Ant Timpson, veterano productor de cine de terror y responsable de alguno de algunos títulos tan destacables durante los últimos años, como 'The ABCs of Death' o 'Turbo Kid', se pasa a la dirección con 'Ven con papá', una oscura historia de misterio y horror paternofilial que puedes ver en Movistar+.
De tal palo tal astilla
Un joven moderno viaja hasta la aislada cabaña de su padre para retomar el contacto con el hombre al que no ve desde que era un niño pequeño. A lo largo de la visita y de las charlas con su padre, verá que tal vez tenga más cosas en común con él de las que desearía. O tal vez no. La apuesta de la historia de Toby Harvard, basada en una idea del propio director, se disfraza de olla a presión para terminar entregando una cosa completamente distinta a lo que cualquier viejo zorro del género podría esperar de inicio.
Elijah Wood y Stephen McHattie tensan la cuerda del thriller con cada charla que mantienen como hijo triunfador y padre en horas bajas, hasta que las cosas no salen como uno desearía. O tal vez sí. Y es que 'Ven con papá' no para de subir y bajar pendientes, de retorcer los caminos naturales como el mejor loop de esa montaña rusa que supone buena parte de la escena de horror contemporáneo. Y lo cierto es que la jugada sale bien y el resultado es más que notable.
A partir del ecuador, la película ha dejado de ser lo que era durante su punto de partida, transformándose en otro tipo de verbena muy agradecida para el espectador. 'Ven con papá' podría haber sido otro vehículo bandera del independiente más cargante, como 'Swiss Army Man', pero afortunadamente para todos los planes de Timpson son muy diferentes. Podríamos decir que en realidad, 'Ven con papá' está formada por dos películas de muy diferentes tonos, y eso no es algo que reste valor a la historia. Más bien lo contrario.
Padre no hay más que uno
El camino que recorremos junto a un prodigioso Elijah Wood, ya figura incontestable del género delante de la cámara o en las oficinas del fantástico, es un camino de dolor tan imprevisible como la vida misma. Durante sus (benditos, mágicos, necesarios) noventa minutos se concentran los acuerdos y desencuentros, los dolores, recuperaciones y pérdidas de una vida entera. Y sobre esos altibajos se construye una historia tan alucinante que hasta lo que se queda fuera de campo resulta apasionante.
Hay un hálito de tristeza constante, tanto en la película como en las interpretaciones y sus personajes, que cobra sentido con el cierre de la película, una luz al final del túnel que da sentido a la obra y que, a su manera, incluso conmueve. Si uno se queda hasta los créditos finales, verá que la película está dedicada a la memoria de Tony y Julie Timpson. De hecho, la película se aproxima bastante a la experiencia real del director con su padre.
Rodada en tres semanas, con una localización impactante que recuerda al apartamento OVNI del 'Doble cuerpo' de Brian De Palma y con un montón de referencias tonales y ambientales a clásicos "a dos", como 'La huella' o 'La trampa de la muerte', la película de Timpson parece un pasatiempo macabro cuando en realidad es una carta de amor eterno a sus padres. Su cierre certifica así el leitmotiv que ininicia, precisamente, una carta de un padre hacia un hijo al que no ve desde hace mucho tiempo.
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