"Welcome to Fear City", rezaba el panfleto político creado por la policía de Nueva York para amenazar al alcalde de la ciudad y entregárselo a los turistas a mediados de los años 70. La crisis civil y la ola de crímenes decrecieron, pero el concepto permaneció en la historia.
Lo han tratado películas como 'Taxi Driver' o 'Malas Calles', pero también cómics como 'Sin City' o 'Watchmen'. El de la ciudad corrupta y degenerada es un concepto muy potente que hace resonar en nosotros algún tipo de verdad. Por supuesto, no hay ningún universo que más haya explotado esta visión sobre Nueva York que el de Gotham, así que sería lógico que esta idea apareciese en algún grado por la nueva película de Todd Phillips.
Pero de ahí saltamos a la siguiente cuestión, la que está inexorablemente unida a la constante contradicción de la figura del Joker. Contar su origen es explicarle, y explicarle es el primer paso para sanarle. Entonces, ¿es el comediante en verdad un producto de sus circunstancias, del ecosistema urbano y social que vive; se trata más bien de un auténtico e irreconciliable agente del caos; o es, en el fondo, la criatura más cuerda del universo?
La historia de Fear City
Aunque el guión introduce en ocasiones pequeños juegos malabares vacilando con todas las opciones, Joker termina por casarse con la primera. Así, la de Joker es la historia de la Fear City. La del pánico moral que supuestamente nos aflige y que también están explorando sagas recientes como 'La Purga', de la que algunos periodistas nos hemos acordado durante el pase de prensa de esta mañana en Venecia. Se ve que es un tema que ahora mismo está tocando alguna fibra sensible.
'Joker' no es en absoluto el desastre que algunos de sus tráilers anticipaban. Tampoco estamos ante una fantasía del arte y ensayo, sigue siendo una superproducción altamente controlada en la que se siente que se han aparcado ciertos elementos que faciliten la supervivencia de la franquicia y de su campaña de marketing. La trama y el montaje están perfectamente ensamblados de forma que ni a los espectadores con déficit de atención se les escapen los mensajes de la película.
Pero es un buen entretenimiento en el que, como mínimo, se han hecho esfuerzos por combinar ideas rupturistas con un fan service para con los espectadores del cine de superhéroes (o de la visión estereotipada de estos espectadores que podrían tener los hombres de los despachos). La presencia de alguien tan apasionado con la actuación como Joaquin Phoenix ayuda, indudablemente, pero también es verdad que hay momentos en que la cámara se pavonea de forma muy poco elegante de su transformación física y psicológica, como si fuese un “celebrities” chanante del intérprete.
No escapa de la influencia de Nolan
De lo que no escapa la cinta, ni quiere, es de la atmósfera grave del Batman de Nolan, de ese mal llamado cine de superhéroes “adulto”, razón por la que, sospechamos, sus responsables han buscado que el origen del villano sea plausible en el mundo real, lo que a su vez, sospechamos, condiciona que esa explicación más sencilla de nuestro Joker sea la de un sistema socioeconómico en plena putrefacción.
Volviendo con el principio, una pregunta que podríamos hacernos es si ese Joker por el que se ha decantado la película es el que nos gusta, si no resonaría con más fuerza el potente mito del payaso loco con un enfoque sobre sus raíces más ambiguo. Durante una de las escenas más tensas de la película el propio Arthur Fleck ya completamente metamorfoseado en Joker lo dice así a cámara. Él no quiere casarse con la masa enfurecida contra el poder que monta barricadas y mata a policías en las calles que él mismo ha provocado.
No es ningún justiciero anti 1%. Pero tampoco es un simple enfermo mental, como dictan desde el otro lado. Él sería, en buena parte, un continente vacío en el que cada uno de nosotros proyecta los deseos semióticos que queremos ver. Esto se dice en voz alta. Para acto seguido dar rienda suelta a un carrusel de imágenes-mito que glorifican el “4 the lulz”.
No sabemos si Todd Phillips es, entonces, un inconsciente o alguien perfectamente cuerdo.
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