Hay películas que no acaban, agonizan. Esta magnífica frase la recoge este mes la ilustre revista 'Fotogramas' a raíz del reportaje de un Festival cuyo nombre no 'quiero' recordar. No especifica quién lo dijo, pero sólo puedo aplaudir la ocurrencia, porque es una imagen muy apropiada. Muy apropiada, por ejemplo, para 'United 93', la torpe y ridícula película de Paul Greengrass sobre el 11-S. En realidad, más que una película, parece más bien un vídeo educativo de un centro de formación profesional para controladores aéreos. No tomen al pie de la letra el título de esta crítica porque no he estado comprobando con un cronómetro el tiempo que dura la parte del avión y la del vídeo formativo, pero, más o menos, puede estar por ahí. Lo cierto es que, viendo este bodrio le surgen a uno varios preguntas (y alguna petición: ¡¡que se estrelle ya el maldito avión!!), entre las que se encuenta la habitual '¿qué se pretende con esta película?'. Sí, ya sé, claro, realismo y patatín patatán. Menuda tontería. La pancarta de los aficionados progresistas más ridículos. Lo que se desprende, independientemente de las bonitas y culturales intenciones que puedan soltar su director, es que se ha hecho una película para cumplir con las víctimas. Oye, está bien que se haga. Pero hagan una película. O un documental. Nunca hagan esto. Sí, ya sé, hay personas a las que le ha gustado mucho. ¿Y? Muchos musulmanes (y muchos europeos, por no mencionar países concretos) se alegraron de que los aviones impactaran contra las Torres Gemelas. Pero volvamos a la soporífera película de Pablo Hierbaverde...
'United 93' trata de narrar lo ocurrido con el vuelo (casi) homónimo, que salió con un retraso de 45 minutos del aeropuerto y donde iban cuatro terroristas de Al-Qaeda (supuestamente). Mientras espera y vuela a su (primer) destino, los otros aviones secuestrados por los terroristas se estrellan contra el World Trade Center y (supuestamente) el Pentágono. Queda uno. El vuelo 93 de United Airlines. Los secuestradores, por fin, entran en acción en pleno vuelo, pero antes de la cuenta. Los pasajeros sabrán lo ocurrido con los otros aviones y no dejarán que les ocurra lo mismo. La lucha en el aire sólo es cuestión de tiempo.
Las primeras escenas de 'United 93' son muy similares a las de 'Munich'. Los que me conocen saben que la película de Spielberg me parece bastante floja y tópica (teniendo en cuenta lo que es el Rey Midas de Hollywood), pero comparada con ésta del avioncito me parece magistral. En ‘United 93’ asistimos a los últimos momentos de concentración, rezo y despedida de los musulmanes que van a hacer estrellar los aviones contra los diferentes símbolos clave de los Estados Unidos. Hay un plano magnífico, que, sin duda, es uno de los dos grandes y únicos aciertos de la película. Durante unos segundos, la cámara vuela sobre las calles de Nueva York (diría que era esa ciudad) mientras escuchamos las oraciones de los musulmanes. No sólo es una imagen terrible, terrorífica, amenazante, sino que, además, adelanta lo que va a ocurrir de una forma sutil y maravillosa. Una verdadera lástima que todo lo bueno de la película casi acabe ahí. Hasta el final no tendremos otro ataque de buen juicio cinematográfico.
Paul Greengrass, director de la cochambrosa 'The Theory of Flight', la fallida 'Bloody Sunday' y la pasable 'El Mito de Bourne' (su mejor película hasta la fecha pero muy inferior a la primera, que dirigió Doug Liman), dijo, al respecto de 'United 93', que 'las películas necesitan mostrar el mundo como es'. Ya está, ahí lo tenéis. El tipo se considera un filósofo del cine. Pues la ha pifiado pero bien. No sólo ha dicho una gran tontería (que explica mucho de su tonta película) sino que demuestra, una vez más, lo que ha pretendido hacer con 'United 93'. Realismo. Realismo puro y duro, aunque aburra, ¿qué es eso de aburrir? El cine no aburre. El cine refleja la realidad y la realidad no aburre, porque es real... Bueno, bueno, lo dejo que me están entrando náuseas. Greengrass ha confeccionado un (plomizo) retrato de lo que se supone que ocurrió ese importantísimo 11 de septiembre de 2001 (ya ha llovido y por eso que ya haya películas), según una versión de los hechos (porque hay más 'teorías', como que los cazas del ejército sí que salieron y derribaron el avión... y paranoias varias), pero lo ha hecho arriesgando (y perdiendo) el propio cine. En 'United 93' hay una carencia absoluta de emoción, intriga, suspense, ritmo, humor, etc. Una carencia absoluta de TODO. Es una película hueca con el llamativo recurso de tratar el suceso de los aviones y las torres gemelas. Resulta lamentable la forma en que está construida la película, aburriendo al espectador constantemente con frases repetitivas hasta alcanzar el nivel de la subnormalidad. Greengrass, sin sentido alguno del ritmo, que lo confunde con marear mucho la cámara, ha debido creer que un guión no es necesario, que con enfocar a los profesionales, ellos ya saben qué decir. O ha debido pensar que somos idiotas y que necesitamos que nos repitan las mismas frases cien veces. O es que, simplemente, no tenía película para 90 minutos, que, bien pensado, no es nada descabellado. Porque más de uno se habría planteado cómo iba a hacerse para narrarse una película de hora y media en la que unos secuestradores sembraban el terror en un avión y luego lo estrellaban. Pues la respuesta es sencilla. La película dura 30 minutos (más o menos). Es un mediometraje. Lo demás es la mayor estupidez y la mayor tomadura de pelo del año. Todo un logro, Hierbaverde.
