La mejor película de Pixar en su mejor momento. ¿No es acaso su obra maestra? Esta escena resume todo lo grande del cine. ¿Por qué? Porque en ella anidan los espíritus de Orson Welles y también, incluso, de los principios ideales de Walt Disney. Miguel de Cervantes imaginó a un hombre cuya locura estaba en el leer libros; la máxima derrota de Don Quijote es la cordura pero, porque como explica Juan Villoro, Don Quijote se vuelve loco de tanto leer, es una idea todavía insuperada en la historia del cine. ¿Qué otra idea puede ser igual de grande?
James Wood dijo que Sancho Panza acompañaba a Don Quijote en la novela para solucionar el problema del flujo conciencia. ¡Así pueden dialogar! ¡Qué gran recurso hizo Cervantes con su obra maestra! Pues lo cierto es que no solamente pueden dialogar sino también reflexionar sobre el mundo que les rodea. Al protagonista de ‘Up’ no le ocurre ningún hecho maravilloso, esta es una película emotiva y también mucho más enfática en sus temas, al contrario, le ocurre una frustración enorme, la de hacerse viejo, toparse con la muerte y….
Y encontrarse con Russell, un chico con problemas afectivos en cuyo diálogo se pueden vislumbrar ecos quijotescos. Y también en la esencia de ambas historias. ¿Qué es Don Quijote sino una magnífica parodia de las novelas de caballerías mediante el que sea, tal vez, su mejor relato posible? Uno humano, triste, divertido, agridulce, eterno, capaz de dibujar un atisbo del universo. Hay muchas cosas que agradecerle a Cervantes y una de ellas es dos de los mejores personajes que he visto jamás.
A parecidos logros se apuntan los muchachos de Pixar, cuya historia fue escrita por Thomas McCarthy que ahora acaba de dirigir una película estupenda con Paul Gimatti y que forma parte, junto a Michael Arndt, de esta escuela secreta de talentos indie que aparecen para escribir guiones en la compañía. ¿Queda algo claro en Pixar? Sí, lo que queda claro, o se hace más que evidente, es que trabajan al margen de cualquier regla industrial, que no creen en ningún tipo de exigencia y confían en el talento ajeno y en el de la compañía. También que su interés por la condición humana, por abordar temas complejos, por dar no con algo sencillamente emotivo o sentimental sino con una serie de momentos cuya intensidad nos hace sentirnos profundamente identificados sin que los personajes pierdan ápice de su complejidad.
Si Don Quijote era una historia sobre la pesada carga de leer novelas de caballerías, de creer en la lectura como una forma de locura, salvación y también absoluta lucidez, esta es una historia sobre el dolor y sobre el verdadero espíritu de la aventura, encarnado en un supervillano, antaño héroe de infancia, cuyo desencanto demuestra perfectamente que Pete Docter ha escrito, en cierta medida, una película que complementa un discurso diferente emprendido por Brad Bird en ‘Los Increíbles’ (The Incredibles, 2005). Allí donde el fan era el verdadero supervillano, aquí se amenazan de los peligros de todo relato mítico, alejado de componente humano y susceptible de ser hecho añicos por la refrescante vejez.
Pero en ese plano final, en el que conviven espíritus más afines a Docter que el del escritor Cervantes, y pienso ahora en Hayao Miyazaki, encontramos una viva muestra de poesía más allá de todo final desolador. Viviendo en esa mansión aérea que responde, justamente, al espíritu de la aventura, siendo el tímido dibujo de una vida mejor ya un lugar tangible, abuelo y muchacho emprenden la vida corriente, tal vez la más secreta y la más complicada de casi todas las aventuras humanas.
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