'Venom' fue, contra todo pronóstico, uno de los mayores éxitos comerciales de 2018. Lo que parecía un mero movimiento por parte de Sony de seguir explorando el universo de Spider-man acabó arrasando en taquilla con unos ingresos mundiales de 856 millones de dólares. Lógico que tardasen bien poco en poner en marcha 'Venom: Habrá Matanza', una secuela que ya ha roto récords de taquilla con su estreno en Estados Unidos.
En España toca esperar hasta el 15 de octubre para poder reencontrarnos con Tom Hardy dando vida a Eddie Brock, un periodista en horas bajas cuya vida cambia por completo tras entrar en contacto con un simbionte alienígena. La verdad es que yo no quedé muy contento con su primera aventura y la segunda es un espectáculo demencial que hay que verlo para creer que hayan hecho algo así.
A toda pastilla
Uno de los aspectos más rescatables de la primera entrega eran las interacciones entre Eddie y Venom. No es que estuviesen muy bien perfiladas y se tendía a recurrir a un sentido del humor muy básico, pero Hardy lograba darles la suficiente entidad como para que uno pudiera pasar un rato entretenido con ellas.
Para 'Venom: Habrá Matanza' han aprendido la lección y eso es algo mucho más presente, sobre todo en su primer acto, donde incluso se juega con la idea de que sean una pareja y acabe produciéndose una ruptura porque en vez de centrarse en aquello que les une, optan por dar más importancia a aquello que les separa. La diferencia aquí respecto a otras propuestas similares es que eso puede significar querer comerse personas.
De hecho, 'Venom: Habrá Matanza' multiplica algo que en la primera entrega se daba en dosis más pequeñas. Aquí se convierte en un constante, hasta el punto de que pierde importancia desarrollar cualquier otra cosa que no sea volver una y otra vez a esa extraña pareja que aleja a la película por completo de la seriedad para abrazar el ridículo y deleitarse en el mismo hasta límites totalmente inesperados en una producción de estas características.
¿Qué supone esto? Pues que esa gran amenaza que debería ser el Matanza de Woody Harrelson queda relegado al rol de loco peligroso que va destrozando cosas y matando personas porque eso es lo que le gusta. Mejor ni entremos a valorar la extraña moraleja que dejan sus últimas palabras, porque para entonces hemos asistido a una aventura repleto de momentos y detalles delirantes que es imposible borrar la incredulidad de nuestro rostro.
Eso sí, la gran diferencia aquí respecto a la primera entrega es que parece que todos sus implicados saben muy bien qué es lo que quiere ser la película. ¿Quizá el hecho de que el propio Hardy aparezca acreditado como uno de los autores de la historia ha ayudado a ello? Puede ser, pero es que Andy Serkis asume esa naturaleza descerebrada de la película desde su trabajo de puesta en escena en lugar de querer enfocar 'Venom: Habrá Matanza' como algo que no es.
Una comedia de lo más peculiar
De esta forma, 'Venom: Habrá Matanza' es ante todo una comedia. Sí, hay peleas repletas de efectos visuales, sobredosis de destrucción y todo lo que uno podría esperar en una película de este tipo -y algo más logrados que en su predecesora, donde se alternaban algunos momentos espectacular con otros rozando lo lamentable-. Pero eso no es lo realmente importante, sino que está más como una consecuencia de ese ímpetu de la película por avanzar a toda velocidad. Tanto es así que ni 90 minutos dura cuando lo normal en estos casos es irse por encima de las dos horas.
A cambio ofrece multitud de diálogos que es imposible que nadie haya escrito pensando que pueden ser tomados en serio y la sensación de que hay más gente que sabe a lo que viene. Por ejemplo, Michelle Williams vuelve a estar condenada a un papel de comparsa, pero la energía que transmite es diferente, como si supiera que aquí hemos venido a jugar y tirar para delante sin miedo. Ojo por ejemplo a su "flirteo" con Venom.
Eso no quita para que haya detalles de 'Venom: Habrá Matanza' bastante discretos. Pienso por ejemplo en ese prólogo contando el origen del villano y su gran amor. Tampoco es que haya verdadero espacio para desarrollarlo, pero es que hasta visualmente transmite más la sensación de subproducto de terror que de estar viendo una superproducción.
Además, no culparé a nadie que vea en ella simplemente una mamarrachada que no hay por donde cogerla, pero lo que la diferencia de otros blockbusters que acaban siendo eso es que aquí da la sensación de ser algo intencionado. Ya no es que sea una propuesta ligera como podrían ser las películas de Marvel, es como si buscase un toque más propio de ciertas producciones de los 90 pero desde la perspectiva actual. El cóctel es extraño, pero no te va a dejar indiferente. Es imposible.
En resumidas cuentas
'Venom: Habrá Matanza' es una de las películas que más me ha impresionado en lo que llevamos de año. Existe en ella tal falta de complejos y de miedo a provocar la vergüenza ajena en el espectador que uno simplemente puede asistir atónito ante lo que sucede en pantalla. Lo que sí tengo claro es que me lo he pasado bastante mejor que con su predecesora, pero más allá de eso no sé si me ha encantado, me ha parecido lamentable o un híbrido entre ambas opciones.
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