Por fin se ha estrenado ‘Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’ (‘San qiang pai an jing qi’, 2009) que, como sabéis, es el remake de Zhang Yimou de la primera película de los hermanos Coen, ‘Sangre fácil’ (‘Blood Simple’, 1984). Esta versión del siglo XXI está protagonizada por Honglei Sun, Xiao Shen-Yang y Ni Yan, entre otros, y cuenta una historia de celos y venganzas, de odios y malos tratos, un triángulo amoroso de dimensiones trágicas.
La belleza de ‘Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’ es incontestable. Las imágenes nos regalan un vestuario de inacabable colorido con tonos sublimes, combinados para dar los más llamativos resultados. La contrastada fotografía de Xiaoding Zhao resalta tanto esta paleta imposible como la de la asombrosa localización donde está rodada la película: las montañas de tonos rojizos, diseñada como una alfombra, que podrían ser el escenario de un Western de pesadilla. Bellos son también los encuadres que efectúa Yimou: abiertos, amplios y compuestos como si de pinturas se tratase. El tratamiento del sonido resulta igualmente notable.
Personalmente, considero una pena que la maestría fílmica de Zhang Yimou esté al servicio de una pantomima de enredos, teatral y vodevilesca, de humor bufo y de personajes guiñolescos.
Me parece que, más que plantear un tono humorístico puro, propio de la comedia; lo que hace el libreto de ‘Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’ es no tomarse en serio el contenido y sobre todo, a sus personajes. No son cosas que vayan de la mano, ya que existen comedias que se toman muy en serio a sus personajes y los retratan con profundidad y gran acierto, llegando incluso a analizar todas las cuestiones que marcan sus existencias.
En esta ocasión, lo que propone Yimou es lo contrario: se crea un distanciamiento con respecto a los protagonistas, no sé si intencionado o consecuencia de que la atención del director está en otros aspectos. No veo intenciones de realizar un retrato certero y respetuoso, sino de caricaturizarlos para ponerlos al servicio de otros propósitos, quizás. Sus actuaciones son gesticulantes y patosas, exageradas incluso para el teatro, y sus caracterizaciones son insultantes, se les dibuja como seres mentalmente incapaces —a excepción, únicamente, del guardia—.
Al no poder observar a estos personajes como seres reales, sino como meras marionetas cuyo comportamiento es absurdo e irreal, no puedo interesarme por sus devenires ni sentir el deseo de que sus propósitos les salgan bien, en lo cual radica que todo lo que llega a continuación me produzca indiferencia.
La tragedia pseudo-shakesperiana que subyace bajo este tratamiento ligero no me conmueve ni me atrapa por causa de la mencionada falta de empatía. Así, ya que no soy capaz de ver el desenlace desde la emoción necesaria, la observación fría y externa me lleva a pensar que todo es descabellado y excesivo, casi gratuito. Lo que podría entenderse como una tragicomedia a mí se me presenta como una sarta de despropósitos sin fin. Y es que solo con el sutil matiz que nos lleve a no «entrar» en una ficción concreta, puede parecer que hemos visto una película distinta a la que vio alguien que sí se metió en la historia. Lo que puede apreciarse como sublime, si se ha penetrado en la historia, resultará ridículo si no se ha entrado.
Conclusión
Si bien admiro las películas «serias» de los hermanos Coen, no suelo ser capaz de verle el sentido a su humor o, más que humor, ese acercamiento desenfadado. No es que no me hagan reír, sino que, en ocasiones, el tono me provoca un distanciamiento con respecto a sus personajes y sucesos que me impide «entrar» en la historia. Por ello, es fácil entender que ante este remake sufra la misma incapacidad.
Yimou es un director al que idolatro, del que considero que varios de sus films son obras maestras. Sin embargo, la presente cinta en mi opinión forma parte de sus experimentos fallidos, como lo hace ‘Keep Cool’ (‘You hua hao hao shuo’, 1997). Supongo que en ambas ocasiones el realizador se ha divertido y ha logrado demostrarse algo a sí mismo o probárselo a los demás, por lo que me parece espléndido que se permita este tipo de devaneos, siempre que no por ello deje de rodar sus maravillosos clásicos.
‘Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’ no deja por ello de ser una película que merece la pena ir a ver, simplemente para disfrutar de su belleza visual. Si, además, se consigue penetrar en su historia, el disfrute será inmenso.
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