdida
Es la noche de San Juan, y Frida, de 6 años, corretea por las calles de su barrio en Barcelona, entre verbenas y fuegos artificiales. Un niño se le acerca y le pregunta: "Y tú, ¿por qué no lloras?". Y es que, de quien acaba de perder a su madre -y a su padre años atrás-, es lo que se espera: lágrimas. Sin saber, ese niño, que asumir la pérdida, el luto, es tan distinto en cada uno que su pregunta resulta, ciertamente impertinente y agresiva.
Basda en la historia de la propia Carla Simón, 'Verano 1993' nos cuenta la historia de Frida, una niña de seis años que afronta el primer verano de su vida con su nueva familia tras la muerte de su madre. La pequeña, va a vivir a una casa en el campo donde vive su tío (David Verdaguer), el hermano de su madre, y su mujer (Bruna Cusí) y su hija pequeña (Paula Robles). Lejos de su casa en la ciudad, y los familiares a los que se sentía más cercana, a Frida no le quedará otra que adaptarse a su nueva vida.
Frida sabe que su madre ya no está, igual que su padre, que murió años antes por la misma causa, el SIDA. Sin embargo, la pequeña lógica de la niña no logra entender lo que ocurre y se siente extraña ante tanta atención, tantos mimos por parte de familiares y amigos y sobre todo, tener que comenzar a considerar a su prima como a su hermana y sus tíos, como sus padres.
Los enormes ojos de la increíble Laia Artigas son los que nos guían en su intento de comprender y descifrar lo que significa haber perdido a lo que hasta ahora era su mundo: su madre. Una pérdida que nadie debería experimentar a edad ni tener que llevarla a buscar una nueva normalidad.
Los ojos de Frida comienzan a acostumbrarse a esa nueva sobreprotección por parte de todos,por miedo a que la niña sufra o recuerde demasiado a su madre. Pero Frida no la olvida y reza para intentar comunicarse con su madre, y se aprovecha de su sobreprotección para hacer todo lo que la libertad del verano le permite, a veces sobrepasando los límites de lo que es correcto en la educación de una niña de 6 años.
Por suerte, su nueva madre sabe que si Frida tiene que crecer feliz y superar la pérdida, será viviendo una vida normal, sin favoritismos, ni mimos excesivos y tratándola como una niña normal a la que hay que reñir y castigar cuando hace daño a su prima o falta el respeto a los mayores, por mucho que le cueste asimilarlo a la niña.
La sencillez
El éxito de 'Verano 1993' reside, sin duda, en su pasmosa sencillez y propuesta visual, libre de cualquier tipo de artificios que nos desvíen de Frida y su relación con el entorno, su nuevo hogar y su nueva familia. La cinta adquiere un tono casi contemplativo, lo que no quiere decir que cada una de sus secuencias, cada uno de sus planos tengan un motivo y un significado que nos lleva a lo más profundo de la pequeña Frida.
Vivimos el día a día de este verano tan familiar para todos de principios de los 90. Los juegos con los primos -y las peleas con los primos-, la piscina, las verbenas de las noches de verano en el pueblo, los polos de La Lechera y las canciones de Bom Bom Chip, y correr por el campo. Elementos que hacen de 'Verano 1993', un relato nostálgico y bello.
Simón llena de luminosidad y de momentos tiernos y entrañables las aventuras de la pequeña Frida en el verano que cambiará su vida para siempre. Con delicadeza y sin que nos demos cuenta, Simón transforma lo cotidiano en algo extraordinario y convierte el viaje interior de Frida en un viaje casi mágico, conmovedor y emocionante.
El proceso creativo
Carla Simón siempre ha dicho que nunca tuvo la necesidad de curar nada con respecto a su infancia, que es es un acontecimiento que vivió de muy pequeña y que tiene aceptado y superado desde hace tiempo. Sin embargo, si sentía la necesidad de hablar de cómo un niño afronta la muerte y la adaptación a su nueva vida, y que no encontraba mejor forma de hacerlo que indagando en su memoria, preguntando a sus familiares sobre la época y recordando cómo fue ese verano que cambio todo.
El resultado es, como ya hemos dicho más arriba, una de las cintas más conmovedoras del cine español de los últimos años. Pero llegar hasta ahí no ha sido sencillo, y no en lo que al guión se refiere -que Simón escribió relativamente rápido-, si no, en la naturalidad y espontaneidad que transmite la narración, la puesta en escena y sobre todo, el trabajo de esas niñas prodigio: Laia Artigas y Paula Robles.
Carla Simón confiesa que para llegar ahí se necesitó mucho trabajo con las niñas y los actores adultos -los siempre geniales David Verdaguer y Bruna Cusí-, para que éstas se acostumbrarán a ellos. Un trabajo que fueron construyendo juntos, inspirándose en la propia experiencia de la directora para crear un verano nuevo, lleno de nuevas imágenes y experiencias.
Dos meses de trabajo previo con las pequeñas en las que además de ensayar las escenas de la película, creaban un vínculo y sobre todo, recuerdos comunes que ayudaría a ambas -la directora y la protagonista- a crear secuencias de juegos y transmitir esa naturalidad casi de documental que se respira en algunos momentos de la película. Una naturalidad que, Simón tiene claro, no habría conseguido nunca si entre las niñas, la directora y Verdaguer y Cusí, no se hubiera creado cierta intimidad, parecida a la familiar.
Sin embargo, no todo fue un camino de rosas durante el rodaje y es que rodar con niños, nunca es sencillo. Simón cuenta, por un lado, que en el momento que Laia Artigas -Frida- se dio cuenta de que todo giraba en torno a ella, comenzó a manifestar cierta actitud de poder que complicó un poco las cosas. Por suerte, el trabajo previo y la confianza que ya tenía con Simón, facilitó la comunicación y la niña comprendió el objetivo de la película.
Sobre Carla Simón
Con 'Verano 1993', Carla Simón se convierte en una de las revelaciones del año. Y es que su película, mucho ha tenido que andar para llegar a ser película y es que, desgraciadamente, los proyectos tan personales como este tienen poquísima cabida en nuestra cartelera. Por suerte, su magia y sensibilidad están conquistando a espectadores de todo el mundo.
Algo que quizá no se podía imaginar cuando el proyecto fue seleccionado dentro del programa Berlinale Script Station, que ayuda al desarrollo de proyectos o tras el premio al Mejor Guión de la Fundación SGAE y más tarde la ayuda del programa CIMA Mentoring, que la asociación CIMA orienta a mujeres directoras españolas.
Su debut en el largometraje llegó tras varios trabajos en el cortometraje experimental realizados en la Universidad de California, donde terminó sus estudios, así como varios escarceos en la ficción televisiva y cortometrajes documental y de ficción que le sirvieron como entranamiento para rodar uno de los mejores debuts del año. Imprescindible, sin duda.
Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com
VER 3 Comentarios