Visionar una película como 'El ansia' ('The Hunger', Tony Scott, 1983) es como contemplar uno de esos aburridos cuadros en los que la perfección plástica ahoga el alma de la obra, sin que ésta llegue a transmitir absolutamente nada. Creo que un artista, pertenezca a la rama que pertenezca debe dejar algo de sí mismo en su trabajo, dejarse un trozo de corazón, demostrar que por sus venas corre sangre insuflada de pasión, de vida. Que su arte no sea una mera utilización de medios —la cámara, el pincel, la voz, un instrumento, etc.—, porque entonces nunca pasará de ser un simple reproductor formal, con una técnica impecable, pero muerto por dentro. En esos casos —más de los que creemos—, han perdido su valioso tiempo, y lo que es peor, nos han hecho perder el nuestro.
Pero en el caso que hoy nos ocupa, el del director del film, no el del anodino cuadro, sabemos que no siempre ha sido así. Tony Scott —actualmente podemos ver en cartelera 'Imparable' ('Unstoppable', 2010)— ha demostrado alguna que otra vez que puede ser algo más que mediocre. Sin embargo, sus inicios no pueden compararse a los de su hermano, pues se encuentra totalmente en las antípodas. La ópera prima de Tony Scott es un despropósito visual de una envergadura tal, que se hace insufrible por momentos. ¿Por qué entonces su inclusión en este especial sobre vampirismo? Muy sencillo, además de pensar en el hecho de que determinada cinta sea buena o mala, tengo en cuenta sobre todo la figura vampírica que sale en ella. Y el vampiro de 'El ansia' merece estar en esta selección.
El argumento de la película es mínimo. Miriam Blaylock y John (Catherine Deneuve y David Bowie) son una pareja de amantes vampiros que viven en la ciudad de New York, alimentándose de jóvenes y lozanas víctimas. Un día y sin aparente explicación, John empezará a envejecer rápidamente, y antes de rendirse a su destino, intentará contactar con una importante doctora, Sarah Roberts (Susan Sarandon) que está investigando sobre el envejecimiento. Lo que ocurre a partir de ese instante parece una mera excusa para llegar hasta la escena más famosa de la película, aquella en la que las dos pedazo de actrices —en todos los sentidos— que son Catherine Deneuve y Susan Sarandon tienen una relación lésbica, y que elevó la temperatura de los espectadores de la época. Además, ambas actrices estaban muy cerca de los 40, que lucen en pantalla de maravilla, demostrando la verdad del famoso dicho "quien tuvo, retuvo".
De esta forma, Scott retoma el carácter lésbico de las mujeres vampiro, ya ahondado en míticas cintas de la Hammer. Pero se queda en un mero apunte, adornado con el a ratos insoportable estilo visual de Tony Scott, quien parece haber sacado los descartes malos de 'Blade Runner' (id, Ridley Scott, 1982) para incluirlos aquí. La primera opción para dirigir la adaptación de la novela de Whitley Strieber por parte del productor Richard Shepherd —productor de film imprescindibles como 'El árbol del ahorcado' ('The Hanging Tree', Delmer Daves, 1959) o 'Desayuno con diamantes' ('Breakfast at Tiffany´s', Blake Edwards, 1961)— fue el realizador Alan Parker, por éste recomendó a Scott tras ver varios de sus spots publicitarios. Nunca sabremos si fue para evitar dirigir una película del género de terror, o una broma de la que aún debe estar riéndose.
Porque si hay una película que deja en evidencia a un realizador como Tony Scott, preocupado únicamente por los filtros y la iluminación, olvidándose de que puesta en escena no significa eso, es precisamente ésta. Ya sé que posteriormente ha hecho algún que otro film de interés aun más nulo que el que nos ocupa —'Top Gun' (id, 1986) o Días de trueno' ('Days of Thunder, 1990), curiosamente los dos con Tom Cruise—, pero si atendemos a la relación intenciones/resultados, 'El ansia' es aquella en la que ambos puntos quedan muy lejanos el uno del otro. Lo que prometía ser una nueva mirada sobre el vampirismo —el inicio en la discoteca donde se interpreta el tema 'Bela Lugosi is dead' es toda una declaración de que los tiros irán por un camino muy distinto al de las clásicas historia de vampiros— se queda en un anuncio de cortinas, sábanas y demás utensilios de decoración, con no pocos golpes de efecto, donde destaca el soberbio, aunque desaprovechado, trabajo de maquillaje de Dick Smith, entre otros.
Todas las obsesiones visuales del señor Scott ahogan en gran medida lo más atractivo de la cinta: la figura vampírica representada en Miriam, una mujer milenaria de procedencia egipcia, que vive de la sangre de sus amantes —la clásica relación entre maestro y alumno, creador y creado, sigue manteniéndose—, con los cuales vive tiempos indeterminados hasta que, sin saber la razón, el alumno empieza a envejecer rápidamente cayendo en el lado más temible de la maldición: ser viejo eternamente, un ser decrépito que sufre una larga agonía dentro de uno de los muchos ataúdes que Miriam guarda en su ático. Y en lugar de colmillos, el acierto de utilizar un Ankh, una afilada cruz egipcia con la que herir a su víctimas para beber la sangre que le dará el poder de la ansiada juventud.
Al menos podemos disfrutar de la labor de sus tres intérpretes centrales, desde un acertado David Bowie, entre atractivo e inquietante, hasta la siempre profesional Susan Sarandon, pasando, cómo no por una brillante Catherine Deneuve, que realiza una de las composiciones más elegantes, sensuales, atrayentes y fascinantes figuras vampíricas que el cine ha dado. Algo es algo.
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