Como dije al principio, la película está dividida en dos partes. Una parte que dura casi una hora en la que los protagonistas son los controladores aéreos, miembros del ejército al teléfono, pendientes del radar, la torre de control y el centro nacional de tráfico aéreo (ni los he contado ni me interesa mencionar sus verdaderos nombres). Este grupo de personajes se llevan todo el metraje que les toca (¡demasiado!) hablando. Pero hablando sin orden, coherencia o algún tipo de importancia. Hablan y hablan. Repiten y repiten. Balbucean y tartamudean. Dan al traste con el amago de película. Sueltan datos a chorros, como si fueran mangueras descontroladas y, sobre todo, abusan hasta la saciedad de frases repetitivas. 'American 175, responda... American 175, responda... American 175, responda... American 175, responda... American 175, responda...' Y así, cambiando un poco el 'diálogo', todos los malditos personajes del maldito vídeo de formación profesional. Lo dicho: insoportable. ¡No te responden, idiota! ¡¿No lo te das cuenta?! Los 'actores' (porque muchos no lo son) se dedican a poner cara de circunstancias y a repetir esas frases que el guionista ha escrito a base de un 'copia y pega' insultante. Han pretendido darle una vuelta de tuerca más a eso tan maravilloso del realismo y se han pasado de pedantes. La repetición de diálogos no se acaba en el vídeo educativo de las narices, también infecta al escaso metraje de (mal) cine que hay en 'United 93'. Casi todos los pasajeros repitiendo: 'Te quiero'. 'Te quiero, cariño'; 'Te quiero, amor'; 'Cielo, te quiero' ; 'Hijo, te quiero' ; Papi, te quiero'; 'Compi, te quiero'; ‘Te quiero, abuelita’; 'Terrorista, te quiero'; 'Azafata, te quiero'; etcétera. Esto, que parece coña, pero es tan real como que me acordé de toda la familia apellidada Greengrass, sólo conduce a la desesperación y, si no fuera porque va en contra de uno de mis principios fundamentales, me habría largado del cine sin dudarlo a los 20 minutos. No diré que es una tortura, porque sonaría tremendamente irrespetuoso hacia mucha gente que lo pasa mal de verdad en este loco mundo. Pero, en el terreno cinematográfico, es lo más parecido a una tortura desde que se estrenara la apestosa basura de 'Hard Candy'.
Aún así, la parte de verdadera película que hay en 'United 93' es la que mantiene un poco el interés, reproduciendo el peor cine de catástrofes que haya dado el séptimo arte e, incluso, la pequeña pantalla. Lo mejor, el segundo y último acierto de toda la película, llega al final, con la sobrecogedora actuación de los pasajeros, violentos y salvajes, destrozando los cuerpos de los terroristas, abatidos y sin vida. En definitiva, cuando todo lo que han temido los protagonistas (y deseado los espectadores desde que decidieron quedarse) se cumple y el avión se estrella sin remedio contra el suelo. Al final le acompañan una serie de datos más, para que los más entusiasmados amantes de estos sucesos tan bonitos se dediquen a soltar ese: 'hay que ver'. Sí, señores, hay que ver. ¡Criticar la torpeza de la reacción cuando los propios responsables de la película demuestran ser igual de torpes! Afortunadamente, la película no mata a miles de personas, sino que sólo aburre y desespera. Imperdonable. ¡Si hasta cuando se muestra cómo se estrella el segundo avión contra el World Trade Center se queda uno impasible! ¡Como si viéramos las noticias deportivas en un telediario! En serio, Greengrass debería volver a la escuela (si es que ha ido) y ponerse a ver (y estudiar) películas de contemporáneos suyos como Atom Egoyan, Wong Kar-Wai o Paul Thomas Anderson. Ya podrían haberle dado el proyecto a uno de estos auténticos cineastas, capaces de crear y mantener emociones con extrema y sorprendente facilidad.
Nos queda, por tanto, una basura cinematográfica pedante y absurda, con un reclamo comercial tan poderoso que arrastrará a muchos a las salas de cine, engañados y timados por unos señores que ha dado todo por las víctimas y se han olvidado de los espectadores. Habrá quien defienda el realismo del film, pero no se equivoquen, las mayores obras maestras del Cine no son realistas, son mágicas. Las películas grandes transmiten emoción y dejan la sensación de haber contemplado algo más grande que una simple sucesión de fotogramas. En 'United 93' no hay nada salvo datos, llamadas telefónicas, radares y personas inútiles con problemas para decir una mínima frase coherente. Es la torpeza vestida de gala, de cine. Pero no, el realismo por encima de todo. ¡Para eso hay otros medios! El telediario está ahí para algo, lo mismo que la prensa o el género documental. El cine no tiene nada que ver. No nos jodan el espectáculo. No nos destrocen el circo. No nos tiren por tierra la preciosa ficción. En fin, hay esperanza, nos toca esperar la obra de un tipo que sí hace cine de verdad, un artista llamado Oliver Stone. La espera por contemplar 'World Trade Center' se hace ahora más larga. No nos decepciones, cineasta, te necesitamos.
En Blogdecine | Crítica de Red Stovall sobre esta misma 'película'