La difícilmente reprochable carrera de Leigh Whannell en el cine de género se cuenta por éxitos, iniciando sus andanzas como guionista y artífice de sagas tan rentables y populares como 'Saw' o 'Insidious'; habiendo visto esta última su debut como realizador en una tercera entrega, subtitulada 'Capítulo 3' que, pese a no estar al nivel de las originales, demostró que el australiano había aprovechado sus años junto a James Wan aprendiendo del maestro del terror.
Con 'Upgrade', su segundo largometraje como director y escritor, Whannell deja el terror a un lado para entregarse a la ciencia ficción en un fantástico thriller de venganzas cargado de acción que abraza lo mejor de dos épocas: una pasada en la que la sencillez, la violencia y el desparpajo se adueñaban de este tipo de productos, y una actual en la que los avances técnicos permiten una sofisticación formal que le sienta de maravilla a esta entretenidísima y frenética genialidad.
'Upgrade' te da todo lo que esperas de ella y aún más. Partiendo de la base de su simple y puede que algo trillado, pero sobradamente atractivo guión, ambientado en un futuro en el que los aumentos biotecnológicos en humanos están a la orden del día —escopetas injertadas en brazos inclusive—, Whannell se deja llevar para brindar un divertimento difícil de imitar que no teme en sacar pecho para reivindicar su espíritu de serie B mientras desencaja mandíbulas con su factura de primer nivel.
Porque, junto a sus notables efectos especiales —verdaderamente sorprendentes para una producción con menos de cinco millones de dólares de presupuesto— y a su acertado tratamiento visual, dominado por unos colores primarios saturados que visten a la perfección la hortera estética futurista de la película, 'Upgrade' deleita al respetable con un sangriento festival de acción que riega sus efímeros 100 minutos de metraje con unas secuencias asombrosas.
De este modo, el arriesgado, efectista y muy efectivo trabajo de planificación y cámara del director se une a unas coreografías de lucha únicas y a la interpretación de un Logan Marshall-Green —alias "el otro Tom Hardy"— que hace gala de un control corporal admirable para dar lugar a un salvaje espectáculo para mayores de dieciocho años dinámico, vistoso y poseedor de toda la originalidad de la que carece su historia.
Si a todo esto le sumamos un tono que logra alcanzar un equilibrio perfecto entre la impostada y casi cínica solemnidad propia de los filmes de este corte con un sentido de la comedia desternillante y autoconsciente, es más que comprensible que se haya alzado con el Gran Premio del Público en el Festival de Sitges.
Porque 'Upgrade', con su justa intriga y la ristra de cadáveres que deja a su paso, se revela como el pasatiempo ideal para disfrutar en un ambiente distendido, entre risas, vítores, aplausos, y con tantas ganas de pasarlo bien como las que parece haber tenido Leigh Whannell mientras rodaba lo que podría convertirse en un nuevo clásico de culto.
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